EL NUEVO RETABLO DEL CARMEN DE HUELVA. ANTECEDENTES, CONCEPCIÓN Y DISEÑO
Jesús Romanov López-Alfonso. Con información de Sergio Cabaco (07/07/2021)
La construcción del templo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de Huelva, también conocido como iglesia de la Purísima Concepción o iglesia de la Concepción, dio comienzo en 1515 gracias a la donación de unos solares por parte de Cristóbal Dorantes, regidor del cabildo y miembro de una de las familias más influyentes de la ciudad. Esta iglesia, que pasa por ser el primer templo dedicado en España a la Inmaculada Concepción, fue llamada por el propio Dorantes "iglesia de Nuestra Señora Santa María de la Concepción" en su manda testamentaria de 1522, donde indica su deseo de ser enterrado en el templo que patrocinó. La iglesia de la Concepción atesoró tradicionalmente una considerable cantidad de obras de arte en pintura, escultura y retablística, realizadas por autores tan variopintos como Pedro Roldán, Blas Molner, José Montes de Oca, Joaquín Bilbao o Enrique Pérez Comendador, entre muchos otros, que se perdieron durante el incendio de julio de 1936 que duró varios días, en el transcurso de la Guerra Civil. La destrucción del patrimonio de la capital onubense fue considerable e irreparable, pero en los años de posguerra, en contra de lo que afirman algunos historiadores, las diferentes parroquias, hermandades, cofradías o asociaciones religiosas de Huelva, entre ellas las establecidas en la iglesia de la Concepción, pese a las penurias económicas pudieron acometer la empresa de reponer la gran mayoría de los retablos perdidos para albergar las nuevas imágenes que reemplazaron a las destruidas. Algunos de ellos fueron piezas de nueva factura realizadas por tallistas como Gómez del Castillo o Hierro Barreda, y otros, como el retablo mayor desmantelado en la discutible restauración posconciliar de 1969, piezas antiguas procedentes de la provincia de Sevilla. Una de las devociones perdidas en ese momento fue la de la Virgen del Carmen, que contaba con cofradía desde 1929, año en el que estrenó además un retablo, así como las Ánimas Benditas, que desde el siglo XIX también tenía una hermandad que les rendía culto. Conviene informar que la imagen carmelita destruida en la Guerra Civil era la antigua titular de la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella, demolida en 1843, pasando la Virgen a la parroquial de la Concepción, donde le colocaron los distintivos y hábitos de la Virgen del Carmen. Si bien el escultor e imaginero sevillano Agustín Sánchez-Cid Agüero realiza en 1944 una nueva imagen tras el conflicto bélico, que sigue el modelo de la Virgen del Carmen de la iglesia gaditana de dicha advocación, el culto a la misma en la iglesia onubense de la Concepción se fue apagando hasta la actualidad. |
En 2019 se erige canónicamente la actual corporación carmelita, retomando el legado espiritual y devocional de las dos anteriores y encargando una nueva escultura de la Virgen del Carmen al escultor e imaginero alicantino Ramón Cuenca Santo. Se trata de un grupo de enorme calidad en el que la Virgen aparece sentada en un trono de nubes, con el Niño Jesús de pie sobre su rodilla izquierda, rodeada de ángeles y auxiliando a las almas que están en el Purgatorio, representadas por una reina y un hombre en actitud de súplica, así como un monje que reza. Tal conjunto, en el que se retoma el lenguaje barroco gracias al movimiento de las esculturas, la interacción entre las mismas, y las actitudes declamatorias de las ánimas que contrastan con la serenidad de María y su Hijo, se ha situado en la cabecera de la nave lateral derecha o de la epístola. En contra de lo que se ha afirmado, dicha capilla en la actualidad no se encuentra vacía, con los muros encalados y sin ningún tipo de ornamento, sino que alberga, sobre una ménsula, la figura del Sagrado Corazón de Jesús, espléndida obra del reconocido imaginero onubense Sebastián Santos Rojas (1939), y el monumental sagrario cincelado en plata por el orfebre sevillano Jesús Domínguez (1958). |
Desde el final de la Edad Media, las imágenes sagradas suelen disponerse en retablos para su veneración diaria, en los cuales se expone la doctrina de la Iglesia Católica y complementan el mensaje que la escultura transmite, siendo uno de los primeros objetivos de esta hermandad la construcción de uno para adecentar la capilla en la que recibe culto y completar la iconografía de la imagen. El proyecto que ahora se presenta es una obra conjuntamente ideada por tres creadores. Por un lado, Antonio Rivera Salguero, hermano mayor de la nueva corporación onubense del Carmen, persona con un gran conocimiento sobre el arte y la ornamentación, poseedor de una gran sensibilidad artística que no solo se reduce al contexto andaluz, sino también al de resto de España y Europa. A él se le deben la idea o concepción del retablo y la compra de sus elementos antiguos. Por otro lado, Abraham Ceada Santana, diseñador del retablo, escultor onubense cuyos estudios académicos los ha realizado en la Universidad de Sevilla (US). Es uno de los más sobresalientes imagineros jóvenes del panorama nacional, cuya obra es lo suficientemente solvente como para llevar a cabo este proyecto. Su breve pero intensa trayectoria no se ha ceñido a la repetición de los modelos sevillanos de finales del pasado siglo XX, sino que ha explorado nuevos caminos como el estudio de la imaginería italiana o centroeuropea. Prueba de todo lo anterior son imágenes como el "Cristo Resucitado" para Tarifa (Cádiz), el "Ecce Homo" o el "Niño Nazareno" para colecciones privadas, los "Ángeles" para el paso de la Vera Cruz de Castilleja de la Cuesta (Sevilla) o los de la ermita de la Cruz de Abajo de Berrocal (Huelva). Todo ello da ejemplo de la valía de este artista para llevar a cabo la obra que comentamos. Por último, Jesús Zurita, pintor cordobés licenciado en Bellas Artes por la US, cuya obra es delicada, bella, simbolista, con un gran empleo de mensajes y un enorme conocimiento de la iconografía cristiana que se refleja en sus distintas pinturas. Es, además, un reconocido cartelista. Entre todos ellos van a desarrollar la idea de dotar a este espacio de culto de la riqueza artística y solemnidad que requiere la veneración de una imagen sagrada, así como devolver al templo el esplendor perdido en su momento, y no recuperado del todo hasta ahora, con un retablo de estilo barroco, si bien próximo a la estética alemana, en el cual se toman elementos antiguos a los que se les da este nuevo uso. |
El banco está realizado en madera dorada con entrantes y salientes, decorado a base de casetones rectangulares en los que observamos motivos florales y guirnaldas. Por sus características, podría fecharse a finales del siglo XVIII. Sobre el mismo descansa una peana de mármol jaspeada en verde en la que se alternan los colores rosáceo y verde en las cornisas, y que se adorna con guirnalda de flores, lazos y filacterias de madera dorada. El cuerpo central lo forman dos pilastras estriadas que sostiene una cornisa, bajo la que se despliega un cortinaje de tonos verdosos que se realizará en telas encoladas y cuya policromía imita en sus adornos los tejidos de damasco. Al caer, dicho cortinaje es abierto por grupos de ángeles que juegan con la tela y la envuelven en las pilastras, aportando de ese modo una sensación de movimiento, dinamismo e ingravidez. En la base, dos parejas más de ángeles sostienen candelabros de cuyos brazos emergen tallos de hojas y flores. Entre las mismas aparece la imagen titular de Nuestra Señora del Carmen, completando el conjunto escultórico una pintura mural al fondo. En la parte inferior de la pintura se dispone el Purgatorio, como lugar en el que las ánimas están en un proceso de purificación antes de ir a gozar de la presencia de Dios en la gloria, mientras que en la parte superior aparece el cielo, donde se encuentra María como intercesora ante su hijo, y donde se divisa la estrella de la mañana (en alusión a la letanía lauretana) así como las nubes, que son retiradas por los ángeles para dejar un firmamento diáfano en el que se recorta la Virgen con el Niño; por último, en el horizonte de la pintura observamos el mar, aludiendo al patronazgo de la advocación carmelita sobre la marina española, por lo que vemos un barco llegando al puerto seguro en el que aparece la palmera y el cedro, árboles también ligados a la simbología mariana, que aluden a la victoria y la incorruptibilidad. Por último, en el ático encontramos la ya aludida cornisa de madera dorada, con rica decoración a base de hojas de acanto, rocallas y una pareja de querubines en el centro, cuya cronología se corresponde con la del banco y con el escudo carmelita (pieza de talla) que emerge sobre ella al centro y de la que salen rayos de luz. El escudo es sostenido por dos ángeles mancebos en actitud volandera y declamatoria sobre las nubes, estando el de la izquierda del espectador en actitud de tocar una trompeta mientras el otro mira al cielo. Seis querubes aparecen entre las nubes, mientras que otros dos ángeles niños se asientan sobre los capiteles de las columnas. Es interesante resaltar la integración de las artes de la pintura, la escultura, la arquitectura y la talla, así como la apuesta por el uso de elementos antiguos, cosa de la que se escasea actualmente en Huelva, pero que gracias al estudio meticuloso de la composición del retablo, no resulta discordante con lo nuevo. Los elementos de acarreo son algo tradicional a lo largo de la historia del arte (solo tenemos que ver las columnas de la mezquita de Córdoba que se tomaron de Medina Azahara) y permiten la preservación de los mismos gracias a un nuevo uso que, precisamente, asegura su cuidado y permanencia, puesto que no se abandonan, sino que quedan a la vista. El hecho de emplear estructuras del final del siglo XVIII también aporta un valor añadido al retablo, por incluir unas obras de arte con una antigüedad que contribuye a que su aspecto sea más veraz y concordante con la idea de recrear un espacio barroco. En este mismo sentido, son muy destacables los contrastes que se observan entre las superficies doradas y los ángeles, cuyas carnes imitan la superficie marmórea, así como el tratamiento entre éstos y las nubes, cuyo aspecto ofrece un menor pulimento. Volvemos a insistir en el movimiento que envuelve todo el conjunto, gracias a las actitudes de todos los personajes sagrados y la caída en espiral en cortinaje que se enrosca en las pilastras, lo que recuerda de ese modo a lo salomónico, así como en su colorido. Todo ello ofrecerá en la persona que lo vea una visión impactante, que permita al fiel entrar en un clima de oración, puesto que se trata de traer un trozo del cielo a la tierra, y crear un espacio en el que el eje vertebrador sea la Virgen del Carmen, y todo lo demás incite a quien lo mira a lo extático, a la evasión de lo terreno para desear aspirar a lo celestial por medio de la belleza. El conjunto entero del nuevo retablo de la Virgen del Carmen de Huelva resulta de un enorme interés, puesto que supone una reinterpretación de modelos barrocos diferentes a lo que habitualmente vemos en Andalucía, ya que se bebe de lo germánico, por lo tanto aporta y suma dentro de nuestra rica tradición en arte religioso. Por ello, ni va a ser extraño al imaginario popular onubense, ni tampoco será una repetición más de un modelo determinado, sino que sus líneas aportan algo nuevo a una ciudad tan necesitada de obras de arte que sean únicas, diferentes y constituyan en sí mismas un atractivo que enriquezca el patrimonio de la misma. |
FUENTES DÍAZ HIERRO, Diego. "La Virgen del Carmen en la antigua devoción del pueblo onubense", artículo publicado en el rotativo Odiel, Huelva, 16-07-1970. ORDÓÑEZ MÁRQUEZ, Juan. La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huelva, 1931-1936, Ediciones del Instituto de Historia Eclesiástica "Padre Enrique Flórez", Madrid, 1968. AA.VV (coord. de CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús). Guía Artística de Huelva y su Provincia, Ediciones de la Diputación de Huelva y de la Fundación José Manuel Lara, Huelva, 2006. |
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