LA CAPILLA DE SAN NICOLÁS DE BARI EN LA PARROQUIA DE
SAN FRANCISCO DE ASÍS (SANTA CRUZ DE LA PALMA)
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
Vista General del Retablo |
La saga de los Massieu fue, probablemente, la casa más poderosa y adinerada de cuantas han poblado la isla canaria de La Palma a lo largo de su historia. Su posición dominante se tradujo en fundaciones piadosas, obras pías y encargos artísticos, que pregonaban a los cuatro vientos la opulencia y la riqueza familiar.
Como prueba de la alta posición alcanzada por uno de sus componentes, concretamente por don Pedro Massieu Monteverde, Presidente de la Real Audiencia de Sevilla, miembro del Consejo de Su Majestad y Juez conservador del Real Colegio de San Telmo, no dejará de enviar a Santa Cruz de La Palma desde la ciudad hispalense un extenso catálogo de escultura de los mejores imagineros de la época. También obras de platería, ornamentos para el culto, placas de cerámica con el escudo familiar, tejidos preciosos y así un largo etcétera. Todo ello constituye una excelente embajada del barroco sevillano en La Palma.
El panteón funerario de esta prestigiosa familia fue construido en el Real Ex-Convento de la Inmaculada Concepción de la capital palmera, hoy Iglesia de San Francisco de Asís. Este templo dibuja en planta una cruz latina, de dos brazos no exactamente iguales y formados por las capillas. Sin embargo, éstas son posteriores al incendio provocado por el ataque pirático de François Le Clerc, “Pata de Palo”. Este lamentable incidente obligó a la reconstrucción del cenobio. Por consiguiente, la fábrica primera fue seguramente de una sola nave, con el presbiterio fundado por don Jácome de Monteverde; pero, posteriormente, se ampliaría añadiéndole las capillas que dan la configuración actual: un total de cuatro, dos a cada lado, construidas en momentos diferentes.
Tallas de San José con el Niño y San Pedro (Taller de Pedro Duque Cornejo) |
La capilla, originalmente dedicada a San Pedro, más tarde a San Nicolás, había sido edificada por el Doctor Pedro Escudero de Segura (1570-1626), Protonotario de Su Santidad, con licencia del Reverendo Padre Fray Luis Perdomo, Ministro Provincial de la Orden de San Francisco. Allí fundó una capellanía de “veintinueve misas cantadas con sus vísperas, procesiones, cera e incienso, obligándose a pagar durante su vida 20 reales de limosna a dicho convento y 28 reales después de su fallecimiento”. Así consta en la escritura que otorgó el 8 de Noviembre de 1620 ante el notario público Pedro de Brito Freitas. Después de una larga enfermedad y de haber hecho frente a muchos gastos, su hacienda quedó tan disminuida que “le fue gravoso suplir el costo de su fundación”. Por lo tanto, podía cumplir su promesa en vida, pero no así tras su muerte. Por esto, tras la aprobación del convento, cedió la capilla que había fabricado “apreciada en 8.000 reales y los 3.600 restantes, diferencia hasta los 11.600 reales de plata castellanos del principal de la capellanía, quedarían impuestos sobre casas, tanque, lagar, ermita y tierras calmas que poseía en Breña Baja”, lugar más tarde conocido como “Hacienda de San Antonio”. La comunidad “en atención a las buenas obras que el dicho doctor Escudero ha hecho al dicho convento y limosnas particulares ha tenido por bien aminorar la dicha limosna y que se digan las dichas misas y procesiones pagando tan solamente veinte reales”, aceptó la transacción y se hizo cargo de la capilla por los 8.000 reales de plata para la perpetuidad de la memoria. Así consta en los Archivos Notariales de la ciudad, firmados por Andrés de Chávez en 1626.
La capilla, segunda colateral del Evangelio, recibió cinco valiosas tallas de madera policromada que fueron colocadas en las hornacinas del magnífico retablo, hecho por Bernabé Fernández después de 1721. Todas ellas salieron del taller del famoso imaginero Pedro Duque Cornejo y Roldán (1678-1757), contemporáneo de don Pedro Massieu y Monteverde (1673-1755). Éste último, que fue, además “Oidor de Sevilla”, escribió que, el 15 de junio de 1724, “habia dado al maestro Cornejo 20 pesos a cuenta de tres santos que tengo ajustados en 84 pesos”. Primero envió las imágenes de San Pedro (santo de pila del mencionado oidor) y San José. Más tarde las tallas de San Juan Evangelista, San Juan Bautista (nombre de su hermano mayor Juan Massieu de Vandala) y San Nicolás (titular de la capilla y patrono de la casa por llamare así el primogénito de la misma).
La escasez de espacio produjo en los templos un fenómeno curioso: las grandes familias adquieren por compra capillas para su culto y enterramiento. Pedro Escudero, como vimos, la vendió al convento en 1626 por 8.000 reales, y hace mal negocio, pues sólo la revende por 6.000 reales de vellón antiguos al poderoso don Nicolás Massieu el 25 de mayo del mismo año, “obligándose además a tenerla decente”, ante el escribano público don Andrés de Chávez. Allí yace el capitán con su esposa, doña Ana Van Dalle, iniciando así la tradición funeraria de la familia.
San Nicolás de Bari (Pedro Duque Cornejo) |
Los “Santos Juanes”, esculturas de honda tradición en Sevilla, muestran una calidad superior a las de San Pedro y San José, siendo éstas piezas de taller. Siguen el modelo de sus homónimas de la Cartuja madrileña de El Paular, esculpidas por Duque Cornejo en 1725. El atributo personal del “Evangelista” es una copa dorada que porta en su mano izquierda, símbolo del veneno que, según la “Leyenda Áurea” hubo de tragarse para demostrar la verdad de su predicación. Un gran manto que parte de su hombro izquierdo recubre amplias zonas de su larga túnica, y es recogido por el brazo del mismo lado. Mira hacia el cielo con mirada y semblante de oración y súplica mientras alza su mano derecha. El movimiento viene dado por los pliegues de los ampulosos ropajes y sus manos hacia delante, como también su pie izquierdo, cuya punta sobresale por debajo de la vestimenta. Respecto al “Bautista”, recoge la túnica con su mano derecha para mostrar su bien tallada pierna izquierda, imprimiendo un movimiento perfecto, como si estuviera entrando en el río, mientras señala al “Agnus Dei” o Cordero Divino, situado en el suelo, a su izquierda, situación ésta muy propia del arte del Renacimiento. Porta un cayado en su mano izquierda con un banderín en su extremo, sobre el que descarga el peso del cuerpo. Se le presenta joven y barbilampiño, de corta cabellera negra y con raya en medio; gira levemente su cara aniñada hacia la derecha. Son espléndidos sus ropajes y manto en madera policromada y dorada.
El “San José” es una talla algo más pequeña que las anteriores. Sostiene al Niño Jesús en su brazo izquierdo y lo mira dulcemente. Porta en el mismo lado un largo bastón florido (por influencia de los apócrifos), atributo personal del santo muy usual desde el Renacimiento. Tiene magníficamente tallada su cara, barba y cabello negro. Se le presenta delgado y joven y el movimiento de la túnica talar, el manto terciado y sus pliegues provocan un movimiento tal, que deja entrever también el pie izquierdo adelantado. En cuanto a la imagen de “San Pedro”, está emparejada en calidad con la anterior, por su acabado, tamaño, pliegues... Porta un libro abierto en su mano izquierda y las dos llaves que muestra en la derecha. Una bien tallada barba y pelo corto rizado de color grisáceo.
Pero, sin lugar a dudas, la mejor pieza es el “San Nicolás” (hacia 1724), revestido de pontifical como corresponde a su condición de legendario Obispo de Myra, también llamado de Bari, lugar de sus reliquias. Estamos ante una magnífica talla en madera policromada, con semblante bondadoso y una muy bien tallada barba, de 104 cm de alto, que recuerda al San Leandro de la catedral de Sevilla y al San Pedro de la mencionada cartuja de Madrid. Viste de obispo, con alba, mitra, guantes, estola y capa ancha terciada que recoge bajo su antebrazo izquierdo; porta una larga y fina cruz en su mano izquierda. Como atributos personales propios, mantiene tres bolas de oro sobre un libro en su mano derecha, simbolizando las tres dotes que pagaría a sus tres hermanas para que pudieran contraer matrimonio. De su cuello cuelga una cruz.
San Juan Bautista y San Juan Evangelista (Pedro Duque Cornejo) |
Dos pequeñas figuras se hallan situadas junto al santo, en el nicho central superior del altar. Representan dos milagros de San Nicolás. Por un lado “el Copero” (16,5 cm de alto), cautivo del rey pagano que el santo devolvió a su desesperada familia y “tres niños” (23,5 cm) dentro de una tina de adobar y que fueron resucitados por el Obispo, después de haber sido descuartizados por un carnicero y conservados en sal. Estos aparecieron al final del gótico, aunque es en el Renacimiento cuando ya aparecen dentro del cubo.
El Diario de Avisos del 2 de julio del año 1954 informaba de su festividad: “Triduo a San Nicolás de Bari. Los días 5, 6 y 7 habrá novena a las 9 y media de la noche y el día 7 después de la misma, saldrá procesionalmente la venerada imagen por las principales calles de la ciudad acompañada por la banda de música...”
En el primer vínculo de la rama familiar de los Massieu, conocida como Massieu-Salgado, se incluyó, entre otros asuntos: “la imagen de San Nicolas de Bari que esta en el oratorio de las casas de su habitación con facultad de poder colocar esta en cualquier ermita o iglesia de que fuera dueño y patrono el poseedor de este vinculo”.
La talla que actualmente preside el retablo es la más antigua de todas ellas, y no pertenece al mismo envío. Se trata de la magnífica escultura de origen andaluz de Nuestra Señora de Montserrat, importada por el catalán don Gabriel de Socarrás en el primer tercio del XVI. Ocupaba el retablo de su capilla, hoy del Cristo de La Piedra Fría.
BIBLIOGRAFÍA
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Virgen de Montserrat (Anónimo del primer tercio del siglo XVI) |
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