ESCULTURAS DEL CÍRCULO DE JUAN DE OVIEDO EN NUEVA GRANADA

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

Introducción

En los años finales del Quinientos, consolidada ya gran parte la escuela sevillana de escultura con la incorporación de nuevos escultores formados en el circulo castellano de Juan Bautista Vázquez el Viejo y Jerónimo Hernández pero ya nacidos en suelo andaluz, la estética de este foco artístico definirá con mayor claridad su personalidad y carácter, impregnándose de los rasgos naturalistas que caracterizan al movimiento realista del cual el escultor jiennense Juan Martínez Montañés será su principal difusor.

Entre los escultores más sobresalientes de este periodo encontramos a Juan de Oviedo y de la Bandera. Nace en Sevilla, en mayo del año 1565, hijo del también escultor abulense Juan de Oviedo el Viejo, quien llegara a Sevilla de la mano de su cuñado Vázquez el Viejo, siendo hermano del también escultor Martin de Oviedo. Crece de esta manera el joven Oviedo en inmejorable ambiente artístico familiar. Hombre refinado y culto, dotado de singular talento como muchos de los grandes artistas del Renacimiento, canalizaría su actividad en el ejercicio de varias artes, siendo además de escultor, retablista, arquitecto e ingeniero militar, campos en los que desarrollaría una fructífera carrera que lo llevaría a ocupar cargos de gran prestigio como Maestro Mayor del Ayuntamiento de Sevilla, desde 1603, y Caballero de Montesa, en 1617. Es sin duda una de las personalidades más sugestivas y polifacéticas dentro de la escuela sevillana de escultura, gozando en vida de inmejorable fama y prestigio al punto de figurar ensalzado en soneto del príncipe de los ingenios.

Oviedo realizaría un gran número de obras en Andalucía, la mayoría lamentablemente desaparecidas. De sus principales trabajos arquitectónicos realizados en Sevilla se conservan la Portada del Convento de La Madre de Dios (1590), la Portada de la Fachada de la Iglesia de Santa María de Jesús y su Relieve de la Virgen con el Niño, y su obra más representativa, la Iglesia y Convento de Nuestra Señora de la Merced, actual Museo de Bellas Artes de Sevilla. De su obra escultórica pocos ejemplos han llegado, debiendo conformarnos con saber de su prolífica labor gracias a documentos contractuales, antiguas fotografías de obras destruidas durante la Guerra Civil española, algunos relieves escultóricos sobrevivientes de lo que seguramente fueron conjuntos más amplios, y ciertos Crucificados que se le atribuyen, los cuales lo sindican como un artista de transición, el cual parte del romanismo de Hernández pero avanza decididamente hacia formas de mayor naturalismo (1).

Al igual que muchos de los escultores de su época, por citar a su hermano Martín, de quien se sabe ejerció como escultor en los virreinatos de Nueva España y del Perú (2), participa en el tráfico artístico ultramarino, siendo conocidos sus envíos de obras a las Indias, en especial a los territorios de la Nueva Granada.

En 1590, solo cuatro años después de alcanzar el grado de maestro escultor, entallador y arquitecto, Juan de Oviedo da poder a su cuñado Rodrigo de Vera, próximo a realizar viaje a las Indias, para que cobre a Miguel Cartón, vecino del puerto de Cartagena de Indias, "lo procedido de todo lo que mío llevo para vender en tierra firme" (3), lo que confirma que esculturas suyas fueron comercializadas desde el puerto caribeño con localidades del interior de la Nueva Granada.

Se conservan en Colombia un puñado de imágenes, en las que, a través de un análisis formal comparativo, encontramos suficientes puntos de contacto con la obra de Juan de Oviedo o su taller. Al no aportar dicha noticia del envío datos precisos sobre las obras remitidas, sus iconografías y destino final, no podemos ser contundentes a la hora de hacer atribuciones. Dificultad acrecentada por lo complicado que resulta discernir entre la obra de los escultores sevillanos de fines del siglo XVI, que en su gran mayoría giraron en torno a las novedosas formulas estéticas introducidas por Martínez Montañés en la escuela sevillana a finales de esa centuria, época a la que pertenecen las esculturas que analizaremos a continuación.

 

 

 

San Francisco de Asís

En la iglesia de Santa Clara de la ciudad de Pamplona, localidad del departamento colombiano de Norte de Santander, prospero centro minero por aquellos años de finales del siglo XVI, existe un simulacro de San Francisco de Asís que recoge en su aire clásico el legado de Jerónimo Hernández, mezclado con tempranos síntomas de realismo. Insistentemente lo atribuyen a las gubias del escultor jiennense Francisco de Ocampo como obra del siglo XVII (4), atribución ésta muy seguramente alentada por existir en el mismo recinto dos esculturas documentadas de Ocampo y por presentar en sus características formales, como ya advertimos, ciertos grafismos comunes a los escultores del circulo de Martínez Montañés en su periodo inicial (5).

Ahora, al observarlo de cerca, notamos grandes diferencias con las tempranas obras conocidas de Ocampo en Pamplona, de arranques más realistas. Por el contrario, advertimos enormes relaciones formales con lo poco conocido de Juan de Oviedo. Guarda la escultura pamplonesa en la amanerada postura de su largo cuello, forzado hacia su lado derecho, igual composición que aquella presentada por uno de los personajes que integran el conjunto del Relieve de la Adoración de los Pastores, propiedad de la iglesia del Divino Salvador de Sevilla, obra realizada por Oviedo entre los años 1609 y 161. Así mismo, en las facciones de su rostro, grafismos de la barba y el bigote, composición del cabello, amplia frente, y pliegues angulosos y algo rígidos del sayal, encontramos suficientes puntos de contacto con el San José presente en el mismo relieve, por lo que nos inclinamos a advertir en esta obra el influjo del propio escultor sevillano o su taller.

 

 

 

San José

Advertimos relación con la estética de Juan de Oviedo en otra escultura, el San José localizado en un retablo lateral de la catedral de Pamplona, iglesia del convento de las Clarisas antes de que estas fueran desalojadas a fines del siglo XIX. De allí provienen todas las esculturas que se contemplan en la moderna Iglesia de Santa Clara, incluyendo al ya descrito San Francisco de Asís.

La interesante imagen de San José, de tamaño algo inferior al natural, está representada en su iconografía itinerante sin el pequeño Jesús que debió acompañarlo, hoy perdido. Presenta un buen estado de conservación con su policromía original intacta, gracias a que en el pasado fue totalmente cubierta por repintes. Hoy magníficamente restaurado viene siendo atribuido de igual manera a las gubias de Francisco de Ocampo (6).

Podemos advertir en esta obra los mismos pliegues angulosos del primer periodo de la obra de Juan de Oviedo, apreciando con nitidez la impresionante similitud de los rasgos faciales, mirada ensimismada, composición de la cabellera que cae en mechones sobre los hombros, y el escaso copete sobre su amplia frente con los presentados en la figura de Jesús del Relieve del Resucitado conservado en la Iglesia del Salvador de Sevilla.

Precede esta escultura romanista, fechable a fines del siglo XVI o principios de la centuria siguiente, a aquellos magníficos simulacros de igual iconografía, salidos de las manos de Francisco de Ocampo, Martínez Montañés y Juan de Mesa, esculturas éstas últimas aún manieristas pero más avanzadas en su estética, con gran carga de elementos más naturalistas y realistas, próximas al incipiente barroquismo que comenzaba a aflorar en la escultura sevillana del primer cuarto del siglo XVII.

 

 

 

Imposición de la Casulla a San Ildefonso

En el depósito del Museo Arquidiocesano de Arte Religioso de Pamplona hemos podido observar, gracias a José Luis Ramón Moreno, guía de dicho Museo, un relieve en madera, proveniente de una iglesia no especificada, que representa la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, el cual no se encuentra en exposición y permanece sin catalogar. La composición del conjunto y de detalles como las cabezas de los querubines, la tipología del santo arrodillado, pero sobre todo la figura de la Virgen, similar en los pliegues de su indumentaria a los del San Francisco de Asís de las Clarisas, nos llevan a pensar que podría deberse al trabajo de un seguidor.

El relieve, en muy mal estado de conservación, ha sido totalmente cubierto con burdos repintes, dejando ver parte de su policromía original en las partes donde la capa pictórica del repinte se ha desprendido. No obstante su lamentable estado, es de gran interés por su calidad técnica y enorme valor histórico, mereciendo una minuciosa restauración que permitiese su mejor conservación y realizar un análisis formal más detallado.

 

 

 

Crucificado

Pero sin duda la obra más próxima a Juan de Oviedo o su taller, entre las que hemos podido contemplar hasta ahora en Colombia, es el magnífico Crucificado de la iglesia doctrinera de Soracá, población boyacense localizada en cercanías de Tunja. La escultura, de tamaño poco inferior al natural, presenta una extraordinaria similitud en su composición y grafismos generales con el Crucificado de la Misericordia de San Juan del Puerto (Huelva), esculpido por Oviedo en 1591, y más aún con el Cristo del Mayor Dolor perteneciente a la hermandad sevillana del Dulce Nombre, atribuido a Oviedo por gran parte de la crítica especializada (7).

Se trata de uno de los Crucificados romanistas más interesantes que se conservan en Hispanoamérica. Ha sido recientemente cubierto con burda policromía, a juzgar por fotografías de poca data que evidencian su deplorable estado actual, con la que podría haber sido su policromía original. De robusta anatomía en la morfología de su torso y extremidades, resalta el decidido giro de su cuello y cabeza hacia su costado derecho, de igual forma a como ya hemos visto en el San Francisco de Asís de Pamplona.

Representado muerto, expresa en su rostro la serenidad propia de la escultura sevillana de ese periodo. Su cabeza cae desparramando los mórbidos pelos de la bífida barba sobre el pecho. Su cabello está dividido a dos aguas que se vuelcan sobre su hombro derecho, dejando al descubierto el lado izquierdo del cuello.

El elemento de mayor avance naturalista en esta imagen, con el que su escultor se aleja de los cánones manieristas, se encuentra en la composición del paño de pureza, resuelto con ampulosos pliegues de fuerte claroscuro que se anudan en una moña sujeta con rustica cuerda a su costado izquierdo, dejando al descubierto parte de su cadera en audaz detalle compositivo que será muy popular en los Crucificados sevillanos de estirpe barroca de la siguiente centuria (8).

No sería el envió de obras efectuado a Cartagena de Indias en el año 1590 el único efectuado por Juan de Oviedo a tierras americanas, pues se conoce de la remisión a estos territorios por parte suya de una Virgen de la Candelaria y otras esculturas en el año de 1600. Obras que, de igual manera, restan por identificar (9), sugiriendo el historiador peruano Jorge Bernales Ballesteros que este lote haya tenido como destino final la capital del virreinato del Perú (10).

Juan de Oviedo y de la Bandera murió en el año 1625, en acción bélica que tuvo lugar en las costas brasileñas, llevado hasta allí muy seguramente por su espíritu aventurero y el deseo de servir a su país, a la edad de 60 años, cuando se encontraba en la cúspide de su fama y talento, habiendo influenciado notablemente el arte de Andalucía y, en menor medida, el de América.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) J.MARTIN GONZALEZ. Escultura Barroca en España, 1600-1770, Cátedra, Madrid, pp. 125-128.

(2) J. BERNALES BALLESTEROS. "La escultura en Lima, siglos XVI-XVIII", publicado en Escultura en el Perú. Lima, Banco de Crédito del Perú, 1991, p. 47.

(3) C. LOPEZ MARTINEZ. Desde Martínez Montañés a Pedro Roldán. Sevilla, Rodríguez Giménez, 1932, p. 114. L. GILA MEDINA y F. HERRERA GARCIA. "Escultores y esculturas en el Reino de la Nueva Granada (Colombia)", publicado en La Escultura del Primer Naturalismo en Andalucía e Hispanoamérica (1580-1625). Madrid, Editorial Arco, 2011, p. 527.

(4) A. MARTIN MACIAS. Francisco de Ocampo. Maestro escultor (1579-1639), Sevilla, Graficas del Sur, 1983, p. 182.

(5) www.lahornacina.com/articuloscolombia10.htm

(6) H. HERZOG DE OTTO. Tesoros artísticos de Pamplona, Lámpara, (Bogotá), 93, (1984), pp. 11-15.

(7) www.lahornacina.com/dossierpalacios2.htm

(8) J. RODA PEÑA. "Antiguas imágenes titulares de las Cofradías sevillanas", publicado en Las Cofradías de Sevilla en el Siglo de las Crisis, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1991, pp. 200-202.

(9) L. GILA MEDINA y F. HERRERA GARCIA. "Escultores y esculturas en el Reino de la Nueva Granada (Colombia)", publicado en La Escultura del Primer Naturalismo en Andalucía e Hispanoamérica (1580-1625), Madrid, Editorial Arco, 2011, p. 527. V. PEREZ ESCOLANO. Juan de Oviedo y de La Bandera, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1977, p. 86.

(10) J. BERNALES BALLESTEROS. "La escultura en Lima, siglos XVI-XVIII", publicado en Escultura en el Perú. Lima, Banco de Crédito del Perú, 1991, p. 36.

 

 

Nota del autor: mi especial agradecimiento a las Hermanas Clarisas de Pamplona (Colombia) por su generosa amabilidad al permitirme fotografiar las estupendas esculturas de su colección, y a José Luis Ramón Moreno, guía del Museo Arquidiocesano de Arte Religioso de la misma ciudad, por su disponibilidad y entusiasmo para con la realización de este artículo.

 

Artículo Relacionado en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com