EL CRISTO AMARRADO A LA COLUMNA DE CIEZA
Joaquín Caballero Segura
Tanto
la Flagelación como la Coronación de Espinas son temas sacros del ciclo
pasionista que se han tratado en el mundo artístico con la máxima crueldad.
Los Cuatro Evangelistas nos hablan del primero de estos episodios en sus textos
(Mt 27, 26; Mc 15, 15; Lc 23, 16; Jn 19, 1).
La Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía, con el fin de completar el Paso de la Flagelación, del que sólo se conservaban los dos sayones tras la guerra, ya que la anterior imagen de Cristo desapareció en la contienda civil de 1936, debía realizar el encargo de una nueva talla cristífera. Para ello, deciden encargar la nueva efigie a Juan González Moreno (1908-1996), natural de la localidad de Aljúcer (Murcia), que años antes ya había sorprendido a la misma corporación, cuando en 1941, realizó su primera obra procesional, el Santísimo Cristo de la Agonía.
González
Moreno, ya por esas fechas, se había consagrado como el mejor escultor murciano
del siglo XX y había realizado grandes obras como el Santo Entierro de Murcia,
el Ecce Homo de Jumilla, el Jesús Resucitado de Cartagena o la Virgen del Amor
Hermoso para esta misma ciudad, así como el majestuoso e impresionante Crucificado
de la Agonía para la localidad de Cieza.
La
imagen del Cristo Amarrado a la Columna de Cieza fue terminada por su escultor
en el año 1947. Su éxito fue sorprendente; en tan pocos años, la obra ya se
había hecho un hueco dentro de la pasionaria ciezana como una de sus creaciones
más sobresalientes, además de ser una de las imágenes que siempre ha
despertado gran entusiasmo entre aquellos que la han contemplado.
El
Cristo es de
proporciones algo más pequeñas que el natural, ya que debía adecuarse al tamaño
de los dos sayones conservados. Su autor, con gran destreza y autentica maestría,
hace constatar un bellísimo escorzo y una serie de contraposiciones que dan a
entender el desplazamiento de la imagen, la cual parece estar intentando escapar
de los azotes de los sayones. De esta forma, adelanta la pierna izquierda, pero
sus manos, que quedan atadas a la columna, le impiden escapar. El cuerpo, un
poco más adelantado, y el brazo derecho, que atraviesa todo el tórax para
encontrarse con la otra mano que queda atada a la columna, hacen adivinar el
gran estudio y el dominio de la técnica que alcanzó González Moreno en esta
obra.
De bellas facciones hebreas, la expresividad impresionante y muy realista, el
rostro del Redentor posee unas características muy singulares que se alejan del
clasicismo puro de otras imágenes del autor, sobre todo las de su última etapa
escultórica. Los pómulos aparecen caídos, y sus cejas,
levantadas, bajan disminuyendo su tamaño, lo que unido a unos ojos abiertos
y cansados crea una mirada suplicante. La boca, entreabierta,
también manifiesta ese dolor ante
comentado que parece suplicar que lo suelten.
Un elemento muy importante de esta imagen es la muestra de los azotes, que queda reflejada por todo el cuerpo con unos pequeños arañazos sangrientos. Éstos son mucho más intensos en la espalda, que queda totalmente manchada de sangre, de ahí que el autor pueda desplegar magistralmente un extraordinario estudio de la anatomía. La policromía del Cristo es de un naturalismo increíble.
Por todo ello, estamos ante una imagen de autentica maestría dentro de la Semana Santa de Cieza y fuera de ella, en la cual predominan todos los recursos utilizados por el autor, llegando casi a la perfección total dentro del arte y haciendo de esta obra una de las más relevantes y desconocidas dentro de la imaginería procesional del siglo XX.
En definitiva, el escultor e imaginero Juan González Moreno realizó para Cieza otra de sus obras cumbres, de la cual todos los ciezanos pueden estar orgullosos de poder disfrutarla.
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