LA REPOBLACIÓN DE CHUCENA (HUELVA) Y LA
APARICIÓN DE LA VIRGEN DE LA ESTRELLA
Martín Sánchez Franco
Se suele decir, con una exagerada simplificación, que los musulmanes dominaron la península ibérica durante ocho siglos. Bien es cierto que en el territorio que se llegó a denominar Reino de Granada su presencia llega a los 780 años. Pero en los reinos de Sevilla, Jaén y Córdoba estuvieron 537, 535 y 525 años respectivamente.
La cifra va disminuyendo conforme más al norte se sitúe la ciudad a la que nos refiramos. La más representativa era Toledo, capital del antiguo reino cristiano visigodo, conquistada por Alfonso VI en 1085. Por ello los años de presencia dominante de los musulmanes en esta ciudad vienen a ser 374. Ya antes, en 1031, a los 320 años de que llegaran los musulmanes, se disolvió el califato de Córdoba, que había durado 102 años, y su territorio se dividió en pequeños reinos independientes, como los mencionados.
Las continuas guerras entre estos reinos fueron aprovechadas por los reyes cristianos para exigirles tributos y vasallaje a cambio de ayuda, cuando no para conquistarlos. La conquista de Toledo precipitó la invasión almorávide, del norte de África, que los unificó frente a los cristianos. De su debilitamiento a mediados del siglo XII resultó una nueva división en reinos taifas. Pero en 1157 llegó una nueva dinastía musulmana unificadora, la de los almohades, que fueron vencidos por los reyes cristianos en la Batalla de Las Navas de Tolosa (1212).
Los almohades persiguieron duramente a los cristianos que, por vivir entre árabes, eran llamados mozárabes. Se vieron obligados a convertirse al Islam o a huir a tierras dominadas por cristianos. Antes de abandonar sus tierras, probablemente escondieron sus imágenes religiosas en lugares inaccesibles.
Cuando a los reinos de Córdoba (1236), de Jaén (1246) y de Sevilla (1248) llegaron las tropas cristianas, tras dura resistencia musulmana, impusieron la política de expulsión de todos los anteriores habitantes musulmanes. Estos reinos hubieron de repoblarse y para ello no eran suficientes los que retornaran de los descendientes de los mozárabes que tuvieron que huir en el último siglo. Se hubo de acudir a la repoblación con castellanos y leoneses, de los que fundamentalmente descendemos.
Si repasamos los apellidos que se dan en Chucena podemos percatarnos de nuestro origen. Hay un elemento iconográfico muy importante en Chucena que, por su nombre, nos recuerda esta repoblación: el Santísimo Cristo de Burgos. De esta imagen se viene diciendo, con evidente error, que es gótica. No lo es, aunque la devoción llegara a Chucena en los siglos XIV o XV, por lo que pudiera haber existido una talla gótica anterior a la actual, barroca, que Manuel Jesús Carrasco Terriza nos situa a finales del siglo XVII y en el círculo de Pedro Roldán (1624-1699).
En su política de repoblación, Enrique II en 1374 otorgó privilegio a Juan Martínez Barrasa de veinte vecinos excusados de tributo en su lugar de Chucena. Veinte vecinos (cabezas de familia) podían significar unos 100 habitantes: Cantidad suficiente para constituir una localidad que reiniciaba su andadura.
No podemos saber si gran parte de los repobladores de Chucena fueran burgaleses. Sólo podemos decir que, según García de Guzmán y García Reyes, «la devoción al Santo Crucifijo de San Agustín de Burgos surge en el siglo XIV con la imagen del Santo Crucifijo que se veneraba en el convento de San Agustín de dicha ciudad» y que su culto se difundió no sólo a través de los Padres Agustinos, sino también mediante devotos particulares. Tendríamos que estudiar cómo llegó esta devoción a Chucena.
En 1488 los Reyes Católicos confirmaron a favor de Payo de Ribera este mismo privilegio. El documento de los Reyes Católicos, del que reproducimos en este artículo su primera página, por contener el de Enrique II, resulta ser una verdadera acta de nacimiento de una Chucena que se debe a la repoblación.
No podemos decir, sin embargo, que Chucena, que ya aparece en los documentos del Repartimiento del Reino de Sevilla llevado a cabo por Alfonso X (1252-1284), estuviera totalmente despoblada desde la Reconquista hasta finales del siglo XIV, ya que con las tropas de Fernando III El Santo pudieran haber llegado descendientes de mozárabes que la hubieran habitado un siglo antes.
Es probable que aquellos mozárabes, que escondieran sus sagradas imágenes en la segunda mitad del siglo XII, se ocuparan de transmitir a sus descendientes datos suficientes como para poderlas encontrar uno o varios siglos después. Ese parece ser el mensaje que se nos transmite con las leyendas de las apariciones. No todas podían ser tan milagrosas como pretende la imaginación popular.
Lo que, objetivamente, parecen decirnos todas esas leyendas es que las devociones a las que se refieren ya existían con anterioridad a la reconquista de los lugares correspondientes y que sus imágenes fueron escondidas y después encontradas.
Todo parece indicarnos que la devoción a la Virgen de la Estrella ya se daba en este lugar cuando estaba en poder musulmán y que Chucena se pudo reencontrar con ella al mismo tiempo en que se repoblaba. Así pues, el documento con el que se favorecía la repoblación puede ser también testimonio histórico de la aparición de la Virgen. Evidentemente la talla que escondieran los mozárabes y se encontrara después no puede ser la actual imagen de la Virgen de la Estrella, de fines del siglo XVI, pero la devoción mariana con la expresiva y carismática advocación de «Estrella» puede ser muy anterior.
El estudio de la antigüedad de esta devoción mariana de Chucena es para el autor de estas líneas una labor preferente dentro de la más amplia que lleva a cabo desde que iniciara en 1973 la fundación de su Hermandad, en la que, después de obtenida ésta en 1977, un hito destacado fue la Confirmación Pontificia del Patronazgo, ante Dios, sobre nuestro pueblo de Nuestra Señora de la Estrella por la Santa Sede Apostólica, con todos los derechos y privilegios litúrgicos correspondientes, el 18 de septiembre de 1980.
BIBLIOGRAFÍA
ARCHIVO DUCAL DE MEDINACELI.- Sección del Marquesado de Alcalá de la Alameda.
CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús (1999): La Iconografía del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva. Diputación de Huelva.
GARCÍA DE GUZMÁN, Miguel, y GARCÍA REYES, Miguel Ramón (2003): «Iconografía del Santo Cristo de Burgos o de San Agustín», Archivo Agustiniano, Vol. LXXXVII, núm. 205, 2003. También: http://www.cristodesanagustin.com/articonografiactoagustin.htm
GONZÁLEZ, Julio (1951): Repartimiento del Reino de Sevilla. Escuela de Estudios Medievales (C.S.I.C.), Madrid.
SÁNCHEZ FRANCO, Martín (1975): Estudio Histórico del Marquesado de Alcalá de la Alameda. Diputación Provincial de Huelva. Contiene el catálogo de los documentos de la citada Sección.
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