SAN MAURO DE LA PUNTAGORDA

Texto y Fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

SU DEVOCIÓN EN LA PALMA

Fray Alonso de Espinosa escribía en su obra de 1594 titulada Historia de Nuestra Señora de Candelaria que la devoción al bienaventurado San Amaro (patronímico muy difundido por los portugueses) o San Mauro (variante equivalente en español), "que es lo mismo", fue muy intensa en el Archipiélago Canario durante el primer siglo de su evangelización.

A este enigmático discípulo de San Benito se le da culto con especial arraigo en Galicia y Portugal bajo la advocación de San Amaro. También en Madeira existen numerosas ermitas dedicadas al santo milagroso, incluso desde el siglo XV, por lo que no sería muy descabellado suponer que haya llegado a Canarias a través de la importante colonia madeirense que aquí se estableció.

En nuestra Isla era rara la ermita o templo que no contase con una imagen de este santo benedictino. Ya en los siglos XVI y XVII era muy venerado en Barlovento (escultura inventariada en 1664), Villa de San Andrés (1629), Los Sauces (1616), La Galga (1602), Puntallana (1602), Breña Alta (1616), Santa Cruz de La Palma (1546), La Galga (1602), Las Lomadas (1568) y en Puntagorda (1577). En este último pueblo norteño, la iglesia erigida sobre 1553 por los primigenios habitantes fue consagrada a su querido patrón San Amaro. Lamentablemente han desaparecido las tallas de Las Lomadas, de Breña Alta, de Barlovento... Curiosa es la historia de la talla de San Amaro de la capital palmera. Ésta fue salvada junto con la imagen titular de la ermita de Santa Catalina de Alejandría cuando una terrible avenida del barranco arrasó el templo reduciéndolo a ruinas. Fueron depositadas provisionalmente en la ermita de San José. Actualmente la preciosa imagen flamenca de la Santa se halla entronizada en su propio retablo, también rescatado, en la ermita de San Sebastián, ignorándose dónde se halla la de San Amaro.

Desde mediados del XVIII esta advocación pasó esporádicamente (luego de forma genérica) a llamarse San Mauro Abad. Viera y Clavijo comentaba: "el lugar donde está la parroquia se llama la Lomada de San Amaro…" Así mismo, Madoz en el siglo XIX registraba los dos nombres actuales: "distribuidas en cuatro lomadas denominadas de San Mauro ó San Amaro". En Sala Capitular de la "Catedral de Canarias" se encuentra un documento en el que se desglosan por pueblos y parroquias "los padrones de La Palma" en 1819. Allí se lee: "Punta Gorda, San Amaro, año 1819: "Lomada de San Amaro, Lomada de Inaguada, Lomada de San Roque y Lomada del Pilar con 155 casas." Cazorla León lo recoge en un apéndice de su obra acerca de los beneficios palmeros.

En referencia a este punto, en el trabajo de Tejera Grimón se lee: "A lo largo de la historia se ha producido una ambigüedad en su denominación radicando en que la imagen de su titular, San Mauro Abad, ha sido confundida con la advocación de San Amaro, debido al equívoco existente tanto por tradición oral como por las fuentes escritas, que le han designado, indistintamente, el mismo nombre…" Queda aquí constancia de su opinión.

Don Leoncio Afonso Pérez recogía las siguientes frases en su artículo del 7 de febrero de 1982, recogido en el trabajo de Padrón Hernández y titulado San Amaro: mito solar y Atlántico: "San Amaro se ha desvanecido del espíritu palmero, recientemente todo se ha puesto contra él, se abandonó su templo, después de desvalijarlo, sólo faltó la purificación por el fuego para consumar la destrucción, dejada a cargo del tiempo, el racionalismo incrédulo se ensañó con él. Ahora el patrono de Puntagorda se encuentra en otro templo "nuevo" y ya no es San Amaro, le han convertido en San Mauro, Abad francés sin arraigo alguno. Para forzar su olvido también se cambia la fecha de su fiesta y así no guarda relación ni con el equinoccio, ni con la cosecha, desvinculando de su raigambre campesino…"

Largas peregrinaciones de devotos agradecidos por su intersección llegados de todos los puntos de la Isla acudían en romería a ofrecer al santo numerosos exvotos, "manos, pies, brazos, ojos de cera en señal de milagros" (Lavandera). El profesor palmero Pérez Morera también indicaba que era tal la cantidad de dones y ofrendas entregadas al Santo que su número llegó a preocupar a las autoridades eclesiásticas, "que prohibieron que se colocasen públicamente".

Esta profunda devoción hacia el Patrón de Puntagorda hizo que llegaran a su santuario ricas piezas de orfebrería remitidas desde América por emigrantes palmeros que agradecían su intersección por haber encontrado suerte en aquellas lejanas tierras. Así, por ejemplo, enviada por el presbítero Domingo Pérez desde México antes de 1661 es la preciosa lámpara de plata de unos 37 cms. de diámetro. También es de plata sobredorada una corona imperial procedente de Perú y datada en 1667 que lleva la Virgen del Rosario sobre sus sienes. Fue enviada desde aquel país por Francisco González Cortés "juntamente con una lámpara y un cáliz que hoy no existen" (G. Rodríguez).

Con relación al rico patrimonio arquitectónico de La Palma, existen templos que han quedado lamentablemente abandonados al construirse nuevos complejos parroquiales, como ocurre con Nuestra Señora de Bonanza en El Paso, San José en Breña Baja y la que nos ocupa, San Mauro Abad en Puntagorda.

 

LA PRIMITIVA ERMITA

El alcalde de la capital palmera Lorenzo Rodríguez en sus célebres crónicas informaba de que "nada se sabe con certeza acerca del origen y fundación de esta parroquia, porque en el incendio de la casa rectoral sucedido el 31 de agosto de 1811, siendo párroco Don Pedro Manuel González de los Reyes, pereció el archivo, que parece se hallaba en ella". En el trabajo sobre el templo, también Padrón Hernández afirma que "no se sabe con certeza en qué año fue construida esta iglesia, tampoco cuando se fundó o cuándo se abrió al culto".

Sin embargo, la iglesia de San Mauro o San Amaro de Puntagorda -como antiguamente se conocía-, tuvo que ser uno de los primeros templos fabricados en La Palma, puesto que "es el sexto beneficio que se creó en virtud de la Real Cédula de Felipe IV de 24 de mayo de 1660, después de los tres de la ciudad y los de Puntallana y San Andrés". Un siglo antes, el 2 de mayo de 1571, en una visita que efectuó el Obispo Fray Juan de Arzólaras - recogida en el Libro de Mandatos de la parroquia de la Villa de San Andrés - se dice que, "habiendo visto su Iltma por vista de ojos que además de las tres parroquias principales, a saber, la de esta ciudad, Puntallana y San Andrés, había otras seis pilas bautismales, entre las cuales cita a la de San Amaro de la Puntagorda…"  En esta Visita, el prelado dispuso que, en atención a los malos caminos y a las enormes distancias que tenían que sortear los feligreses para recibir los sacramentos de manos de los beneficiados, se contase con capellanes asalariados que percibirían 120 doblas cada uno.

En el testamento de Margarida Sánchez, mujer de Rafael Borlengo, "corredor de lonja", fechado el 30 de septiembre de 1553 se lee: "Manda a la ermita de San Amaro, que al presente se funda y hace en el término de Puntagorda, unas artes de lienzo de ruán, con una sanefa de deshilado blanco para que sirvan en el altar, y 4 reales para ayuda de su obra…" De este extracto se desprende que fue aproximadamente aquél el año de la fundación de la antigua ermita, asentada en un hermoso paraje situado a unos 450 metros sobre el nivel del mar. Leticia Tejera nos informa de que estamos ante un "histórico lugar donde en sus alrededores se produjeron los primeros asentamientos del municipio".
Padrón concluye: "existe en el Archivo Parroquial un Libro de Visitas y recaudación de cuentas del Mayordomo del año 1577". A fines del siglo XVI había trabajado en el templo el carpintero Mateo Afonso, obra que fue perdiéndose con el paso de los siglos, "llegándose al siglo XVIII en un lamentable estado de ruina" (Tejera).

En la visita realizada en 1679 por el beneficiado Juan de Guisla se hacen diferentes anotaciones y descripciones acerca de otras que se produjeron (allí la más antigua data de 1603) y de los libros que se hallaron en el templo. Estos se refieren a las inscripciones de bautizos, defunciones, bodas, confirmaciones, etc. En aquélla de 1603 se hace una descripción de cada una de las visitas y que en adelante se han de realizar. Según Padrón Hernández, éstas serían "Visita de sagrario, de pila y santos óleos, de iglesia y altares, de coro, de sacristía y ornamentos, de beneficiado, clérigos, sacristán y alguacil, de archivo y de mandatos, de cofradías, de ermitas y oratorios, de capellanías y memorias perpetuas, de obras pías, de testamentos, de abientestados, de pecados públicos, Condenaciones, Mandas forzosas, derechos de visita, conclusión de la visita".

Tuvo mala fortuna la segunda fábrica que se reedificó a partir de 1797. En ella participó activamente el albañil Domingo Fernández de Crespo tras la licencia que dieron las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, un devastador incendio destrozó la iglesia. Se procedió a su reconstrucción en forma de cruz latina (tal y como lo atestiguan las ruinas) y de una sola nave.

El propio Lorenzo indicaba que "la parroquia es de una sola nave, y es una lástima que habiendo sido reedificada a principios de este siglo, o fin del anterior, se hubiese dejado en el sitio en que hoy se encuentra y no se hubiese llevado a donde principiaba ya a fomentarse la población. En este distrito parroquial no hay ninguna ermita". Efectivamente, la parroquia actual se construyó en lugar bien distinto al que ocupaba este bello templo original, más cerca del incipiente núcleo poblacional. Se reedificó a mediados del siglo XX y fue abierto al culto en la Semana Santa de 1960.

Su simétrica fachada está marcada por un arco de medio punto labrado en buena piedra y, como elemento peculiar de nuestra arquitectura palmera, un bonito balcón de madera que da al coro. Éste es un elemento significativo "no sólo desde el punto de vista formal, por el tratamiento de sus elementos, sino también por los espacios que define esta estructura". La espadaña tiene capacidad para dos campanas grandes y una pequeña en el centro y está rematada también en piedra labrada, sobre la que aparece una pequeña cruz.

Esta iglesia de "Señor San Amaro del Lugar de la Puntagorda" (según su denominación de la Visita de 1679) se encuadra, según Padrón, en el período intermedio del Gótico, aunque posee algunos elementos significativos -como hemos visto y veremos-, uno de los más destacados es "el arco ojival que divide el espacio entre la nave de la iglesia y el antepresbiterio". También es digna de mención la puerta en madera calada del baptisterio. Tejera es tajante al afirmar que en la ermita "conviven el mudéjar y el gótico, siendo además la única iglesia de Canarias que teniendo dos arcos torales, uno de ellos, el del antepresbiterio, es de línea ojival".

El Decreto 602/85 de la Consejería de Cultura y Deportes declara, entre otros, Monumento Histórico Artístico de interés para la Comunidad Autónoma de Canarias, la "Iglesia de San Mauro Abad y la Casa Parroquial (antigua casa del Pósito Municipal) en Puntagorda, La Palma". Esta denominación de acuerdo con la Ley de Patrimonio Histórico 16/85, de 25 de junio, es de Bien de Interés Cultural, con declaración de Monumento.

 

EVOLUCIÓN DEL TEMPLO

Se comienza a tener constancia de las deficiencias de la ermita en 1679. En la visita efectuada en ese año se dejaba constancia de que cuando llovía, el agua inundaba el interior del templo, por lo que se instaba a que fuera restaurado el tejado durante el verano. La pared de la capilla mayor "estaba vencida" en 1701. Sus paredes también presentaban un lamentable estado en 1705. Se comienza a reedificar en 1707 con aportación de los vecinos y en 1718 consta haberse iniciado el arreglo de la capilla mayor; unos trabajos que duraron hasta 1757.

La ermita amenazaba ya ruina en 1788 "mandando que se asegure esta fabrica poniendo un estribo". También se pedía que se colocase una puertecita bajo el coro para poner los trastos y adecentar la iglesia. Se construye la sacristía en 1782 y el campanario en 1789. Anteriormente, el que existía lo conformaban "tres palos a la puerta de la iglesia y en ellos una campana pequeña". En la visita del obispo Folguera y Sión de 1831, éste ordenaba la venta de una lámpara para que, con su importe, se procediera a iniciar nuevas obras y a comprarse cuatro faroles para las procesiones, tela para capa, casulla, etcétera. También para que se compusiese el piso de la ermita, etcétera. En el archivo de la Parroquia de El Salvador, en un expediente de 1849, consta cómo era urgente la necesidad de hacer reparos y reformas que serían sufragadas por "las limosnas de Cofradías del Santo Patrono". Con esta aportación se finaliza una pequeña capilla donde se encuentra la pila bautismal y sirve de "local donde se depositasen los cadáveres e igualmente para vestirse y desnudarse las hermandades del Señor y del Rosario" Los jornales de albañilería y carpintería ascendieron a veinticuatro pesos en otras reformas que se hicieron durante ese año de 1849. Anteriormente se tuvo que trasladar la pila bautismal de sitio, al actual baptisterio, desapareciendo de su primitivo lugar, junto a la entrada principal. Esta pila está ricamente decorada y pintada, siendo de "canto de La Gomera", como se decía en la Visita de 1679. Son importantes los trabajos realizados en madera de tea, especialmente las pilas de agua bendita que se apoyan en sendas columnas del coro.

En el incendio del 31 de agosto de 1811 desapareció parte del archivo parroquial y también algunos retablos resultaron deteriorados. Tejera Grimón informa de que se procedió a sustituir estos altares por otros con "elementos neoclásicos ya en boga en ese momento". Al igual que en El Salvador de la capital palmera, se actuó en el conjunto de la ermita adaptándolo al nuevo estilo: el Neoclasicismo. El polifacético Cura Díaz había dirigido una serie de polémicas intervenciones en el interior de la Parroquia Matriz, como la sustitución del magnífico altar mayor, "famoso en todas las islas", por otro ejecutado en 1826 por el arquitecto José Joaquín Martín de Justa (1784-1842), "adaptando para Puntagorda el dibujo utilizado" en dicho retablo. En él, San Mauro ocupaba la hornacina central y única que se erigía sobre una mesa de altar. A ambos lados se situaban grandes pilastras planas pareadas y coronadas por capiteles corintios. Su restaurador Pablo Amador recuerda que el capitalino había levantado recelos entre la población palmera "al vincularlos con los modos y emblemas masónicos, cuya relación queda patente en las semejanzas que el profesor Pérez Morera encontrara en el retablo de El Salvador y la portada del templo masónico de Santa Cruz de Tenerife". Tejera concluye su estudio sobre la pieza de Puntagorda con estas palabras: "la abundancia de semejanzas y su carácter significativo nos hacen pensar que éste sea un ensayo previo a la gran obra de Martín de Justa, el retablo mayor de El Salvador". Lamentablemente muy poco queda de los valores cromáticos originales. La misma autora nos informa de que "como mucho parte de las guirnaldas que decoran el parapeto superior, también presentes en una de las partes del entablamento, aunque ocultas por un repinte marmóreo".

En 1872 se rebaja en más de medio metro (65 cms.) el nivel de la capilla mayor, "colocándose la escalinata junto al arco toral". También se pone el pavimento de cerámica de color en ella y en el presbiterio, mientras que el de piedra original se coloca en la sacristía.

En el detallado estudio sobre la ermita, Padrón Hernández también analiza la situación actual. Ciertamente no han existido modificaciones desde aquéllas hasta el siglo XIX, "salvo el corte de piezas de madera de la sacristía sobre 1950". Después de la edificación de la nueva ermita en el núcleo del Pino de la Virgen, el templo original entró en un profundo proceso de deterioro por su abandono.

En 1988 el Gobierno Canario ejecuta un esfuerzo con estructura metálica, consistente en un apuntalamiento de las paredes Sur y Este, así como la esquina Suroeste de la ermita. Interiormente se realizó el refuerzo en la nave y presbiterio, "centrándose esta acción en las techumbres". En 1992, para evitar el desplome de la espadaña, más concretamente el campanario, se produce una nueva intervención.

"Tras largos años de abandono, la antigua iglesia de San Mauro Abad ha visto finalizadas sus obras de rehabilitación en agosto de 2002". (Tejera)

 

ANTIGUOS BIENES PATRIMONIALES

En el inventario efectuado por el célebre beneficiado y Visitador Juan de Guisla en 1679 se desprende la gran importancia que la antigua parroquia tenía en la época. Lamentablemente muchos de los objetos, cuadros, tallas, etcétera no han llegado hasta nuestros días.

Entre las imágenes destacan "una imagen de sor San Amaro de talla en el nicho principal del altar mayor, una del apóstol San Pedro en talla en el segundo nicho, una de San Franco, de talla en el tercero, un crucifijo de talla en su altar, una imagen de Nuestra Señora de la Encarnación de vestir, una de Santa Lucía de talla, una de San Blas de talla, una de Santa Apolonia pequeña de talla, una de San Cayetano de talla, una de Nuestra Señora del Rosario de vestir con niño en las manos en su altar… cuatro pinturas en lienzo con guarnición, las dos de Nuestra Señora del Rosario y de Candelaria sobre puertas en los paineles del Retablo del Altar Mayor…", en cuanto a las "cosas de piedra", se lee "tres piedras de ara una en el Sagrario y dos en los altares".

 

HAGIOGRAFÍA

San Mauro de Glanfeuil o San Mauro Abad (en este caso no hay que confundirlo con San Mauro de Roma o San Mauro el Africano), cuya onomástica se celebra el 15 de enero, fue un monje benedictino nacido en Roma hacia 500 y criado en Subiaco bajo la dirección de San Benito. Con él fundó la abadía del monte Cassino (Montecasino) en 528. Tras fundar el monasterio de Glanfeuil (hoy San Mauro de Loira), el más antiguo establecimiento benedictino de Francia, murió en 584.

Su relicario fue trasladado cerca de París hacia 868, pueblo llamado desde entonces Saint Maur lès Fossé en su honor, convertido rápidamente en un lugar de peregrinación. Uno de sus más insignes devotos fue el emperador Carlos IV de Bohemia, aquejado de gota. Ya desde la Edad Media se le invocaba también para la curación de la cojera, así como de los calambres, de la ronquera, de los resfriados, de los dolores de cabeza y del reumatismo. Se dice que había salvado de un estanque a San Plácido sin coger el menor resfriado. Es el Patrón de los hortelanos, de los carboneros y de caldereros. En el siglo XVIII la sabia congregación benedictina francesa adoptó el nombre de congregación de Saint Maur.

 

ICONOGRAFÍA

Se le suele representar con sayo y capuchón y como atributo personal un báculo abacial cuya voluta se curva hacia el interior. A veces una muleta colocada a sus pies alude a su patronazgo de los cojos y gotosos.

En el caso concreto de Puntagorda, la primitiva representación del patrón consistía en un "San Amaro de bulto pequeño" (Inventario de 1574). Más tarde fue sustituido por la bella imagen actual en madera policromada, relacionada por primera vez en 1577 como una "imagen de San Amaro de bulto grande en vn tabernáculo de madera con sus puertas" (Lavandera). En el inventario realizado en la visita de 1603 se describe como "Vna Ymagen del de Sor San Amaro detalla en el nicho prinsipal del Altar mayor". También se dice "laYmagen de San Amaro detalla de Rasonable hechura esta este altar desente…"

La que actualmente desfila procesionalmente no fue concebida para tal fin puesto que su parte posterior no está tallada. Por ello se cubre con una amplia esclavina oscura o hábito negro ribeteado en dorado con capucha. Otras veces se le coloca un manto o capa de brocado clara bordada con decoración floral, etcétera. Sostiene un libro abierto de la regla benedictina de tapas rojas con su mano izquierda, mientras que con la derecha aguanta un largo báculo abacial de plata, por haber sido el primer abad de la Orden en Francia. Está coronada su cabeza con una bella mitra de plata repujada en su color.

Los orgullosos lugareños celebran la festividad de su Santo Protector durante la primera quincena de agosto, aunque, antiguamente, este acontecimiento se marcaba en el calendario el 15 de enero, su onomástica. En 1916, el párroco don Bienvenido Serra trasladó la fiesta al mes de septiembre, para más tarde hacerlo como es en la actualidad.


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