LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA
DE LA CANDELARIA DE SANTA CRUZ DE LA PALMA
Texto y Fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
Esta bella y acicalada ermita, ubicada en el pago capitalino de Mirca, que costeó de su propio caudal el Maestre de Campo de las Milicias Insulares y Alguacil Mayor de La Palma, don Andrés Maldonado, la dedicó a Nuestra Señora de Candelaria, San Andrés -patrono del fundador- y San Bernabé. Después del pueblo norteño de Tijarafe, el pago santacrucero de Mirca consagró el segundo templo palmero a la Purificación de María.
El caballero fundador de la ermita, Don Andrés Maldonado, fue un acaudalado comerciante que había hecho una enorme fortuna mediante el tráfico de vinos y esclavos. Otorgó en el año 1626 poder en razón del pleito que seguía contra los bienes y herederos de Gaspar González de los Reyes, "que pereció en la mar viniendo de La Hauana para España, por naufragio que le subçedió, por ayer cobrado el proçedido de las pipas de vino, esclavos y otras cossas míos propios que los reçebió, vendió y administró".
Así mismo, Maldonado fue mayordomo de fábrica de la Parroquia de El Salvador de esta capital, bajo cuya administración se construyó la magnífica capilla mayor. También lo fue de la casa-hospital, entre 1603 y 1610, a la que donó en 1614 una cruz de plata que había costado en Sevilla 1.650 reales.
Después de acabar con la construcción de la ermita, en unos terrenos de viña que poseía en una hacienda de Mirca, el provisor del Obispado, el licenciado Ruiz de Alarcón, "hallándose decente", autorizó y dio licencia para la celebración de la misa el 3 noviembre de 1626. Don Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, Alcalde Constitucional de la capital palmera, escribe que fue el mismo día y mes pero distinto año: 1623.
Para celebrar en ella, fundó una capellanía perpetua de una misa todos los domingos y señaló de limosna 3 reales y medio por cada una, para lo que destinó el importe de dos tributos. Así lo dejó escrito en su testamento, otorgado en el año 1629, con el fin de atender las necesidades espirituales de los vecinos. Fue servida regularmente por los frailes religiosos franciscanos.
Juan Bautista Lorenzo, en su obra Noticias para la Historia de La Palma, explica: "El Don Luis Maldonado, primer patrono de esta ermita, agregó este patronato a la vinculación que hizo del décimo de Argual. Testamento ante Juan Alarcón en 2 de Mayo de 1659".
Como en la partición de sus bienes no se hallaron bastantes para la ejecución de este legado, puesto que los tributos asignados habían tenido que darse en pagamento de ciertas deudas, los partidores señalaron la cantidad de 4.000 reales para que, con los 200 que rentasen, se pagaran 182 por las misas y los 18 restantes para los reparos del templo. Con este cargo se adjudicó la hacienda de Mirca a doña María Maldonado y Monteverde, esposa del genovés don Juan Ángel Poggio, Maestre de Campo de La Palma.
El patronato de esta ermita recayó con posterioridad en sus herederos, los Poggio Monteverde, quienes disfrutaron desde el año 1679, del privilegio de poseer oratorio privado en las casas de la hacienda. Dicho privilegio fue concedido por el Papa Inocencio XI al licenciado Juan Bautista Poggio Monteverde -el célebre poeta y dramaturgo- y a su hermana Petronila Poggio a título de nobleza y enfermedades.
Ambrosio Poggio, descendiente también de Luis Maldonado, es inicialmente confundido por don Juan Bautista Lorenzo, como el fundador de la ermita. Más tarde corrige este error donde también amplía que Poggio, patrono también de la iglesia, fundó allí una capellanía de misas rezadas en los domingos del año.
La ermita pasó por momentos de ruina y abandono. Tal es así que en el año 1672 se encontró "muy maltratada y caídas en parte las paredes, de suerte que no se podía celebrar en ella".
Tras una serie de actuaciones y mejoras, en el año 1681 el célebre licenciado don Juan Pinto de Guisla, Visitador eclesiástico, la halló "de mejor calidad, pero el suelo sin ladrillar, como a estado siempre desde que se fabricó, excepto la peana del altar".
Sobre las celebraciones que se hacían en honor de la Virgen de la Candelaria, concretamente en el día de la Purificación, "por su deuoción, nombrando para cada año dos o tres que cuiden de dicha fiesta con mayordomos y se haze con sermón y procesión con la ymagen de Nuestra Señora de Candelaria, que es de talla, en andas…".
El sacerdote recibía, según se cuenta en 1733, "dos ducados y la cera del altar, para lo cual esta se labrada tan delgada que se faltaba a la decencia".
La querida y venerada imagen de la Virgen de Candelaria es una pequeña talla de madera dorada y policromada del primer tercio del siglo XVII, a la que se adorna con ampulosos ropajes y gran manto y joyas, corona imperial, una vela bellamente decorada, etcétera. Es coetánea de la consagración del recinto y, junto con el Niño Jesús que porta en su brazo izquierdo, es sin duda alguna, su pieza más valiosa.
Las fiestas en honor a la Virgen de la Candelaria, Patrona de Mirca, se celebran todos los años en su onomástica, 2 de febrero, siendo éstas de un marcado carácter religioso.
Durante el mes de julio tienen lugar las Fiestas Mayores, con un amplio programa de festejos, en el que se incluye la Romería de San José, verbenas, actuaciones folklóricas, actos deportivos, culturales, fuegos artificiales, etc. Es en esta época del año cuando hay más visitantes y es cuando los jóvenes estudiantes del pago capitalino regresan para disfrutar de sus vacaciones. También hay un mejor clima que en febrero, para así desarrollar los actos sin los incidentes que pueden ser producidos por las lluvias y el viento.
En la demarcación del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, además de esta Parroquia, existían otras dos iglesias en los términos de Mirca, ésta de Nuestra Señora de Candelaria, y en Velhoco, la de San Vicente Ferrer. Sus respectivos vecindarios, con el apoyo del Rector del Santuario de Las Nieves, el querido don Pedro Manuel Francisco de Las Casas, iniciador entusiasta de ambas instituciones, elevaron solicitud al Obispo de la Diócesis Nivariense, Don Luis Franco Gascón, para la concesión de tales fundaciones, a la que correspondió positivamente por decreto de uno de febrero de 1977, Víspera de la Onomástica de la Virgen de Candelaria.
Junto a la carretera y en un agraciado recinto almenado -ampliado recientemente como plaza- la Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria, como la inmensa mayoría de las palmeras, dispone espadaña, en este caso con dos campanas y balcón, aquí techado, sobre la puerta principal. Entre 1978 y 1981 se llevó a cabo la reconstrucción de la única nave. Cuenta con sacristía, despacho y dispensario para los vecinos, responsables de la restauración y mejoras interiores, como las cubiertas de madera y el coro.
Podemos admirar en su interior dos óleos de escuela francesa de fines del XVIII que representan a San Andrés y San Bernabé, ambos pintados de medio cuerpo, obra del pintor neoclásico francés Luis Le Gros, residente en Tenerife entre 1796 y 1827. San Bernabé, que viste túnica y palio como los apóstoles, aparece con semblante asustadizo, mirando con grandes ojos abiertos hacia su derecha y empuñando un cuchillo. Este atributo no es muy frecuente en su iconografía. Se cree que, después de haber sufrido el tormento del fuego, fue decapitado hacia el año 61. Se le suele presentar sosteniendo el Evangelio de San Mateo, con el que, según la leyenda, curaba a los enfermos. También una lanza, cuerda al cuello, sobre la hoguera… Incluso el arte medieval lo llegó a recrear con piedras en la mano, hacha o cruz… pero no con un puñal.
La ermita posee también un escaño de madera con la fecha 1696 y los nombres de sus donantes, Carlos y Andrés Tadeo, éste último mayordomo del convento de Santa Clara en 1704 y arrendador del estanco de tabaco en 1707-1709.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves. León, 1980
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma. La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1985
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PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una ciudad. CajaCanarias, Santa Cruz de La Palma, 2000
FERRANDO ROIG, Juan. Iconografía de Los Santos. Ediciones Omega, Barcelona, 1950