La población colombiana de Zaragoza fue fundada en el año 1581 por el gobernador español Gaspar de Rodas en una zona húmeda y selvática del bajo rio Cauca, rica en yacimientos de oro. Localizada al nororiente del departamento de Antioquia, esta población, que inicialmente en época colonial ostentaba el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de las Palmas del Nuevo Zaragoza de Indias, fue durante parte de ese periodo un centro importante de producción aurífera, logrando un destacado desarrollo urbano.

Lamentablemente, y por culpa de diversos acontecimientos, de su legado colonial en lo arquitectónico y artístico casi nada ha quedado. No obstante en su templo parroquial podemos aún sorprendernos con una joya artística sobreviviente de esos tiempos de gloria. Se trata del Cristo Crucificado que recibe culto en el altar mayor, una talla de clara raigambre sevillana que en Colombia llaman el Santo Cristo y que la tradición oral señala como un regalo de los reyes de España, sin especificar el nombre de los monarcas.

Este magnífico Crucificado, no obstante se encuentre en un mal estado de conservación, ha pasado injustamente desapercibido para los estudiosos del arte colonial iberoamericano. La escultura, de tamaño natural, ha perdido su policromía original, presentando hoy una que desmerece de la calidad de su talla, y le han sido mutilados sus brazos en un intento de adaptarlo a la escena del Descendimiento, lo que le confiere cierta desproporción.

Es sin duda una de los ejemplos más significativos de la iconografía del Crucificado del periodo realista de la escuela sevillana de escultura que se conservan en lo que fuera el Antiguo Reino de la Nueva Granada.

Evidentemente, el Santo Cristo de Zaragoza remite inmediatamente al contemplarlo al taller del escultor Francisco de Ocampo y Felguera (Villacarrillo, Jaén, 1579 - Sevilla, 1639), uno de los más afamados artistas del primer tercio del siglo XVII en Sevilla, o a algún integrante de su círculo artístico. Nuestra atribución se respalda por el sorprendente parecido que existe entre este Crucificado colombiano y al perteneciente a la hermandad de la Carretería de Sevilla, titulado Santísimo Cristo de la Salud, el cual tradicionalmente viene atribuido por algunos autores a Francisco de Ocampo.

Pareciera ser, a pesar de algunas sutiles diferencias, que uno sirviera de modelo al otro en su composición sobria y elegante, presentando muy similar resolución técnica en los detalles anatómicos del tronco y extremidades, y casi idéntica en el tratamiento de la cabeza, la expresión del rostro y el modelado de barbas y cabellera, por lo que vemos la misma mano o por lo menos el mismo taller en ambas esculturas.

Debemos aclarar no obstante que nuestra atribución al círculo de Francisco de Ocampo depende de que sea acertada la atribución del crucificado de la Salud de la Carretería al mismo escultor, propuesta en Sevilla. Pues si bien evidencia esta ultima escultura numerosos puntos de contacto con obras de Ocampo, como su expresión severa y su correcta y elegante factura, propias de su ecléctico estilo mezcla de elementos bajorrenacentistas con el clasicismo introducido por Juan Martínez Montañés y toques de avanzado realismo, propios del estilo practicado por Ocampo, hay voces en la misma Sevilla que atribuyen este crucificado a otros artistas; caso de Matías de la Cruz, hermano de la corporación, que lo realizaría hacia 1587. Mucho más aventuradamente se relaciona con el propio Martínez Montañés, Juan de Oviedo y Andrés de Ocampo, tío de Francisco.

Con todo, este espléndido Crucificado de la población colombiana de Zaragoza, cuyas fiestas se celebran del 4 al 14 de septiembre de cada año transformando a la pequeña y calurosa población antioqueña en una gran feria que atrae a gentes de toda Colombia, un buen exponente en Latinoamérica de la difusión allende los mares de la gran escuela sevillana de escultura en el llamado Siglo de Oro por su apogeo.

BIBLIOGRAFÍA

http://www.zaragoza-antioquia.gov.co/informacion_general.shtml (consultado el 7 de febrero de 2014)

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