LA VIRGEN DE LA ENCARNACIÓN EN LA OBRA DE LUJÁN PÉREZ
Juan Alejandro Lorenzo Lima
Al igual que sucede con otras iconografías marianas, las efigies de la Virgen de la Encarnación que esculpió el escultor José Luján Pérez (1756-1815) participan de ciertos convencionalismos y de esquemas figurativos heredados de épocas anteriores. El culto a dicha advocación obtuvo cierta importancia en Canarias desde el siglo XVI, aunque la lectura errónea de ciertas representaciones motivó la retirada de algunas esculturas y pinturas en el Seiscientos o su posterior abandono. En la actualidad se conservan muy pocos testimonios de los que debieron ser obras con gran interés por su componente conceptual y variedad representativa. No en vano, las obras de Luján Pérez tienen la originalidad de recuperar un tema tradicional y devolverle la máxima atención en parroquias donde su culto todavía era importante a finales del siglo XVIII (Gáldar y Haría). En el catálogo de obras lujanescas hay constancia de al menos tres obras con esta temática, aunque las más importantes son las esculturas de mediano tamaño que conservan las parroquias de Santiago en Gáldar (Gran Canaria) o la Encarnación en Haría (Lanzarote), donde es además efigie titular del templo. |
VIRGEN DE LA ENCARNACIÓN Esta pequeña talla obedece a un encargo de la mayordomía parroquial, ya que sus libros de fábrica recogen en 1799 el pago de 1075 reales por su ejecución, al mismo tiempo que costeaban otras efigies del maestro como la Inmaculada Concepción. Su origen se situaba en una pequeña ermita que se construyó en la Vega de Gáldar, amplia extensión de terreno que limitaba con el vecino pueblo de Guía (localidad natal del artista). Después de su cierre fue trasladada a la parroquia matriz del lugar y desde entonces preside un retablo y capilla lateral donde es muy venerada por lo vecinos de la comarca. Se trata de una pieza de cierto interés, puesto que también es una de las pocas efigies marianas del artista que no presentan el habitual tejido encolado (técnica muy habitual en la producción lujanesca) o fue preparada para recibir tejidos como indumentaria. Ello permite relacionarla con grandes tallas de la década de 1810 (Virgen de La Antigua, Catedral de Santa Ana) o con trabajo contemporáneos como la bella Virgen de la Esperanza de Agüimes, datada también en 1799. Con esta efigie guarda mayor afinidad en su formato (medio), técnica y decoraciones, además de responder a un mismo concepto de escultura que pretendía erradicar de las efigies las vestiduras y aproximar los fieles a las prácticas religiosas del Catolicismo Ilustrado. No en vano, su encargo obedece a un mandato del controvertido obispo Antonio Tavira y Almazán (1737-1807), quien en su visita a la parroquia ordenó retirar las obras de candelero por su indecoroso aspecto, las condiciones ya citadas o los elevados gastos que importaba el ajuar textil y otros adornos. En esta ocasión la Virgen se presenta en pie, absorta en la lectura y en actitud contemplativa. Los pliegues del tejido le otorgan una mayor prestancia y expresividad, a la vez que las ricas decoraciones en sus cenefas dejan entrever rasgos de la persistente estética del rococó. La policromía que presenta contribuye a suavizar la expresión del rostro, siempre dentro de la mesura con que Luján aborda las figuraciones femeninas. Ha sido restaurada con motivo de la exposición Luján Pérez y su Tiempo (celebrada en Gran Canaria, entre los meses de mayo y julio del año 2007), de la que formó parte (ver enlace). |
VIRGEN DE LA ENCARNACIÓN Reproduce el mismo esquema que la efigie anterior, aunque con una mayor elegancia. El uso de tejidos encolados para formar las vestiduras permite otorgarle una mayor volumetría, aunque la policromía aplicada le otorga cierta unidad y elegancia. A su vez, ésta se completa con exquisita labor de talla en las manos y el rostro, cuyo acabado refleja un clasicismo no muy habitual en la producción lujanesca. Sin duda, es una de las pocas efigies de su producción en las que el maestro de Guía se aproximó a un concepto de belleza con alta idealización formal, muy próximo a los esquemas que luego reinterpretó su discípulo Fernando Estévez de Salas (1788-1854). Lamentablemente, la documentación conocida no menciona su encargo, por lo que éste y el posterior traslado a Lanzarote pudo deberse a algún comitente particular que conociera la actividad que Luján empezó desarrollar en Gran Canaria en torno a 1790. Sí sabemos, en cambio, que sustituye a una efigie anterior, tal vez datada en el siglo XVI (época en la que se construyó la primera parroquia de la localidad). |
BIBLIOGRAFÍA AA.VV.: Luján Pérez y su Tiempo [catálogo de la exposición homónima]. Islas Canarias, 2007. |
Noticia Relacionada en este |
www.lahornacina.com