RELACIONES DE LAS RÁFAGAS DE LA VIRGEN DE LA ESTRELLA DE CHUCENA (HUELVA)
CON LAS CORONAS DE LA CORONACIÓN CANÓNICA Y EL RETABLO MAYOR DE SU TEMPLO
Martín Sánchez Franco (09/05/2014)
La Virgen de la Estrella con la ráfaga de 1995 |
El próximo 1 de junio el obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana Blasco, va a coronar las sagradas imágenes del Niño Jesús y de Nuestra Señora de la Estrella, Patrona canónica del municipio onubense de Chucena. La Virgen cuenta con dos ráfagas, si bien queremos destacar para el acto de la Coronación Canónica una de ellas, labrada siguiendo el modelo de las coronas y que, por mantener su propio brillo de plata, resaltaría el del oro de las primeras al colocarse sobre las cabezas del Divino Infante y de su Madre. Con el oro de las coronas hace mejor juego la plata limpia que la sobredorada, que ni es plata ni es oro. Antes de referirnos a esta ráfaga de plata, vamos a tratar de la tradicional, sobredorada. La encontramos realizada siguiendo el modelo del retablo mayor de la iglesia parroquial de Chucena, obra rococó de 1788 de Julián Jiménez, según se descubrió en su limpieza; llevada a cabo, como también la ampliación del camarín de la Virgen, siendo Bartolomé Sánchez Franco hermano mayor de su Hermandad Sacramental, en 1993. En el retablo destacan las características "C" del estilo de las rocallas: distribuidas asimétricamente dentro de los espacios que cierran, rodeadas de hojarascas igualmente asimétricas. Centremos nuestra vista, por ejemplo, en el bajorrelieve que nos representa la Anunciación. Está enmarcado por sucesivas "C" prolongadas con hojarascas. También son características del Rococó las líneas en "S". Las encontramos con simplificación en uno de sus extremos tanto en la base y en sus contiguos laterales del bajorrelieve como en la ménsula del ángel que está encima de él. Igualmente encontramos la "C" cerrando las hojarascas, como en otros muchos lugares del retablo, en la ménsula señalada. Formados por "C" y hojarascas hacia el exterior tenemos muchos espacios lisos cerrados, que recuerdan a espejos: junto a la ménsula a nuestra izquierda, debajo del bajorrelieve de la Anunciación, en la parte de la columna estípite que vemos junto a la ménsula (cortado por la línea vertical derecha de la fotografía). De la misma manera lo encontramos debajo del medallón superior del retablo, con la Asunción de la Virgen, en que también podemos observar los elementos señalados. Esas mismas "C" prolongadas con hojarascas y con la característica asimetría las encontramos en la ráfaga tradicional de la Virgen de la Estrella. Entre ellas y en el borde más próximo a la imagen también las "S" del mismo estilo que el retablo rococó de Julián Jiménez. Los rayos que, desde la estructura central de la ráfaga, se proyectan al exterior nos recuerdan al que, saliendo de la mano derecha del arcángel y representando al Espíritu Santo, llega hasta la cabeza de María en el bajorrelieve de la Anunciación. Que este parecido estilístico pueda ser común a muchos rayos de ráfagas no nos impide apreciar la posibilidad de su inspiración en el retablo. En esos haces de rayos, tanto en la Anunciación que imaginara Julián Jiménez como en la ráfaga, podemos apreciar tres partes que no llegan a ser plenamente simétricas, con una central más larga que sirve de eje. En la obra de orfebrería encontramos otros haces de rayos menores rematados por estrellas de ocho puntas. Igualmente encontramos a las doce estrellas bíblicas representadas en los extremos de rayos mayores, pero creemos que esas han sido añadidas en una de las muchas restauraciones y sobredorados que, sobre esta ráfaga, se han realizado. Quizá ninguna de las actuaciones sobre la ráfaga haya sido y vaya a ser tan duradera como la última, del año 1995 y del mismo orfebre que nos ha hecho la segunda ráfaga. Él, aunque ha logrado una muy buena restauración de la ráfaga tradicional, inicialmente la encontraba con demasiadas roturas y con escasa masa metálica, que dificultaba las múltiples soldaduras necesarias. También decía que éstas y las cicatrices de las anteriores le producirían un aspecto menos solemne. Ya pensábamos sólo en guardar la ráfaga como pieza de un museo de la devoción a la Patrona de Chucena. Además de la restauración y reelaboración de varios rayos, sus partes laterales inferiores necesitaron importantes añadidos (de ¼ o quizá de más), que les faltaban. Se insertó toda en una sola estructura metálica, por lo que su colocación ahora es mucho más fácil. De una posible ráfaga anterior a la tradicional, que hemos descrito, sólo tenemos su imagen en el grabado de la Virgen de la Estrella realizado por José María Martín (1789-1853). No conocemos su fecha, pero no nos equivocamos si la situamos en la primera mitad del siglo XIX. También pudiera ser producto de una libre representación de la ráfaga tradicional. Ésta nos llegó a 1995 en siete partes, la superior y tres de cada lado, articulables para su característica curvatura. Sin embargo la que nos representa el grabador sevillano, en líneas verticales paralelas, es más propia de la inspiración neoclásica de principios del siglo XIX, que difícilmente pueda haberse situado en el marco de un camarín rococó. También es muy diferente –muy simplificada– la media luna a los pies de la Virgen. |
Ráfaga tradicional de la Virgen de la Estrella |
En otros lugares, entre ellos esta misma página La Hornacina, argumentamos que la devoción a María con la advocación de Estrella surgió en los primeros siglos de nuestra era al cristianizarse el campo de Ituci/Tejada y que pervivió entre sus mozárabes en la época de dominio musulmán. Pequeños núcleos de éstos tuvieron que estar presentes en 1248, cuando el rey Fernando III el Santo -cuya festividad se celebra el 30 de mayo- conquistó Sevilla, y en la posterior e inmediata conquista de Tejada, asentados o que volvieran al espacio geográfico que hoy ocupa Chucena, para que la devoción se mantuviera. Hay que considerar que estos lugares quedaron con muy escasa población, que la repoblación de Chucena vendría prácticamente a empezar en 1374, del que tenemos privilegio de Enrique II a favor de su señor, Juan Martínez Barrasa, y que se afianzaría con los Ribera un siglo después. Ya en los años centrales del siglo XVI encontramos a una Chucena bien poblada y con buena consciencia de sí misma, con una cofradía dedicada a los últimos sacramentos y a los enterramientos y sufragios por las almas de sus hermanos, vecinos de Chucena o de Alcalá de la Alameda. A esta Cofradía de Nuestra Señora Santa María de la Estrella la autoridad eclesiástica le encomendó el culto a la Patrona local al aprobarles sus Reglas el 15 de marzo de 1597. Quizá de poco antes fuera su imagen, obra anónima de la escuela sevillana de finales del siglo XVI, del estilo propio del bajo renacimiento, remodelada en el siglo XVIII. Nos ha llegado de candelero para vestir y con una altura de 1,28 metros. Desde principios del siglo XVIII se constata tanto la paulatina despoblación de Alcalá de la Alameda como el incremento poblacional de Chucena, por lo que se hace necesaria una parroquia de mayores dimensiones. Pero también intervinieron en los cambios arquitectónicos las catástrofes sísmicas y atmosféricas del XVIII. A principios del segundo tercio del siglo XIX aparece una nueva técnica para la reproducción de la imagen, que competiría con el grabado: la fotografía. Ésta nos ha permitido que, si no de aquella época, sí que de finales del mismo siglo o de los inicios del XX, tengamos fotografías de la Virgen. En ellas aparece con la única ráfaga que hemos conocido hasta 1995. En ese año nos planteamos la necesidad de una nueva ráfaga y que ésta hiciera juego con las coronas de oro que regalaran al Niño Jesús y a la Virgen las hermanas Gutiérrez Marín en el año 1944, con las que van a coronarse canónicamente el próximo 1 de junio. Para el estudio de la relación entre las coronas y la ráfaga de 1995, observemos en primer lugar la aureola que rodea a la de la Virgen. Esta aureola está compuesta de 14 espacios con forma de ánfora que resulta de dos "S" simétricas en cuyo interior tenemos un motivo vegetal: una hoja múltiplemente articulada y polilobulada que, aunque con mayor simetría, recuerda a las del arte Rococó. Las bocas de las ánforas también tienen aspecto foliar. Estas ánforas se rematan con sendas estrellas de ocho puntas, características de la advocación mariana. Las siete ánforas de la primera parte se ven seguidas de siete haces de rayos, y, para lograr la simetría, precedidas por ellos los de la segunda. Entre las dos partes tenemos, como eje de simetría, una cruz, igualmente rematada en sus extremos y en sus ángulos con motivos foliares. Debajo de la cruz, enmarcada por dos "C" simétricas, tenemos un motivo central de hojarasca, que, como todas las anteriores, recuerdan al apio, que caracteriza a nuestra corona real, o al acanto, propio del capitel corinto; si bien con puntas más redondeadas para ajustarse al espacio en que se inscriben. Este desarrollo vegetal central de la corona, en gran parte sintetiza a todos los demás que llegan a constituir a esta valiosa pieza de orfebrería. Se centra en él una estrella de dieciséis puntas (con ocho rayos en primer plano y otros ocho que se centran detrás de los primeros). Nos puede sorprender que la aureola de la corona de la Virgen tenga siete estrellas a cada lado. En el primer versículo del capítulo 12 de Apocalipsis leemos: "Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza". |
Detalles del retablo: Asunción (izquierda) y Anunciación (derecha) |
Si pretendemos encontrarles sentido a estas 14 (o dos veces 7) estrellas, podemos acudir al primer capítulo del mismo libro del Apocalipsis. Se nos presenta a Jesucristo en su gloria eterna y en su labor por la salvación de los hombres. Por ello se nos comunican instrucciones a tener en cuenta en las iglesias cristianas. En aquel momento eran siete las iglesias de Asia (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea). Jesucristo se manifiesta con siete estrellas en su mano derecha: los ángeles de las siete iglesias. Éstas se representan por candeleros de oro, entre los que camina el Hijo de Dios. También se nos habla de "los siete Espíritus que están ante su trono" (Ap 1, 4). Los haces de rayos que en la corona encontramos junto a las ánforas superadas de estrellas bien pueden representar a estos siete espíritus. María, que es el Ángel de la Iglesia de Chucena, asume en la Iglesia Universal, como esposa del Espíritu Santo, la función de todos los ángeles, de todos los espíritus, con que Cristo nos protege y nos guía. Ella, como la estrella de los magos, nos dirige hacia Jesús. Ella "de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor" (Lumen Gentium, 68). La ráfaga, realizada por el maestro Manuel de los Ríos (Orfebrería Andaluza, S.L.) en 1995, sigue el modelo de las coronas de oro. Su motivo central se inspira en las exuberantes ánforas formadas por dos "S" simétricas que constituyen la aureola de corona de la Virgen y en los espacios de hojas que enmarcan dos "C" igualmente simétricas. Estas dobles "C" de debajo de las ánforas se prolongan en "S" con terminaciones vegetales. Los espacios limitados por cada par de las figuras descritas en el párrafo anterior terminan en haces de rayos, pero estos se estructuran en la parte de mayor sustentación de la ráfaga, la que se sitúa más cerca de la Virgen, en alardes de hojarascas con bellas estilizaciones hacia el exterior, enmarcando un segundo par de rayos en simetría desde cada la ánfora central, repitiéndose la secuencia hasta la siguiente en orden inverso. Podemos resumir la ráfaga por su parte exterior en la siguiente secuencia:
A partir de aquí se repite reiteradamente la secuencia anterior. En realidad, tenemos seis formas distintas que se presentan sucesiva y simétricamente en secuencias directas e inversas. La ráfaga se completa con la medialuna con hojarascas a juego, teniendo al escudo de la Hermandad en su centro y rematándose con sendas estrellas de ocho puntas en sus extremos. La Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de la Estrella, Patrona de Chucena (exenta de IVA en el año 1995), pagó por la ráfaga y por la medialuna que hacen juego con las coronas de oro la cantidad de 790.000 pesetas (4.748 euros = 12,6 mensualidades del salario mínimo interprofesional de 1995, fijadas en 62.700 pesetas para los mayores de 18 años, por el Real Decreto 2548/1994, publicado en el BOE el 31/12/1994). Si actualizáramos su precio mediante su relación con los respectivos salarios mínimos interprofesionales, el precio actual de la ráfaga sería de 8.130,57 euros. Ráfaga y medialuna se complementan con un cetro que, en forma de palma, se remata con una estrella, reproduciendo el que tenía la Virgen cuando José María Martín hizo su grabado. |
Virgen de la Estrella: foto antigua (izquierda) y grabado (derecha) |
Semblanza Relacionada en este |
Esquema de la ráfaga de 1995 |
Detalle de la corona |
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