LAS DOLOROSAS GEMELAS DE FERNÁNDEZ-ANDES

Antonio Cabezuelo (16/03/2014)


 

 
 
Virgen de la Piedad (Sevilla)

 

Contaban los que le conocieron, que José Manuel Rodríguez Fernández-Andes era un enamorado de la finura y delicadeza de la Divina Pastora de las Almas de la sevillana parroquia de Santa Marina. Esta imagen, una de las advocaciones marianas más señeras de la capital hispalense, destaca por la inocencia de su mirada.

Para todo imaginero sevillano no hay mayor honor que recibir un encargo para la Semana Santa de su ciudad. Si bien ya habría realizado con anterioridad imágenes para las procesiones de Sevilla, como los titulares de la Cofradía de los Gitanos, el encargo de una Piedad destinada a sustituir a la ya existente en la Cofradía del Baratillo despertaría en un Fernández-Andes que ya se encontraba en su madurez artística el anhelo de plasmar por fin su visión definitva de la belleza en una Dolorosa. Inspirándose en la dulzura y en el aniñado rostro de su venerada Pastora, y siguiendo el consejo de José Sebastián Bandarán, director espiritual de la Cofradía del Baratillo, Fernández-Andes tenía ante sí el reto de no perder ni un ápice de la finura e inocencia de una Virgen de Gloria, en una Virgen que debería tener a su vez el carácter doliente propio de una Dolorosa.

En la Semana Santa del año 1945, Nuestra Señora de la Piedad del Baratillo ya desfilaría con majestuosidad por las calles de Sevilla. Fina, elegante, bella, con la mirada perdida. Una mirada con mucho dolor contenido, que unida a su aniñado rostro, es capaz de conmover a las miles de almas que cada año la ven procesionar y que la visitan en su capilla del sevillano barrio del Arenal.

Tan satisfecho debió quedar el escultor con la obra realizada que, sin mediar ningún tipo de encargo, realizó una Dolorosa siguiendo con fidelidad los cánones de aquella, hasta el punto de que podríamos hablar de imágenes casi gemelas. Esta imagen se encontraría concluida con total seguridad en los inicios del año 1946 y recibiría la advocación de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Quizás pueda parecer una advocación elegida al azar, entre todas las posibles para una Dolorosa sevillana; sin embargo, puede que el escultor con el nombre estuviera definiendo a la imagen: una Virgen fina, dulce, casi niña, pero dolorida por la pasión de su Hijo el Redentor, una Dolorosa de Gloria, una Virgen de Gloria Dolorosa.

Tan orgulloso debía estar Fernández-Andes de su creación que la quiso mostrar en la exposición Estampas de la Pasión, celebrada en 1946 en el Palacio del Retiro en Madrid, donde obtuvo por ella la medalla de plata. Además, como nos contaba don Enrique Guevara en la edición 2010 del boletín Silencio (Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia, Jesús del Gran Poder y Nuestra Señora del Dolor de Hellín), durante la Cuaresma de ese mismo año quiso mostrarla en su taller con las mejores galas que fuera posible; para ello, les pidió a sus colegas de la Cofradía de la Macarena y el Gran Poder de Madrid, para los que había realizado al titular cristífero de la misma, el mejor terno con que contaban: saya y manto que habían pertenecido a la Virgen de la Esperanza Macarena de Sevilla, no solo para muchos icono de la Semana Santa Sevillana, sino emblema de la cultura española en todo el mundo. Todo ello no es más que una muestra del profundo cariño que sentía Fernández-Andes por su Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos.

 

 
     
     
Virgen del Dolor (Hellín)

 

El 12 de diciembre del año 1946 se firmaría el contrato de compra de esta imagen, bajo la advocación de Nuestra Señora del Dolor, entre el escultor y don Antonio Millán Pallares, promotor de la Real Cofradía y Hermandad de Nazarenos de Nuestra Señora del Dolor, Nuestro Padre Jesús de la Misericordia y Jesús del Gran Poder. Quizás, esta venta solo fuera posible debido a la gran amistad que les unía, y no resultara para José Manuel Rodríguez Fernández-Andes sencillo desprenderse de su mimada Virgen.

A la Virgen del Dolor y a la Virgen de la Piedad se une la Virgen de los Dolores del municipio onubense de Rociana del Condado, que completa esta particular serie de Dolorosas casi gemelas. Cuentan los hermanos rocianeros que esta imagen fue realizada en 1945, justo después de la Piedad del Baratillo, y premiada en la exposición Medallas de la Pasión. Datos que más bien se corresponden con Nuestra Señora del Dolor.

Huyendo de localismos y no dejándonos llevar por el patriotismos chico, en el contrato antes mencionado entre don Antonio Millán y Fernández-Andes se hace mención a que Nuestra Señora del Dolor había sido expuesta y premiada en dicha exposición. Las fotografías que Enrique Guevara facilitó a la cofradía hellinera atestiguan que dicha imagen es inequívocamente la del Jueves Santo hellinero. Lo cierto es que lo único que saben con certeza en Rociana del Condado es que su Dolorosa fue adquirida en 1952 por doña María Dolores Harriero Molina al hermano del escultor. Por ello, permítanme desde aquí proponer una nueva teoría.

Estas tres imágenes marianas son un caso excepcional dentro de la trayectoria de un escultor que no era pródigo en repetir con tanta similitud sus creaciones. Inspirándose en una de sus grandes devociones, Fernández-Andes llevaría a cabo, mediante encargo, a Nuestra Señora de la Piedad de la corporación sevillana del Baratillo. Una vez terminada, con una mezcla de orgullo y nostalgia vería como esta marchaba para siempre de su taller. Sin premuras de contratos, realizaría para sí una Dolorosa que colmara sus anhelos y guardase similitud con aquella. Quizás fuera esta Dolorosa su vínculo con su querida Sevilla en sus largas temporadas en Madrid. Su gran amigo Antonio Millán se fijaría en ella como Reina de la procesión con que quería realzar el Jueves Santo de su Hellín natal; y debido, ya no a que el hellinero fuera casi un hermano para el escultor, sino al vínculo creciente que poco a poco le unía con la entrañable ciudad del caramelo, Pepe Andes, como le conocían sus amigos, no pudo negarse. Una vez más, veía marchar por la puerta de su taller, en la madrileña calle Amaniel, la profunda mirada de esa joven Madre que había perdido a su hijo, esa compañera de alma sevillana que le llenaba de unción en los largos y fríos días del invierno madrileño. Por ello... ¿Por qué no pensar que volvería a labrar para sí mismo una Dolorosa con este gesto tras la venta de aquella? Una imagen que le acompañaría hasta sus últimos días, cuando la muerte le sorprendió joven en Madrid en 1950, y de la que ya nunca se desprendería. Fallecido el escultor, en el año 1952, su hermano la vendería a alguna cofradía interesada, en este caso a los hermanos de Rociana del Condado.

En cada una de estas Vírgenes casi gemelas, puso José Manuel Rodríguez Fernández-Andes un trozo de su alma y de su corazón sevillano, por lo que podemos hablar sin miedo a equivocarnos de que se tratan de obras de gran interés, personalidad e importancia dentro de la trayectoria del hispalense.

 

 
 
Virgen de los Dolores (Rociana del Condado)

 

Fotografías a color de Antonio Jiménez, Sergio Cabaco y Roberto Villarrica para Fotos Cofrades

 

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