LA EXPLOSIÓN DE 1947 EN CÁDIZ Y LA OBRA PERDIDA DE LUISA ROLDÁN

Miguel Ángel Castellano Pavón (18/08/2024)


 

 

Al conmemorarse el 77 aniversario de la explosión de 1947 quedan a día de hoy algunos cabos sin atar y, por tanto, nos faltan datos que den unicidad a la tragedia y a los hechos acaecidos; unos por no ahondar en evidentes datos silenciados por las administraciones implicadas y otros, aunque de menor importancia, por miedos a hechos que deberían de estar del todo finiquitados como al igual que nuestra Guerra Civil, pero esta es otra historia a la que incluso actualmente se le saca partido por parte de ciertos sectores de nuestra sociedad.

Siempre me ha llamado la atención lo ocurrido en la detonación accidental, en la noche del 18 de agosto del año 1947, de unos depósitos de explosivos de la Armada almacenados en Cádiz, restos de explosivos de la Guerra Civil, con múltiples advertencias de su peligrosidad y el caso omiso y continuado que inevitablemente llevó a la tragedia. Pero dejando apartados estos datos interesantes y colocando en primer lugar, por supuesto, el interés de pérdidas humanas, mi atención en esta pequeña aproximación va encaminada al traslado, años antes, de la Casa de Expósitos o Casa Cuna, terrenos cercanos desde la céntrica calle Rosario Cepeda, a la nueva ubicación cercana a los polvorines de las minas almacenadas; calle Rosario Cepeda que comprende el tramo que va desde Sacramento y Hospital de Mujeres, en la que, en los edificios hoy con los números 17 y 19, existió la Casa de Expósitos con orígenes contrastados desde el siglo XVII. Dado los avatares y el devenir de nuestra historia, los espacios quedaron obsoletos, con el consiguiente traslado a zonas más libres y aireadas como Tolosa Latour. Tras la explosión de 1947 se vuelve a Rosario Cepeda, edificio que ocuparía otros usos, manteniéndose la actividad hasta 1956, fecha en la que el inmueble es desalojado por ruinas. Como menciona Manolo Devesa en su podcast LA AZOTEA, se convierte en Hogar Provincial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro e incluso en Hogar Femenino de FET de la JONS

La permanente y acertada exposición sobre la Explosión de 1947 que podemos ver en el Castillo de Santa Catalina, con aportes fundamentales de José Antonio Aparicio -autor de "La noche trágica de Cádiz"- y documentación inédita de la Armada, nos centra en el tema que nos ocupa.

Al ser un enamorado de la historia y el arte de Cádiz siempre me llamó la atención la pérdida de una de las obras fundamentales de la escultora Luisa Ignacia Roldán de Villavicencio, hija del célebre escultor barroco Pedro Roldán, conocida como La Roldana. Una escultura realizada para Cádiz: "La Magdalena sostenida por un ángel", escultura que presidía el altar mayor de la capilla de la Casa de Expósitos cuando estaba en la calle Rosario Cepeda.

 

 
 
Fresco de los Apóstoles en la Casa Cuna de Cádiz

 

Dicha pieza la recogen Aristides Pongillioni y Francisco de Paula Hidalgo en su "Crónica del Viaje de SS.MM. y AA.RR. a las provincias de Andalucía en 1862-1863" (Cádiz, Edmundo Gautier Editor, 1863):

 

"Llegaron a la Casa de espósito donde fueron recibidos por el Sr. Gobernador Civil, Junta Provincial de Beneficiencia, diputados provinciales y Señoras de la Junta protectora y conservadora de maternidad y espósitos. Los regios viajeros entraron primero en la capilla, donde pudieron admirar el grupo del ángel sosteniendo en sus brazos a la Magdalena moribunda , soberbia escultura de la célebre doña Luisa Roldán. Después visitaron el establecimiento, cuyo buen orden revela el incesante cuídado de las Señoras de la Junta".

 

Enrique Romero Torres, en su "Catálogo Monumental de España. Provincia de Cádiz (1908-1909", editado en 1936, no deja de mencionar tan acreditada obra:

 

"Casa de Expósitos. Esculturas. Tiene una pequeña capilla, en cuyo altar mayor hay una bonita imagen de la Magdalena en agonía, sostenida por un ángel. Se atribuye este grupo escultórico a Dña. Luisa Roldán, conocida por la Roldana)".

 

En el Catálogo de Andalucía Barroca (Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2007), concretamente en su apartado de Cádiz y La Roldana, los historiadores Lorenzo Alonso de la Sierra y Francisco Espinosa de los Monteros también hacen alusión a la obra. Por su parte, María Victoria García Olloqui con la que tuve la ocasión de contrastar una cabeza de Dolorosa de corte académico aparecida en un taller de restauración próximo a la mencionada Casa Cuna, la recoge en su obra "La Roldana" (Sevilla, Guadalquivir, 2000). Recientemente, la historiadora australiana Catherine Hall-Van den Elsen. en su publicación "Fuerza e intimismo: Luisa Roldán, Escultora (1652-1706)" (Biblioteca de Historia del Arte. Consejo Superior de Investigaciones Científicos), también se hace eco de tan reconocida obra.

En la citada exposición permanente sobre la explosión de 1947 en el castillo gaditano de Santa Catalina, no deja de ser curioso ante las imágenes de la destrucción, en casi su totalidad, de los centros Casa Cuna y cercano sanatorio, de esculturas, entre otros objetos expuestos como un Sagrado Corazón en terracota y un Crucificado de mesa de altar con más que evidentes rasgos con vinculación evidente a la obra de La Roldana.

 

 

En Cádiz hay testimonios que hablan sobre que la Magdalena de Luisa Roldán presidía el altar mayor de la capilla de la calle Rosario Cepeda, pero no que se llevara a la nueva sede de Tolosa Latour; si se trasladó sería a la Casa Cuna, o más bien a la capilla del sanatorio, edificio cercano y con una capilla de mayores proporciones. Pero a día de hoy, quedan tan solo suposiciones, al no existir documentos que lo acrediten.

En conversaciones mantenidas con una Hermana de la Caridad que atendía por aquellos años los mencionados centros, es curioso que no recuerde nada de tan llamativa obra, alabada por eruditos e historiadores. Sin embargo, sí hemos podido mantener varias conversaciones con un testigo que vivió hasta un año anterior al siniestro en un pequeño chalet frente a la nombrada Casa Cuna. Se trata de Concepción de Porres Sarmiento, hija del capitán Enrique de Porres Fajardo, militar y periodista que fue represaliado siendo secretario del alcalde de Sanlúcar de Barrameda, un hombre que, con gran espíritu solidario, defendió con valentía unos salarios más justos para los jornaleros, preservando sus derechos, y fue fusilado el 19 de agosto de 1936. Militar de intachable conducta, con amplia conexión con Ramón Franco Bahamonde, también militar, aviador y político. Existen cartas entre ambos personajes a las que hemos podido acceder.

Doña Concha de Porres recuerda como su madre, dada la cercanía entre la casa que habitaban y la Casa de Expósitos, la enviaba a cortar flores de su jardín y llevarlas a la pequeña capilla del inmueble. Recuerda el reducido espacio de su interior así como un Cristo Crucificado y una Virgen Milagrosa, no mencionando para nada la que, indudablemente, sería la llamativa talla de la Magdalena en una posición tétrica y desconcertante para una niña de diez años. Todo ello plantea la más que probable posibilidad de que la obra de La Roldana no saliera de su primitiva ubicación en el centro de Cádiz. Que permaneciera expuesta la obra al seguir el centro con otras actividades y, por supuesto, con la atenta mirada de los que sabían su valor artístico.

Queda pues esta pequeña reseña de un hecho a día de hoy por esclarecer, con descubrimientos como el encontrado recientemente por el amigo e historiador Juan Antonio Fierro Cubiellas, de una publicación titulada "Biblioteca del Artista Pintor por el Excmo. E. Ilmo Sr. Don Cayetano del Toro y Quartiellers. Doctor en Medicina y Cirugía y Expresidente de la Academia de Bellas Artes de Cádiz" (tomo II, Biblioteca Municipal José Celestino Mutis. Cádiz, Cádiz Tipográfica Gaditana de Francisco Rodríguez de Silva, 1902), con aporte fotográfico de la existencia de frescos decorando la pequeña capilla.

Podemos terminar anotando que una obra descrita por su excelente factura, tendría un seguimiento cercano a lo largo de nuestra historia por parte de historiadores y eruditos, sin faltar especuladores. Antonio Muñoz Molina nos recuerda en su obra "Los últimos testigos" que el pasado se inunda muy fácilmente de desconocimiento y de mentiras, y que una comunidad civilizada se basa en gran medida en una conversación entre los vivos y los muertos, siendo nuestra tarea atestiguar lo que hemos visto con nuestros propios ojos, incluso cuando parezca que nadie está interesado, y también contar lo que nuestros mayores nos contaron, lo que de otro modo no habría dejado huella en el relato de la Historia, con el convencimiento, a la vez como menciona Marcos en su evangelio, que no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido, que no haya de salir a la luz.

 


 

 
 
Versión iconográfica de la Hispanic Society de Nueva York

 

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