EXPLICACIÓN MÉDICO-FORENSE DEL HOMBRE DE LA SÍNDONE

Juan Manuel Miñarro López (20/12/2012)


 

 
 
 
 

 

INTRODUCCIÓN

El siguiente texto, ilustrado con dibujos y fotografías, representa la conclusión de seis años de trabajo personal e investigación sobre la Sábana Santa de Turín (Italia) y el Santo Sudario de Oviedo (España), como integrante del E.D.I.C.E.S. (Equipo de Investigación Internacional del Centro Español de Sindonología), pero además también representa la recopilación de la investigación médica legal más completa que jamás se haya realizado sobre un objeto relacionado íntimamente con la Pasión de Cristo.

La labor de eminentes especialistas en el campo de medicina legal y forense, desde principios del siglo XX hasta nuestros días, ha sido fundamental para entender la Síndone y el Sudario; pero también gracias a la aportación de otros especialistas pertenecientes a diferentes campos de la ciencia, tales como antropólogos, arqueólogos, historiadores, físicos, químicos y artistas.

Jamás un objeto antiguo ha reunido a un equipo multidisciplinar tan completo. La ciencia no tiene actualmente una respuesta satisfactoria para explicar la formación de la imagen de la Síndone, y nadie a favor o en contra ha podido presentar a la ciencia una prueba definitiva que resista los análisis científicos pertinentes.

 

 
 
 
 

 

REPRESENTACIÓN DEL CUERPO DEL HOMBRE DE LA SÁBANA SANTA

El cuerpo que hemos representado, en su aspecto general y particular, obedece a los estudios aportados por la antropología física y forense: la imagen o impronta presente en la Síndone se corresponde con exactitud al aspecto de un cadáver reciente, de unas cinco o seis horas, en un estado de intensa rigidez instaurada de una manera instantánea o muy precoz, característica de casos debidos a muertes violentas, en extremo fatigosas, dolorosas y acompañadas de fuerte deshidratación agravada por estado mantenido de fiebre.

En las zonas anatómicas de declives, referidas a la posición del cuerpo en la cruz, y por la acción de la gravedad tras la muerte, se han representado las manchas hemostáticas o cadavéricas, con la tonalidad que cabe esperar en un cadáver de pocas horas. Dichas manchas se forman por la acumulación de la sangre debida a la gravedad, por lo que es un indicativo claro de la posición en la queda un cuerpo en el momento de la muerte.

La morfología de los traumatismos, coloración y textura de la sangre, se ha realizado gracias al asesoramiento forense del doctor Alfonso Sánchez Hermosilla y por el médico analista doctor Antonio Petit Gancedo. Gracias a sus aportaciones he podido representar la morfología hemática según los diferentes tipos: venosa, arterial y hemorragia post-mortem. Asimismo, se han distinguido los fluidos debidos al suero y líquidos de origen en edema pulmonar cadavérico.

La constitución somática, según Judica Cordiglia, se podría describir como la de un hombre alto de estatura (entre 178 y 180 cm), guardando las líneas de su tronco y extremidades una armonía y proporción escultural; equilibrado tanto en anchura como en longitud. Motivo por el cual el hombre de la Síndone se puede definir como un normotipo; es decir: presenta una estructura somática del todo peculiar, encontrándose fuera y sobre cualquier tipo de clasificación étnica.

Sobre la disposición y composición del cuerpo, la cabeza se encuentra ligeramente flexionada hacia delante (ángulo aproximado de 40º) y la nuca elevada y tensa, con acentuada cifosis cervical; los músculos esternocleidomastoideos, trapecio e inspiradores aparecen rígidos, lo mismo que los deltoides, y músculos supinadores de los brazos; el tórax se encuentra dilatado, como en una inspiración forzada; los músculos pectorales mayores se muestran contraídos y salientes; la musculatura escapular también se encuentra contraída y pegada a las costillas; el epigastrio hundido; el hipogastrio prominente; la musculatura dorso-lumbar muy tensa, con lordosis lumbar acentuada; el vientre está inflamado, síntoma característico de una muerte asfíctica; las piernas se representan flexionadas: la derecha en ángulo de 64 grados y la izquierda en ángulo de 77 grados; la herida de los clavos en los pies ha sido situada siguiendo la teoría del Dr. Smith, en el punto de confluencia del calcáneo, astrágalo, escafoides y cuboides, espacio que conduce al seno del tarso; el pie izquierdo se encuentra flexionado 90º y el derecho hiperextendido 155º, posición denominada por Palacio Carvajal "en equino de pie"; los brazos tienen menos rigidez que el resto de los músculos del cuerpo y se sitúan cruzados sobre el pubis, pero de tal manera que resulta una pose claramente forzada por el hecho de que tuvieron que vencer el rigor mortis fijado por la posición de cruz; las manos aparecen con los pulgares replegados sobre las palmas, por efecto de posible lesión del arco nervioso palmar provocada por los clavos; y aplanamiento de los glúteos y la zona escapular, según las observaciones del doctor Baima Bollone, provocada por el apoyo de la masa del cuerpo en la posición de cubito supino en la que se depositó en el sepulcro.

 

 

 

ROSTRO Y CABEZA: MAGULLADURAS Y CORONA DE ESPINAS

Los estudios realizados nos revelan un rostro tumefacto, propio de un hombre que ha sido muy maltratado y que a la vez recibió la colocación de un objeto lacerante sobre su cabeza, a modo de corona o casco de espinas.

Más de cincuenta heridas punzantes se aprecian sobre las regiones visibles de la cabeza. El aplastamiento de la nariz y la tumefacción del ojo y pómulo derecho, revelan el tipo de lesiones que pudo producirle un golpe de palo; objeto cilíndrico de unos 4,5 cm de diámetro. También se aprecia la falta de cabello en la barba, como si le hubiesen arrancado trozos de forma intencionada.

Por su aspecto, el rostro revela huellas de una intensa paliza. Presenta lesiones provocadas tanto por golpes directos, como por los indirectos, debido tal vez a las caídas: tumefacción en la zona de la frente, región de ambos arcos superciliares y zona media frontal; en el arco de la ceja derecha continua la tumescencia, de forma más pronunciada en la parte externa del ojo, lo que debe condicionar el cierre parcial del mismo; abundantes coágulos de sangre vital en la frente, sienes, nuca y cabellera; profusión de hemorragias arteriales o venosas, compatibles con heridas provocadas por objetos punzantes, dispuestos periféricamente sobre el cráneo (capacete de espinas de ziziphus jujuba); gran contusión bajo la región cigomática derecha (mejilla derecha) en forma de triangulo, cuyo vértice mas alargado se dirige hacia la cresta de la nariz; a nivel del vértice izquierdo del dorso nasal, se observa una zona escoriada y contusa provocada por un golpe que debió fracturar el cartílago nasal, provocando la desviación de la nariz hacia la izquierda; la nariz tiene el ala izquierda ensanchada y achatada; los labios, el bigote, el mentón y la barba están impregnados de sangre; abundantes regueros de sangre mezclada con saliva y líquido procedente de edema pulmonar, saliendo por la comisura derecha de la boca; mentón muy contusionado, y abundantes regueros de sangre que salen de los orificios nasales, formando dos chorros que cruzan el lado derecho de la comisura bucal y el centro del labio inferior.

 

 
 
 
 

 

HUELLAS DE FLAGELACIÓN ROMANA

Prácticamente todo el cuerpo está cubierto de heridas de pequeño tamaño, iguales y semejantes a pequeñas mancuernas de unos 3 cm de longitud. Las marcas, pareadas y puntiformes, están formadas por pequeños círculos de unos 12 mm de diámetro, algo separados entre sí pero unidos por una línea transversal, en muchos casos visibles. Algunas de estas marcas, son muy poco visibles en la Síndone a simple vista, pero se ponen claramente de manifiesto con las fotografías de luz ultravioleta. Son sin dudas las que dejaría el instrumento de tortura romano, conocido con el nombre de "flagellum taxillatum", llamado así por las bolitas o "taxilli" que remataban sus tres correas formadas por nervios obtenido de animales.

La representación de estas lesiones se localizan por todo el cuerpo: espalda, piernas, pecho, vientre, zona glútea y, posiblemente, hasta en los genitales. Evidentemente, pensamos que el hombre debió encontrarse totalmente desnudo cuando recibió éste brutal y sistemático castigo.

Del estudio de la imagen sindónica se desprenden algunas características que convienen destacar, y que se han aplicado en la realización del cuerpo: el castigo fue aplicado por dos verdugos o lictores diestros, situados en cada flanco del reo, aproximadamente a 1 metro de distancia, distribuyendo los golpes en forma de abanico por todo el cuerpo de la víctima, de manera sistemática y con saña; el número de golpes ascendió a unos 120, sin contar los que no hemos podido estudiar por la falta de las huellas de gran parte de los brazos, zona de la imagen perdida por causa del incendio de 1532 en Chamberí (Francia), además de la no existencia de imagen lateral o de los costados del cuerpo del hombre en la Síndone (aspecto no explicado aún satisfactoriamente); durante la flagelación, la postura de nuestro hombre debió ser encorvada, lo que se deduce de los estudios realizados mediante ordenador sobre fotografías ultravioletas obtenidas de la Síndone, mediante las que se puede comprobar la anulación de los reguerillos de sangre y suero en las distintas partes del cuerpo; en la posición encorvada, los reguerillos de la parte dorsal alta cayeron hacia los lados con una angulación de 100º, 90º y 70º, durante la aplicación del castigo, más tarde, ya en posición vertical o sentado, los regueros cayeron hacia abajo siguiendo la acción de la gravedad, algo parecido ocurrió en las zonas glúteas, y en las extremidades inferiores los regueros son nítidos y se dirigen, casi siempre, hacia abajo; la gran nitidez con que se aprecian muchos de estos regueros puede explicarse por el tiempo que pasó desde la flagelación hasta que le volvieron a vestir, el necesario para que se secaran y no fueran absorbidos por la túnica, quedando en el cuerpo y pasando después a la mortaja por un proceso que no se puede explicar solo por contacto; en la parte alta de la espalda, los regueros y las marcas de los "taxilli" han desaparecido, observándose difuminados y compactos, además la zona se muestra muy escoriada, como si la piel herida estuviese abrasada por el rozamiento contra algún tipo de superficie áspera (¿el patibulum?); por último, las rodillas se encuentran también fuertemente lesionadas: la derecha presenta numerosas excoriaciones de distinto tamaño a nivel de la rotula, y se intuye una pérdida de sustancia en el mismo lugar, mientras la izquierda presenta heridas menos extensas. La explicación de estas heridas resulta evidente: durante el camino al suplicio, el hombre debió caer, y quizás en varias ocasiones.

 

 
 
 
 

 

HUELLAS DE LA CRUCIFIXIÓN

Lo primero que llama la atención en la Síndone, al fijarnos en los brazos cruzados (izquierdo sobre derecho), es la herida existente a nivel de la muñeca izquierda (y no en la palma de la mano como siempre se representa en el arte sacro). El doctor Pier Barbet realizó experimentos con brazos recién amputados, aún vivos, y corroboró efectivamente, que la zona más idónea para introducir un clavo, era a través del carpo, y no en las palmas. En estas zonas los tejidos no poseen estructuras para soportar el peso de un cuerpo.

Al hombre de la Síndone le calculamos un peso de unos 80 kg, colgado en posición vertical y formando los brazos un ángulo aproximado de 65 grados. Es fácil de deducir el peso que soportaría cada brazo en función del ángulo mencionado, aplicando la siguiente fórmula matemática: 40 kg/coseno de 65º = 95 kg. Las palmas no podrían soportar este peso; sin embargo, las muñecas pueden llegar a resistir hasta 200 kg de tracción. Por lo tanto, según Barbet y muchos otros especialistas, el clavo tuvo que penetrar por un espacio entre los huesos del carpo, llamado "punto de destot", espacio que Barbet, y después otros sindonólogos, habían situado entre el hueso grande y el semilunar. A su vez, Barbet mantenía que dicha lesión provocaba la lesión del nervio mediano y la abducción de los pulgares. Sin embargo, según estudios recientes del Dr. Palacios Carvajal, el "espacio de destot" es un misterioso enclave anatómico que no figura en ningún tratado de anatomía, ni antiguo ni moderno, y que sólo existe en las publicaciones relacionadas con la Síndone.

Para Palacios Carvajal, especialista en traumatología, existen en las zona del carpo dos posibles espacios, en este caso absolutamente ciertos, por donde pudo penetrar el clavo. Aunque también estima que la otra teoría de Barbet sobre la supuesta lesión del nervio mediano, para explicar la ausencia de huellas de ambos pulgares en la imagen sindónica, tampoco le parece cierta o verosímil, y mantiene que los pulgares tal vez no se vean por estar simplemente replegados, como es casi normal en toda mano en actitud de relajación.

De todo lo expuesto, lo que parece al menos plausible es que el clavo penetró por la zona del carpo y no por el espacio cubito radial. Aunque está es otra zona anatómica, también hay que considerarla factible para conseguir una suspensión estable. Además, está relativamente tan cerca de la región carpiana, difícil de apreciar con la suficiente nitidez en la Síndone, que no podemos por el momento emitir un juicio absoluto.

La herida de los clavos en los pies ha sido situada siguiendo la teoría del doctor Smith: en el punto de confluencia del calcáneo, astrágalo, escafoides y cuboides, espacio que conduce al seno del tarso.

En la imagen dorsal los pies aparecen algo cruzados: puntas convergentes y talones separados. El pie derecho presenta toda su planta marcada, lo que indica la disposición mas flexionada de la rodilla derecha. Del pie izquierdo solo vemos el talón y la parte central. El talón del pie izquierdo, profusamente manchado de sangre, presenta unas huellas que parecen causadas por los dedos de una mano.

Con toda seguridad el pie izquierdo fue clavado sobre el derecho, presionando la herida de ese lado, de tal forma que la sangre que manaba quedaba frenada por la presión, formándose una mancha de forma trapezoidal e irregular que se prolonga hacia la izquierda en un reguero oblicuo. Esto sucedería al no fluir con libertad la sangre por la presión del pie izquierdo ya mencionada. Sin embargo, en el pie izquierdo sí se aprecia con nitidez el punto de entrada del clavo, así como algunos regueros de sangre que fluyen libremente.

 

 
 
 
 

 

LANZADA EN EL COSTADO

La herida del costado se encuentra entre la quinta y la sexta costilla. Puede ser una prueba evidente de la práctica del "exactus mortis", una mera comprobación de la muerte efectuada con un golpe certero de lanza. Sabemos que a los crucificados se les practicaba normalmente el "crurifagium", un violento golpe de maza con el que se les quebraban las piernas para acelerarles la muerte. Sabemos por los evangelios, que semejante técnica no fue necesaria para Jesús, puesto que murió con relativa celeridad. Solo hizo falta, por mandato del procurador romano Poncio Pilatos, que comprobasen la realidad de su muerte.

Según lo que vemos en la Síndone, la herida del costado puede ser una prueba irrefutable de muerte, sobre todo por el aspecto y la morfología que presenta. Distintos autores forenses nos describen características propias de una hemorragia post-mortem, apreciándose como la masa sanguínea ya está separada del plasma o medio líquido en el que flotan los glóbulos rojos. Además, son claramente visibles los halos formados por líquidos serosos en toda la periferia de los coágulos, sobre todo si aplicamos luz ultravioleta. Asimismo, los bordes de la herida permanecen abiertos: no existe retractabilidad en la piel, no hay vida.

Por otra parte, estos sueros sanguíneos o líquidos serosos provienen, con probabilidad, de un grave edema pulmonar provocado por la flagelación y agravado por la muerte asfíctica del reo. Este mismo efecto y tipo de mancha se aprecia en la parte central del Sudario de Oviedo. En el caso de la lanzada, estos líquidos fueron tal vez la causa del fenómeno que nos describe San Juan Evangelista, testigo del "exactus mortis", explicándolo en el pasaje evangélico como emanación de sangre y agua que brotó del costado de Jesús.

La hemorragia del costado tiene su continuación en la espalda a través de regueros compactos de tipo cadavérico, que en este caso llevan una dirección transversal respecto a la vertical, por lo que debió producirse cuando el cuerpo ya no estaba en la cruz. En la Síndone le llamamos el "cinturón lumbar" y pensamos que es una sangre procedente de la herida del costado, provocada cuando se movió el cadáver, lo que causó el drenaje de la vena cava inferior y restos de líquido provenientes de edema pulmonar, suero y líquido pleural.

Los últimos estudios han descubierto un orificio de salida de la lanza por el lado izquierdo de la espalda, debajo de la escapula. De ser esto cierto, sería real y literal la frase profética "miraran al que traspasaron".

 

 
 
 
 
Reconstrucción del modo en que fue amortajado en la sábana de lino

 

Nota de La Hornacina: este Yacente Sindónico del escultor sevillano Juan Manuel Miñarro, tallado en madera de cedro policromada (178 cm de altura, aproximadamente), es el eje principal de la exposición itinerante sobre la Síndone que ha podido verse este año en Málaga y el próximo 2013 podrá verse en Sevilla (Sala Antiquarium), así como en otras ciudades españolas como Toledo, Zaragoza, Santiago de Compostela o Alcalá de Henares.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com