LA SEMANA SANTA DE REALEJO BAJO RECUPERA LA URNA DEL SANTO ENTIERRO
José Cesáreo López Plasencia (16/03/2024)
La parroquia matriz y consagrada de La Concepción, de Realejo Bajo (Tenerife), está de enhorabuena, no en vano está próxima a recuperar uno de sus más hermosos tronos procesionales. Hacemos referencia a la Urna del Santo Entierro, obra realizada a mediados del siglo XVIII, y cuya delicada hechura, en 1996, ya relacionamos con el quehacer del ensamblador, tallista y escultor galo Guillermo Veraud (doc. 1710-1752), avecindado en Realejo Bajo. Este hermoso conjunto, confeccionado en madera ricamente tallada, policromada y sobredorada en pan de oro fino, para acoger la talla del Cristo Yacente, fue lamentablemente pasto de las llamas en el incendio que redujo a cenizas el referido templo parroquial, el 5 de noviembre de 1978. Tras el siniestro, y gracias al empeño del que fuera su mayordomo hasta hace unos años, el carpintero local D. José Hernández Siverio, y a la colaboración de la feligresía, pronto se llevó a cabo el proyecto para recuperar la pieza desaparecida, interviniendo diversos artífices. Este es el caso del mencionado Hernández Siverio, autor de las labores carpinteriles; de D. José Navarro, a quien se debe la talla de las cuatro columnas; el escultor D. Ezequiel de León y Domínguez (1926-2008), quien realizó diversos moldes para las tallas; el diseñador D. Eleuterio Garrido Luceño y D. Pablo Martín Abrante, quien talló la cubierta para la Semana Santa de 1994. Un excelente equipo de artistas y diseñadores que aunaron esfuerzos e ideas con el fin de llevar a cabo el proyecto. Ya el Viernes Santo de 1981, siendo párroco el Rvdo. D. Ramón Padilla Brito, la primera fase de la nueva Urna desfiló desde el Santuario del Carmen, no siendo hasta la Semana Mayor de 1994, la primera celebrada en la reconstruida parroquia matriz, cuando culmina el proceso de talla con la finalización del pabellón. |
Sin embargo, el proceso de dorado del conjunto habría de esperar aún algunos años, pues no fue hasta la primera década del presente siglo cuando se empezaron a dorar las primeras piezas del trono: las cartelas frontal y trasera, el florón del remate, los flameros y las cuatro sinuosas columnas que soportan el pabellón. En 2019, un pequeño grupo de feligreses retoma el proyecto de dorado, poniéndose en contacto con el artista de la vecina Villa de La Orotava Pablo Cristóbal Torres Luis, escultor, restaurador y dorador, quien realiza un presupuesto para ejecutar el trabajo empleando láminas de pan de oro fino de 22 kilates (91,67 % de pureza), mucho más duradero que el oro puro. El ilusionante proyecto dio sus primeros frutos en mayo de 2020, cuando con gran alegría se presentaron doradas las cartelas laterales, que fueron expuestas en la capilla del Señor con la cruz a cuestas de la parroquia matriz. Sería en 2021 cuando se pudo admirar la siguiente fase del proyecto: la cornisa, guardamalleta y borlas que rodea el conjunto. Al año siguiente se concluyó el dorado y policromía del intradós del pabellón o dosel, donde destaca la rica policromía y el oro, incluyendo el artista exorno fitomorfo de clara simbología pasionista, caso de la pasiflora o Flor de la Pasión. |
En el presente año 2024 ha culminado la fase de dorado y policromía del trasdós del pabellón, ricamente tallado a base de motivos florales y vegetales, y segmentado por ocho nervaduras que nacen en el florón terminal. Las tallas, doradas sobre un fondo policromado en rojo y negro que simula láminas de carey, no hacen sino emular los ricos tejidos bordados y brocados del Barroco, rematados por flecadura y borlaje. La imitación de las chapas de carey en el exterior de la cubierta -un material muy costoso extraído de la tortuga marina homónima, y procedente del antiguo virreinato de Nueva España- permite relacionar el trono de Los Realejos con otras urnas procesionales en las que se empleó este codiciado material (Granada, 1676; Salamanca, ca. 1679; Sevilla y Logroño, 1693; Écija, 1711; Utrera, 1760) o fue simulado mediante una técnica que consistía en aplicar laca sobre papel vegetal, como se hizo en el ejemplar de la parroquia de La Asunción de Navarrete (la Rioja). Asimismo, la apariencia de la Urna realejera, dotada de gran suntuosidad, evoca en buena medida la labor desarrollada por grandes ebanistas y decoradores en la Francia del Setecientos, coincidiendo con el período del denominado barroco Luis XV (1715-1774), estilo característico, fundamentalmente, del ámbito de las artes decorativas. En efecto, el rico despliegue ornamental que cubre el sepulcro realejero, combinando la madera tallada a realce y sobredorada, destacando sobre la policromía que imita las exóticas chapas de carey, entronca con la labor llevada a cabo por grandes maestros galos, que trabajaron en la decoración de diversos palacios (Louvre, Versalles) y castillos (Chantilly, Cheverny) realizando consolas, mesas, repisas para chimeneas o escritorios, así como la decoración de los techos y marcos de espejos, puertas y ventanas. Sirvan de ejemplo, entre otros, los artífices Charles Cressent (Amiens, 1685 - París, 1768), una de las grandes figuras de la ebanistería barroca Luis XV, y Jean-François Oeben (Heinsberg, 1721 - París, 1763), nombrado ebanista del Rey en 1754 y marqueteur. Al primero se debe, entre otras creaciones, la hermosa cómoda (1730) que se conserva en Waddesdon Manor (Inglaterra), mientras que Oeben es autor del célebre Bureau du Roi (Escritorio del Rey, 1760), trabajo que, concluido por su discípulo Jean-Henri Riesener (Westfalia, 1734 - París, 1806), podemos admirar en el Palacio de Versalles. |
Por otra parte, hemos de indicar que para finalizar el proyecto de dorado de la Urna de Los Realejos, tan solo resta la peana, exornada con guardamalleta y borlas, y la restauración de los cuatro delicados ángeles sedentes y plorantes que, situados sobre cojinetes de terciopelo rojo, portan las Arma Christi (gallo, columna, Santa Faz, tenazas, flagelos). Estas pequeñas esculturas no perecieron en el referido incendio, pues se encontraban en el domicilio particular del antiguo mayordomo del paso. Se trata de un interesante conjunto de tallas dieciochescas que, con muy buen criterio, desde junio de 2015 acompañan al Cristo Yacente en su sepulcro ubicado en la predela del retablo del Calvario, que se localiza en la capilla homónima de la cabecera de la nave del evangelio. Hemos de indicar que el trono este año se verá enriquecido por una labor de arte suntuario. Nos referimos al cojín sobre el que reposará la cabeza del Cristo Yacente (Ezequiel de León y Domínguez, 2002), confeccionado por el conocido bordador lagunero Álvaro José Rivero Delgado. El trabajo, realizado en oro y seda matizada sobre tisú de plata blanco, reproduce con gran finura el bordado conventual de los siglos XVIII-XIX, realizado a bajo realce, de composición simétrica, y enriquecido con canutillos, lentejuelas, chapetas, perlas y cristales. La obra está ribeteada en su contorno por flecadura de canutillo y borlas de oro entrefino rematadas con canutillo y tirabuzones, realizadas por el cordonero sevillano Jesús Spínola Cantero, que está al frente de la prestigiosa Cordonería Alba de la capital hispalense. Conviene indicar que esta pieza, así como el sudario sobre el que se coloca al Cristo, bordado a mano en seda blanca natural siguiendo la antigua técnica Richelieu, por doña Rosa Marina Plasencia García (2013); las cuelgas de terciopelo, damasco, galón y flecadura de canutillo de oro (2019); y el sudario de tul bordado del siglo XIX, adquirido a un anticuario peninsular (2020), han sido obsequio de la nueva mayordomía de este paso, que con gran ilusión ha iniciado una nueva andadura encaminada a recuperar el esplendor que rodeó al Santo Entierro en pretéritas centurias. |
A nuestro juicio resulta conveniente poner en valor la recuperación de este hermoso conjunto por parte del pueblo de Realejo Bajo, pues ni mucho menos fue la tónica dominante en otros territorios de nuestro país que, por diversas circunstancias, también se vieron desposeídos de obras de igual tipología. Sirva de ejemplo, entre otros, el caso de la bella Urna de la capital malagueña, conservada en el convento de San Agustín, y destruida en los lamentables sucesos de mayo de 1931. Se trataba de una interesante obra que sirvió de modelo para otras urnas andaluzas, caso de las desaparecidas en 1936 de Vélez Málaga y Mijas (Málaga), y el ejemplar conservado en la localidad cordobesa de Lucena. La referida obra del cenobio agustino de Málaga, junto con el Cristo Yacente que albergaba, fue encargada en 1749 por la Cofradía de Angustias, Soledad y Santo Entierro, corporación penitencial que aglutinaba a los escribanos y procuradores de la capital malacitana, al reputado maestro Fernando Ortiz (1716-1771), habiendo sido considerada por la crítica su obra maestra. En la actualidad, en el cortejo del Santo Entierro malagueño no desfila una Urna, cuya recuperación que sepamos no se planteó, sino un catafalco más sencillo confeccionado en maderas nobles y bronce por los Talleres de Arte Granda en 1926. |
No queremos concluir este texto sin manifestar públicamente nuestro más sincero agradecimiento a todas aquellas personas (tracistas, carpinteros, tallistas, doradores, bordadores y feligreses) que, durante las últimas cuatro décadas, han colaborado de una u otra manera para que este ilusionante proyecto de recuperación de la suntuosa Urna del Santo Entierro se haya hecho realidad. Merced a los muchos colaboradores, de nuevo podremos ver esta obra -sin duda, una de las más hermosas andas procesionales de la Semana Santa en nuestra región- ennobleciendo las históricas calles de Realejo Bajo la tarde-noche del Viernes de la Cruz. |
Fotografías: A. J. Rivero Delgado, P. C. Torres Luis y J. C. López Plasencia.
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