EL CALVARIO DE LA IGLESIA PRIORAL DE CARMONA (SEVILLA).
UNA OBRA EN MADERA POLICROMADA DE LORENZO MERCADANTE DE BRETAÑA

Textos y fotografías de Jesús López Alfonso


 

   

 

El siglo XV fue para Sevilla una época de enriquecimiento artístico muy importante debido a las obras que se realizaron en la nueva catedral, tras el derribo de la mezquita alhama convertida en templo mayor cristiano. Se trata de un periodo en el que hubo una demanda de artistas extranjeros bastante grande, ya que desde 1248, año en el que se reconquista la ciudad, apenas había artistas autóctonos. Es por ello que desde el exterior afluirán gran cantidad de escultores, pintores, arquitectos, etcétera, procedentes de zonas como Francia, Flandes o Italia.

Uno de estos escultores que llegan a la ciudad del Guadalquivir será el francés Lorenzo Mercadante de Bretaña, llamado por el Cabildo de la Catedral de Sevilla para realizar el sepulcro del Cardenal Cervantes. La actividad de Mercadante está documentada entre los años 1454 y 1467 (1), intervalo de tiempo en el que realiza varias efigies así como grupos escultóricos, caso de los famosísimos del Bautismo y Nacimiento de Cristo para dos de las portadas de la Catedral de Sevilla. Otro de sus conjuntos, menos conocido que los mencionados anteriormente, es el que a continuación les traemos a nuestra página: El Calvario de la Iglesia Prioral de Santa María de Carmona (Sevilla).

Esta obra se encuentra situada en el crucero de la iglesia, en la capilla del lado derecho. Es de tamaño natural y se halla realizada en madera policromada, hecho este último que sorprende bastante ya que todas las obras que conocemos del maestro borgoñón son realizadas en barro cocido -también llamado terracota-, aunque realmente no debería resultarnos extraño, dado el frecuente uso de la madera en nuestro país para la realización de obras sacras, que Mercadante tenga a lo largo de su trayectoria algún ejemplo en dicho material; baste citar el caso de su discípulo Pedro Millán, que aparece como entallador en la nómina de pago del retablo mayor de la Catedral de Sevilla del 23 de Octubre de 1508 (2). A Millán se le atribuyen dos piezas de tan magna fábrica: El Abrazo de San Joaquín y Santa Ana y La Natividad de la Virgen, obras ambas realizadas en madera puesto que, como hemos apuntado, era normal que los escultores alternasen las obras en barro con las lígneas (3).

Tiene, además, el Calvario de Carmona un doble interés, ya que no sólo es la única obra que encontramos de este autor en madera, sino también el único tema pasionista que se le conoce, puesto que en el resto de su producción observamos una gran abundancia del tema de la Virgen con el Niño, así como tres Santos: dos imágenes de San Miguel y otra de San Juan Bautista, de la cual sólo nos han llegado algunos restos.

En el centro de la composición se encuentra Cristo crucificado, una bellísima imagen que reproduce al Salvador ya muerto, con la cabeza inclinada hacia el lado derecho, donde se encuentra su Madre. La anatomía de Jesús nos deja observar un buen estudio anatómico acercándose al naturalismo destacando la tristeza y el dramatismo que ofrece el rostro del Redentor. En cuanto al sudario, ofrece un complicado cruce de paños en forma de aspa en la parte frontal, con un saliente de tela a la derecha. La policromía tiende a los tonos azulados, con las manos crispadas y ennegrecidas, que junto con la rigidez cadavérica que presenta la imagen nos otorga una mayor impresión del dramatismo de la muerte. Presenta, asimismo, una peluca postiza con corona de espinas y potencias de plata barrocas, lo cual impide un estudio más adecuado de la cabeza de la imagen.

 

 

 

En cuanto a la Virgen, ofrece gran similitud con el modelado típico de las esculturas mercadantinas. Se encuentra de pie, con la cabeza baja y expresión muy triste y ensimismada sin ser dramática, las manos juntas sobre el pecho, lo cual otorga a la escultura de gran recogimiento y obedece a una concepción del dolor más intimista. Viste manto azul con estofado en oro en sus bordes, recogido bajo los brazos, y saya roja ceñida a la cintura por cordón, dejando caer sobre las piernas unos pliegues que se van ensanchando al caer, algo muy del gusto de Mercadante que podemos observar en todas sus imágenes marianas, así como el fruncido del manto sobre la frente, exactamente igual que en la Santa Florentina que aparece en la Puerta del Bautismo de la Catedral de Sevilla. La cara queda enmarcada por un tocado de paño blanco.

Por último, la figura de San Juan Evangelista, que sigue esa misma expresión recogida de dolor sin estridencias de la Virgen, con la cabeza baja y los ojos entornados. El peinado nos recuerda al del Ángel del Bautismo de Cristo de la Portada del Baptisterio de la Catedral de Sevilla. Sostiene en su mano izquierda el Libro del Evangelio, y la derecha se la lleva al pecho en ademán de congoja. Como es habitual en la iconografía de este santo, su túnica en verde y el mantolín rojo, con cenefa estofada en oro y plegado sobre el brazo derecho.

Tradicionalmente, se ha resaltado de este maestro de la expresividad de sus rostros e indumentarias, algo que se plasma perfectamente en este conjunto, que queda imbuido de esa espiritualidad gótica en la que se llega a Jesús por su humanidad. Ésta invade todo el conjunto ya que la impresión de tristeza, ensimismamiento e intimismo es algo que todos hemos sentido ante la experiencia de la muerte y por tanto nos hace solidarios con los personajes representados, que lloran la pérdida del Salvador como nosotros lo haríamos de un ser querido.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Pareja López E. Megía Navarro M.: "El arte de la Reconquista Cristiana", en Historia del Arte en Andalucía, Vol. III, p. 343, Gever, Sevilla.

(2) Morón de Castro M.F.: "Análisis histórico estilístico", en El Retablo Mayor de la Catedral de Sevilla, p. 133, Publicación del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla, 1981.

(3) Ibídem.

 

 

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