LOS ÁNGELES DEL CRISTO DE LA SANGRE
Inmaculada Alcántara Sánchez
Lamentablemente, el paso contemplativo del Cristo de la Sangre no se conserva en la actualidad como el escultor Nicolas de Bussy lo concibiera en su origen, ya que debido a los terribles incidentes causados por la Guerra Civil española, el Cristo quedó seriamente dañado y los angelitos que le acompañaban se diseminaron por distintos lugares en guardia y custodia de señores conocedores de la gran valía de las tallas y la imperiosa necesidad de protegerlos.
Respecto a la descripción original de esta obra escultórica, no he logrado encontrar documentación alguna que aclarase su composición hasta finales del siglo XIX, época en la que dos importantes escritores nos describen los pasos pertenecientes a nuestra Semana Santa, dándolas por válidas, ya que no cabe razón alguna para pensar que pudo variar durante ese tiempo su composición, sopesando ante todo el gran valor simbólico logrado por el escultor al representar al Titular en el Lagar Místico junto a los cinco ángeles portadores de sendos cálices para recoger la sangre vertida de las cinco llagas de Cristo.
La primera referencia sobre el Cristo de la Sangre aparece en las Constituciones de 1689, donde se especificaba que se le había encargado la imagen a Nicolas de Bussy, y el precio acordado para su hechura. Seguidamente, cabría mencionar la cédula encontrada en el interior del pecho del Cristo, datada en 1693 por el propio escultor, de indiscutible valor documental pero sin descripción alguna sobre el paso.
Sucesivos documentos posteriores mencionaban la obra y su autoría, como en el pleito interpuesto contra los carmelitas, pero la primera descripción valedora de un mayor conocimiento del paso nos la aporta el erudito Javier Fuentes y Ponte, en su libro España Mariana, editado en 1884, en el que detallaba en parte quinta, dedicada a la provincia de Murcia, cómo era la obra: "Paso de el Señor de la Preciosísima Sangre. Ya al describir la segunda capilla izquierda en la iglesia del Carmen queda descrita la imagen, que a sus pies, además de los 5 ángeles niños que recojen en cálices la sangre del costado, y los 4 veneros, dos de cada una de las manos, van otros 4 niños en la Plataforma, sosteniendo atributos pasionarios".
Pocos años más tarde, en 1897, Pedro Díaz Cassou relataba en el libro Pasionaria Murciana la singularidad de la representación de esta obra, y también mencionaba esos angelitos que acompañaban al Cristo, con la siguiente aclaración: "De la llaga del costado sale un verdadero raudal, que un ángel-niño recoge en un cáliz; y cuatro ángeles más, en los extremos de la peana, reciben cuatro surtidores de roja sangre que, saliendo de las heridas de las manos, van a caer a otros cálices".
A partir de aquella época, algunas fotos realizadas al paso, desde finales del siglo XIX hasta el estallido de la Guerra Civil, revelaban la belleza del conjunto, pero no mostraban con claridad esos angelitos, salvo algunas más detalladas que se reducían a un primer plano del Cristo con su ángel sentado sobre la columna. Tampoco algunas películas realizadas de la procesión permitían ver los detalles del paso, como la de Val del Omar, de gran valor documental pero insuficiente para un desfile que transcurre en la noche del Miércoles Santo.
Llegada la Guerra Civil española, la totalidad del paso sufrió la sinrazón del momento vivido, y tanto el Cristo como los angelitos se conservaron, pero en un estado lamentable. De hecho, inmediatamente acabada la contienda, consta que la imagen del Cristo fue restaurada por el escultor José María Sánchez Lozano, con la intención de que saliera de nuevo en procesión, como así fue en el año 1941, y en cuya ocasión el paso se completó con uno de los angelitos que se encontraba en uno de los ángulos del trono; desconociendo el motivo de la ausencia del ángel al que realmente correspondía esa ubicación y que estaba sentado sobre una columna; o el paradero de los otros tres de las restantes esquinas.
En el año 1944, el profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, José Sánchez Moreno, editó un interesante estudio sobre el artista D. Nicolás de Bussy, escultor, y en él se expresaba de la siguiente forma en referencia a los ángeles: "La imagen del Cristo de la Sangre fue originariamente compuesta con cinco angelitos que recogían, uno, la del costado, y los otros -dos a dos-, la que manaba de las llagas de las manos; se hallaban colocados en el pie de la figura del Señor, uno, y los otros cuatro, en cada ángulo del trono procesional en que desfilaba la escultura con su Cofradía".
Además, aportaba una foto de dos de los ángeles, siendo uno de ellos el que acompaña en la actualidad al Cristo, mientras el otro posee gran semejanza en la disposición y rasgos al anterior, reconociéndolo como uno de los que se situarían en el otro extremo del paso. El estado de deterioro de ambos es evidente, y con seguridad la foto se realizó inmediatamente después de la Guerra Civil, ya que el ángel que acompaña al Cristo aparece aún mutilado.
Las siguientes noticias encontradas se referían al paradero de los ángeles, y pude localizarlas en el acta de la Junta Directiva de la Archicofradía de la Sangre, del 17 de octubre de 1953, en la que se decía literalmente en un extracto de la misma: "Se da cuenta a esta Archicofradía por los Sres. López Jiménez y de los Reyes del acto de generosidad de nuestros Mayordomos de Honor, Sres. Orts Román y Marín de Espinosa, de ceder dos Ángeles debidos a la gracia de Don Nicolás de Bussi, y que con anterioridad figuraron como complemento de nuestro excelso Titular, convenientemente restaurados. Se acuerda dar las gracias por oficio a dichos señores, a la vez de comunicarles el entusiasmo que ha causado tan generoso acto en nuestra corporación por su ofrecimiento". Por desgracia, esos ángeles no regresaron con el Cristo de la Sangre ni al seno de la Archicofradía, como bien se ha podido constatar.
Veinte años más tarde, en 1973, fue en la revista Los Coloraos editada anualmente por la Archicofradía de la Sangre, en la que el Mayordomo de Honor y especialista en Historia del Arte, José Crisanto López Jiménez, detallaba de forma muy explícita la ubicación y personas que guardaban estas pequeñas esculturas, en un artículo titulado "Archicofradía eucarística de la Preciosísima Sangre. Recuerdos angélicos. Por el arte se llega a Dios", en donde se enumeraban a lo largo del segundo párrafo los diferentes destinos de los cinco angelitos. Y decía así: "Subsisten los cinco ángeles portadores de cálices recogiendo la Sangre de sus Cinco Llagas. El que no ha dejado de acompañarle. Otro figura en la colección de Juan Orts Román, de Elche; don José Hernández Mora guarda un tercero en su museo doméstico; otro lo posee, también muy legítimamente, el Dr. don Alfonso Marín de Espinosa, y el quinto lo custodiaba el Rvdo. Moseñor don Mariano Aroca, párroco del Carmen".
El mismo autor, López Jiménez, volvió a reincidir en este asunto en la revista Los Coloraos del año 1976, pero en un artículo distinto, titulado De Miguel Ángel a Nicolás de Bussy, donde destinaba un apartado dedicado al escultor: "Nicolás de Bussy, escultor de la Preciosísima Sangre y de la Compañía de JHS". Esta vez varió ligeramente el texto y destino de los ángeles: "Cristo vertiendo el Néctar Preciosísimo en cálices y recogido por los cinco ángeles esculturados, que se conservan entre archicofrades y amantes del Cristo y estudiosos de nuestra imaginería: uno va unido a la imagen, y los restantes en poder de don José Hernández Mora, Dr. Alfonso Marín Espinosa y Sres. Orts Román (Elche, Huerto del Cura)".
Consecuentemente, hubo una respuesta en la revista de Los Coloraos
de 1977, realizada por el profesor Antonio Magro Olano, quien elogiaba a la Archicofradía por su procesión y
esculturas, y formulaba la siguiente pregunta: "¿Por qué no recupera la Archicofradía los cuatro ángeles que acompañaban al Cristo de la Sangre, a sabiendas de que se conservan? Uno, en poder de don José Hernández Mora; otro, de don Alfonso Marín de Espinosa; el tercero, en la colección de don Juan Orts Román, el eminente estudioso, investigador y publicista de Bussy, quien varias veces manifestó que gustoso lo cedería al grupo pasionario donde fue destinado y donde siempre había figurado. Y recordemos que entre las ricas obras que constituían el tesoro museal de don Antonio Aguirre Velasco, de La Unión, había un ángel catalogado de Bussy".
Siendo ésta la última referencia a los ángeles que he podido encontrar, la intención de este artículo no ha sido otra que la de compartir una información concerniente a una imagen por la que profeso una gran devoción y admiración, y de la que se han planteado muchas dudas sobre su iconografía original al variar sensiblemente tras la Guerra Civil.
Nota de La Hornacina: Artículo publicado en la revista Los Coloraos,
Abril de 2007. Agradecemos la colaboración de José Emilio Rubio Román.