UNA POSIBLE OBRA DE LUJÁN PÉREZ EN MURCIA
Pedro Ayala Martínez (16/06/2014)
La Dolorosa cotitular de la cofradía del Amparo de Murcia es una imagen anónima de finales del siglo XVIII, atribuida por no pocos estudiosos al maestro escultor Francisco Salzillo (1707-1783). Representa a María en el Monte Calvario, contemplando a su hijo crucificado con el corazón desgarrado de dolor, caracterizado este sufrimiento por el puñal clavado en su pecho. La escultura es algo menor del tamaño natural, con unas dimensiones de 153 x 50 x 78 x 44 cm; realizada en madera policromada, enlienzada y estofada. El rostro, a pesar del dolor del momento, trasmite gran serenidad y paz. Se aleja de las Dolorosas salzillescas en las que el artista murciano suele representar a una mujer de mediana edad, de frente ancha y muy despejada, con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, los ojos grandes y expresivos suelen mirando el cielo, los brazos entreabiertos con las palmas hacia arriba, en un gesto de buscar clemencia por lo que está ocurriendo en ese momento, en la mayoría dejando entrever las orejas, de una calidad excepcional, las bocas siempre entreabiertas, intentando trasmitir a su hijo un último hilo de vida, dejan ver los dientes bellamente tallados, al igual que el cuello siempre ancho y fuerte, y suele mostrar la anatomía precisa del esternocleidomastoideo. Aun habiendo una clara evolución en toda la serie de su producción, estos rasgos suelen ser comunes y distintivos del estilo de Salzillo, ya sean imágenes de talla o de vestir. La Dolorosa de la cofradía del Amparo comparte algunos de esos rasgos en común, si bien su rostro de cánones más alargados difiere de las obras de Salzillo, mas romboidales; la mirada perdida hacia arriba pero con el cuello recto, algo encorvada hacia delante simulando no querer perder de vista a su hijo, también difiere del resto de las murcianas, las cuales suelen estar en actitud de implorar clemencia al cielo; el trabajo de las orejas no existe, al igual que la boca es un poco más pequeña de lo habitual; la frente sí se encuentra despejada, pero es menos abultada y carece de las típicas arrugas que Salzillo solía incluir. Actualmente luce bella túnica en color rosa salmón con estofa de flores y cinturón que da forma al talle en pan de oro y unos discretos dibujos en color. Tanto el manto terciario en color azul oscuro, con estofa de flores, como el forro en azul celeste, están bordeado en pan de oro con una bella estofa de guirnaldas. Remata el conjunto el pañuelo hebreo que cubre la cabeza y parte de la túnica hasta perderse en el cinto sencillamente esquematizado en pan de oro y tonos rojos y azules, terminado bellamente anudado. Todo este enlienzado, realizado por encargo en el siglo XIX, y supuestamente salido del taller de Sánchez Tapia o de su hijo Sánchez Araciel, tendría el supuesto y único fin de una mejor conservación y un abaratamiento de los costes de mantenimiento de la imagen, ya que cualquier talla de vestir conlleva muchos más gastos. Dichos talleres, siguiendo la moda impuesta por Salzillo, decidirían llevar a cabo el encargo siguiendo el modelo de la Dolorosa de Santa Catalina, equiparándola con ésta. Ello ha provocado históricamente confusión sobre su autoría. |
Poco se sabe sobre esta enigmática talla de la iglesia murciana de San Nicolás. Javier Fuentes y Ponte, en su obra España Mariana, aporta algunos de los escasos datos conservados sobre esta Dolorosa: la ubica en el crucero derecho, altar de Nuestra Señora de los Dolores, antes dedicado a San Cayetano, siendo los fundadores de la capilla los Sandovales por una pía memoria creada para el culto, que entonces estaba a cargo del feligrés Luis de Alarcón y Fernández Trujillo; pero en el año 1776, con permiso de aquellos, varió el nicho y el decorado y cambió la primitiva advocación del altar el arcediano de Santiago Raimundo de Azcoitia, colocando una imagen de Nuestra Señora de los Dolores y bajando al titular San Cayetano a la mesa de altar, con un frontal liso y en el centro pintados los blasones de la familia Sandoval. Sobre dicha mesa y en su centro, en una urna grande con cristal, está la estatua de San Cayetano, de 75 cm de altura; y en el camarín, acristalado también, está la de Nuestra Señora de los Dolores, que tiene 148 cm de altura: es enlienzada, con túnica y manto de estofa de colorido, adelanta el pie izquierdo, y tiene abiertos los dos brazos levantando mas el derecho, expresando su amarga pena, con una angustiosa expresión en su semblante. De gran devoción a esta imagen han concedido varios obispos doscientos días de indulgencia. A un metro de la grada de dicho frontal y en el suelo hay una lapida grande de mármol blanco con la inscripción siguiente:
Esta descripción es la más antigua que se tiene desgraciadamente, siendo la Dolorosa descrita la que actualmente se conserva, pero en ningún momento se hace alusión a la autoría de la misma. Tras conocer todos los detalles expuestos, para dar con la supuesta autoría mi propuesta radica en la mano del canario José Miguel Luján Pérez, maestro barroco del siglo XVIII, máximo exponente de la imaginería en las Islas Canarias. Nacido en el municipio grancanario de Santa María de Guía, más exactamente en el pago de Tres Palmas, el 9 de mayo de 1756, poco se sabe sobre su vida personal: desde pequeño sentía predilección por la arquitectura y la escultura, demostrando gran destreza en el dibujo, y tal fue su pasión que, siendo un crío y a la temprana edad de nueve años, llegó a esculpir la imagen de San Bartolomé de Fontanar, con tan solo la ayuda de una navaja. Pero si alguien influyó en la familia para que lo llevaran a Las Palmas para iniciarse en una educación artística, fue el murciano casado con una guíense, Blas Sánchez Ochando, teniente del Regimiento de Guía de las Milicias Provinciales, quien seguramente le animaría a que ampliara su formación en la reciente Academia de Dibujo que abrió en Las Palmas la Real Academia Económica de Amigos del País. El escultor fue becado por el rey Carlos III para que perfeccionara su arte en la península, según consta en un manuscrito del portuense José Agustín Álvarez Rixo, cuyo reconocimiento pudo ser el empujón definitivo, en el que su amigo el murciano Blas Sánchez Ochando pudo influir para que visitara tierras murcianas con el fin de estudiar la obra del maestro Francisco Salzillo. En este contexto, y ya dentro de la sociedad murciana, es muy probable que recibiera el encargo de la Dolorosa de San Nicolás. |
La Mater Dolorosa fue la representación mariana por la que Luján Pérez tuvo más predilección y la que más fama le dio, llegando hacer casi una veintena de obras repartidas por todo el archipiélago canario, demostrando en todas ellas gran maestría en su elaboración. Tienen el cuerpo esbozado con la intención de que la ropa de un resultado más natural, como las conservadas en Santa María de Guía y en la Iglesia de Santiago de los Caballeros de Gáldar. De las técnicas empleadas en su elaboración, encontramos imágenes de devanadera, enlienzadas y de talla completa, fáciles de reconocer por sus rostros angustiosos, de bocas pequeñas y entreabiertas, ojos entristecidos y un leve fruncimiento de las cejas. El escultor canario no exagera el dramatismo ni el dolor en sus imágenes. Son mujeres tristes que, entre lágrimas, manifiestan el trance por el que están pasando, llegando al espectador desde la contemplación. De toda su producción, la más conocida y famosa es la que se puede contemplar en la catedral de Las Palmas de Gran Canaria y por la que, ya en vida, adquirió gran fama, pasando a ser conocida como la Dolorosa de Luján Pérez. Se trata de una obra que guarda gran parecido con la cotitular de la Cofradía del Amparo, de la cual pudo inspirarse el autor para realizar la del Archipiélago Canario en años posteriores, a sabiendas de que quizás nunca más vería su obra murciana. El rostro de ambas imágenes tiene la mirada perdida, nariz alargada, boca pequeña entreabierta dejando ver los dientes bellamente tallados así como parte de la lengua, labios pequeños y rosados, barbillas que terminan bellamente redondeadas, cuello ancho y carnoso cuyo acabado es tan sencillo como esbozado, dando un resultado muy humano y acertado, careciendo las dos piezas de cualquier representación muscular en el mismo; al igual que tampoco se observan talladas las orejas, rara vez Luján las talla en imágenes marianas y cuando lo hace suele limitarse al lóbulo. Las manos, elegantes y de bello movimiento muy natural, tienen en común la colocación de los dedos largos y finos, con el meñique y el anular de la mano derecha ligeramente inclinados hacia el interior de la palma, rasgo muy repetido en la mayoría de la producción del canario. Además en ninguna de las vírgenes conservadas del autor se representa la típica camisa blanca, popularizada por Salzillo y su escuela, prenda de la que también carece la talla de San Nicolás. En 1985, el escultor de Murcia Francisco Liza Alarcón la restauró, dado su mal estado de conservación, para adecuarla a la primera procesión de la cofradía del Amparo, siendo repolicromada; por lo que no se pueden comparar la policromía y encarnaciones del rostro y manos de esta imagen con otras conservadas en las Islas Canarias. Sería muy reveladora la devanadera conservada debajo del enlienzado del siglo XIX. Al no existir un catalogo de las obras del escultor y carecer de toda documentación, solo sería posible mediante un estudio más en profundidad del ensamblaje y montaje de la obra murciana, para terminar de confirmar la supuesta autoría de esta bella Dolorosa al maestro canario Luján Pérez. |
Fotografías de Francisco Nortes Tornel
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