UN LIENZO DE FRANCISCO PACHECO EN UNA COLECCIÓN PARTICULAR FRANCESA
Jesús Abades y Sergio Cabaco
El lienzo formaba parte de la decoración pictórica del retablo de la Purificación, perteneciente al patrimonio mueble del desaparecido convento onubense de San Francisco. Dicho retablo fue contratado en el año 1606 por Andrés de Vega y Garrocho con el escultor Juan Martínez Montañés, autor de las trazas, correspondiendo las labores de talla al ensamblador Pablo de Castillejo y las tareas de pintura, dorado y estofado a Francisco Pacheco (1), colaborador habitual de Martínez Montañés por unas fechas en las que, en opinión del historiador José Hernández Díaz, el jiennense se hallaba en una etapa artística magistral. Los trabajos pictóricos de Pacheco comprendieron, por tanto, la policromía y estofado del altorrelieve de la Purificación de Jesús en el Templo, labrado por Montañés como eje principal del retablo. En cuanto a los lienzos, cuatro fueron de tema religioso y otros cuatro consistían en retratos del donante y los demás miembros de su familia, situados en el banco de la pieza. La iconografía de las pinturas sacras versaba sobre el Martirio de San Andrés, la Visitación de María a Isabel, el Nacimiento de Cristo y el Taller de Nazaret (2). Gracias a la espléndida labor de investigación de la historiadora Rosario Cruz García, merecedora del Premio Diego Díaz Hierro en el año 1998, se ha podido constatar la existencia de este último lienzo en una colección particular francesa (3), destino no poco frecuente entre los cuadros pertenecientes a retablos del antiguo Reino de Sevilla, desaparecidos o expoliados a lo largo del tiempo (4). Al respecto, conviene señalar que el mal estado que presentaba el retablo original hizo que fuera reemplazado por otro encargado al retablista Juan Cano y realizado por su hermano Joaquín Cano en 1781 debido al fallecimiento del primero, manteniéndose la decoración pictórica una vez restaurada (5) y trasladándose, casi con toda probabilidad, el relieve de Montañés a un nuevo retablo. A partir de ese dato, se desconoce la fortuna que correrían tanto el retablo tallado por Cano como el resto de pinturas de Pacheco, aunque no habría que descartar para éstas un destino similar al lienzo identificado. Por su parte, el relieve de La Purificación fue parcialmente destruido en los disturbios de 1936 y actualmente, tras la demolición del templo franciscano en 1963, se conserva en el Monasterio de Santa Clara del municipio onubense de Moguer. La obra localizada en Francia, cuyas medidas son 63 x 77 cm, muestra una candorosa escena familiar en el taller de carpintería que regentaba San José en Nazaret. La composición se articula en dos zonas claramente diferenciadas. La principal, muestra el interior del recinto, levemente iluminado el fondo por una pequeña lumbre. En primer plano se disponen las figuras de la Virgen y el Niño Jesús, resaltando la mitad superior de sus siluetas de la oscuridad del marco. La escena, de gran encanto, muestra a María enredando un ovillo de lana con la ayuda del Divino Infante, que sostiene el tejido con ambas manos. En el suelo de zócalo, un gato se acurruca a los pies de la Virgen, mientras un perro mordisquea la blanca túnica del Niño, que adelanta la pierna derecha en marcado contrapposto y ostenta agudos rayos de luz que parten de su cabeza, símbolo de su divinidad. María lleva velo transparente que deja ver su rubia cabellera, túnica rojiza y manto verde dispuesto sobre el hombro derecho. Ambas figuras muestran los grafismos habituales del autor, con amplios volúmenes, testas rotundas, escasa distancia entre la nariz y el labio superior, párpados abultados, mirada perdida y sonrisa melancólica. En el extremo izquierdo del cuatro, se distingue a lo lejos la figura de San José sobre una mesa de trabajo, ataviado como un artesano de la época, y tras el que se vislumbra un abierto paisaje de árboles y colinas que recuerda los modelos de la escuela flamenca. Por último, y a la espera de próximos descubrimientos sobre ésta y otras obras por parte de la autora, podemos concluir recordando que Francisco Pacheco (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1564 - Sevilla, 1644) fue, además de pintor y colaborador habitual de escultores como Juan Martínez Montañés o Gaspar Núñez Delgado, maestro de artistas como el sevillano Diego Velázquez y autor del famoso tratado El Arte de la Pintura, que tanta influencia tuvo en su época y sigue teniendo en la pintura sacra de hoy en día. |
BIBLIOGRAFÍA (1) HERNÁNDEZ DÍAZ, José. Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, volumen I, Sevilla, 1927, pp. 148-151. (2) Ibídem. (3) CRUZ GARCÍA, Rosario. El Convento de San Francisco de Huelva. Estudio Histórico-Artístico, Huelva, 1998, p. 69. (4) Otros ejemplos los encontramos en la decoración pictórica realizada por Alonso Cano y Juan del Castillo en el Retablo de San Juan Evangelista, del monasterio sevillano de Santa Paula, o los lienzos de Bartolomé Esteban Murillo para el hospital de la Santa Caridad. A lo largo de la pasada centuria, se identificaron varias piezas repartidas en colecciones particulares de España y países como Francia o Estados Unidos. (5) GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA. Escultura Mariana Onubense, Huelva, 1981, p. 169. |
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