EL ÁNGEL CUSTODIO EN LA PARROQUIA DE SAN BLAS
DE VILLA DE MAZO (ISLA DE LA PALMA)
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
La tradición y las Sagradas Escrituras fundamentan la existencia de los ángeles, seres espirituales, servidores y mensajeros de Dios, a los que la Iglesia reconoce como verdad de fe. Su representación plástica se remonta a los primeros siglos del cristianismo, pero fue durante el Renacimiento cuando comenzaron a figurarse individualmente de acuerdo a la Jerarquía Celestial de San Dionisio Aeropagita (siglo VI), quien divide esta milicia divina en grupos. Al tercero de ellos corresponde la relación directa con los hombres y está compuesto por principados (que protegen las naciones), arcángeles (mensajeros) y, finalmente, los ángeles que protegen a todos los hombres.
Al Ángel de la Guarda se le invocaba como defensor del alma humana frente a las acechanzas del mal y del maligno. Su auxilio sobrenatural era especialmente invocado para conducir al alma humana en su tránsito hacia el otro mundo. Con frecuencia, los encabezados de testamentos y últimas voluntades contenían invocaciones a su amparo y protección en el paso hacia el más allá. Así, el Capitán Bartolomé Pinto pedía en su testamento, fechado en 1640, que “el ángel de mi guarda me acompañe y defienda hasta ponerme en la presencia de mi Dios y criador, impidiendo al adbersario enemigo Satanás que le siga ni persiga y me deje y no ynquiete”.
A partir del siglo XVI, surge en el mundo católico una nueva devoción: la del Ángel de la Guarda o Ángel Custodio, como reacción frente a la condena que de ella hicieron Lutero y Calvino. Fue un papa, Clemente X, quien la impuso a la Iglesia Universal y fueron los jesuitas los que más impulsaron su devoción. Para la representación del Ángel de la Guarda, los artistas recurrieron en un principio a la imagen del arcángel San Rafael como guardián del joven Tobías, reproducida en numerosos grabados.
La propagación y la veneración por esta advocación angelical será mucho más importante y adquirirá mayor auge durante el siglo XVII gracias a la religiosidad de la Contrarreforma y del Barroco. Un ejemplo es el magnífico óleo sobre lienzo (72 x 53 cm) de escuela italiana del XVII que se custodia aún en una colección particular en La Palma.
“Ángel Custodio que al cielo subiste
Por entre los ángeles carrera hiciste.
Encontraste un niño envuelto en una mantilla,
Le preguntaste de quién era, hijo de la Virgen María.
A la mano derecha tres llavestraía,
Una con que tranca, otra con que abría,
Y otra con que tapa las culpas del alma mía.
El que esta oración rezare
tres veces en la noche, tres veces en el día,
cuando de este mundo vaya cosas malas no vería:
Las puertas del cielo abiertas hallaría,
Y las del infierno nunca más las vería.
Cuatro esquinas tiene mi casa, cuatro celos están ardiendo,
Cuatro ángeles defendiendo, Lucas y Marcos,
Juan y Mateo, que aman a Dios con todo deseo”.
Ángel Custodio
Muchos libros, algunos de ellos llenos de poesía, fueron consagrados al Ángel de la Guarda.
“Esos libros cuentan que un ángel nos acoge al nacer y nos ama desde nuestra infancia; camina a nuestro lado, vela por nosotros y, cien veces, sin que lo sepamos, aparta de nosotros la muerte. Los encuentros decisivos de nuestra vida, los de un hombre, un libro, un gran pensamiento, son ángeles de Dios. El Ángel de la guarda no abandona al cristiano después de la muerte; permanece cerca de él en el purgatorio para consolarle, esperando la hora en que podrá llevar el alma purificada al cielo; vela también por sus cenizas y las juntas piadosamente en espera del gran día de la resurrección”.
Emile Male
La relación más antigua que poseemos de las imágenes pertenecientes al tempo parroquial de San Blas Obispo, en la Villa palmera de Mazo, data del 18 de Julio de 1650 y fue realizada por el licenciado Pedro Escobar Pereira, en su calidad de Visitador Eclesiástico. En ella aparece “un bulto pequeño del Nombre de Jesús”, otro de San Blas y otro de San Sebastián y también las representaciones escultóricas de, entre otros, el “angel de la Guarda y un crusifijo grande”. En el Libro de Visitas del año 1680 figura como “Vna imagen de talla del ángel custodio”.
Por el inventario del año 1745 se sabe también que esta efigie barroca se encontraba en este templo macense, ocupando una de las hornacinas del altar mayor junto a las imágenes de bulto de “San Lorenzo (copatrón), Nuestra Señora del Carmen, San Juan Bautista, Nuestra Señora de los Reyes, San Bartolomé y San Sebastián” Se trata de una talla de madera policromada y estofada, cuyas medidas son: 89 x 35 x 35 cm. Es anónima y data de 1640-1650.
Lamentablemente, de todas las imágenes catalogadas de esta advocación angelical que se hallaban en los templos dispersos por la geografía palmera, sólo se conserva este Ángel Custodio; por cierto, en un lamentable estado de conservación. Así se desprende de los distintos inventarios de Breña Alta (1639), Garafía (1679), Los Llanos de Aridane (1678), Tijarafe (1678) y Villa de Mazo (1650).
El joven Ángel Custodio señala al cielo con el brazo derecho en alto, mientras protege con el otro a una pequeña figura humana -tal vez un niño- que se halla junto a su pierna izquierda y simboliza el alma. El hecho de que indique el cielo sigue un modelo codificado que Interián identifica con una cita clásica: “Sic itur ad astra” ("por ahí se va al cielo"). Prima, por lo tanto, la condición del Ángel Custodio como guía frente a su faceta de protector contra el mal, figurado en ocasiones por el demonio como ser monstruoso. Pero esta propuesta es más amable y a ello colabora la representación de la figurilla humana como infante vulnerable.
Pérez Morera nos informa de que “quizás sea obra del polifacético artista Antonio de Orbarán, que había realizado varios trabajos para la parroquia de Mazo pocos años antes (andas para San Blas, 1639-1642; dorado del retablo mayor, 1629-1637)...” El mismo investigador palmero confirma que fue el propio escultor y retablista quien declara en su testamento de 1671 haber esculpido una imagen similar “del ángel de la guarda con la de un niño que aconstumbra tener, la qual con el dicho niño tengo echa y formada en madera...”. Una escultura que, posiblemente, fuera la que estaba destinada a la Capilla del Ángel de la Guarda (originalmente Capilla de San Lázaro) que Juan Antonio de los Ángeles Fort y su mujer Ana Álvarez de Rivera habían fabricado en el templo de Santo Domingo de La Orotava (Tenerife). En esta iglesia los dominicos les habían cedido un sitio junto al antecoro en el año 1668.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Protocolos Notariales, 1668, [José Hurtado de Mendoza]
Archivo Parroquial de San Blas, Villa de Mazo, Libro de Visitas, folio 60, Visita del obispo Juan Francisco Guillén, inventario, 27 de Mayo de 1745; Cuentas de Fábrica, Inventario, 18 de Julio de 1650; Libro de Visitas, folio 15, 1680.
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- Idem. Ángeles y Arcángeles. Cinco Siglos de Arte en La Palma, Madrid, 1995.
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