SAN AGUSTÍN DE HIPONA. UNA ATRIBUCIÓN A PEDRO DUQUE CORNEJO
José Roda Peña (29/08/2024)
San Agustín es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia latina. Nació en 354 en Tagaste, cerca de Hipona, en el norte de África. Estudió retórica en Cartago, luego en Roma hacia donde se fugó en 383. En sus Confesiones relató los extravíos de su juventud disipada y la obstinación con que se ató a la herejía de los maniqueos. Su conversión tardía, por la influencia de las plegarias de su madre Santa Mónica y las instrucciones de San Ambrosio, tuvo lugar en Milán, en 387. Estaba tumbado bajo una higuera en un jardín cuando oyó una voz que le decía: "Toma y lee". Abrió al azar las Epístolas de San Pablo, que tenía a mano, y cayó en este pasaje (Rom 13, 13-14): "Andemos decentemente (…) no en amancebamiento y libertinaje (...), antes vestíos del Señor Jesucristo". Recibió el bautismo con su amigo Alipio y su hijo Adeodato. Su madre murió en Ostia en el momento en que él se embarcaba para regresar a África. Volvió a su patria y en 395 fue consagrado obispo de Hipona, donde murió en 430, después de haber escrito La Ciudad de Dios durante el sitio de Hipona por los vándalos. El episodio más popular de su leyenda es la aparición ante el santo de un niño cuando meditaba acerca del misterio de la Santísima Trinidad. El niño se esforzaba en la playa, queriendo vaciar el mar con una concha: la empresa era tan insensata como pretender explicar el misterio de la Santísima Trinidad. Esta historia apareció a principios del siglo XIII, en una compilación de Exempla para uso de los predicadores, reunida por el cisterciense romano Cesario de Heisterbach. Pero en esa obra se hablaba de un teólogo anónimo. Fue el dominico francés Thomas de Cantimpré quien tuvo la idea de sustituir al teólogo anónimo por San Agustín. La leyenda solo se hizo popular en el siglo XV. Por sus escritos, San Agustín fue elegido patrón de los teólogos y los impresores. En Florencia su protección se extiende a los que recogen papeles viejos. Aunque no sea un santo curador, en los países de lengua germánica la etimología popular, que estableció una relación entre Agustín y Auge (ojo), le confirió el poder de curar enfermedades oculares. Por ser africano, se lo invocó contra las plagas de langosta. |
Respecto a la escultura que nos ocupa, aunque en un momento determinado se confundió con San Blas, no cabe duda de que representa a un santo agustino, al vestir con el hábito y capucha negros, con mangas picudas y correa ceñida. Por la capa pluvial, la mitra, la cruz pectoral y el báculo que sostiene en su mano izquierda, puede identificarse con un santo obispo, que no debe ser otro que San Agustín. Como fundador de la orden, en su mano derecha porta la maqueta de una iglesia que reposa sobre un libro, elementos repuestos en esta intervención restauradora. La herida sangrante que antes presentaba su cuello, atributo extraño en las representaciones del santo de Hipona, podría haber sido añadida con el propósito de transformar su iconografía, habiéndosele retirado por tanto en la presente restauración, con buen criterio. Esta imagen de San Agustín, bien construida y ensamblada interiormente, repite un esquema compositivo habitual en la producción escultórica de Pedro Duque Cornejo, a quien el profesor Manuel García Luque la atribuye con acierto, encuadrando su factura en su segundo período sevillano (1719-1747), de plena madurez creativa. El rostro, provisto de ojos de cristal, responde al característico tipo masculino empleado por su autor en otras obras suyas que están documentadas. Para dinamizar la pose de este San Agustín, Duque Cornejo echó mano de un recurso de ascendencia manierista, al elevar su pie izquierdo sobre un breve promontorio, contraponiendo la dirección de la mirada. Al mismo tiempo, terció la ampulosa capa pluvial para favorecer las diagonales y ahusar la figura, que se ensancha notablemente en su centro. La policromía es mate en las carnaciones y especialmente rica en las vestiduras, decoradas con suntuosos estofados vegetales y flores pintadas a punta de pincel. Como es habitual en las policromías de este momento, se ha utilizado corla naranja para el interior de la capa, lo que le confiere un singular aspecto metalizado. El dorso de la escultura está perfectamente trabajado a nivel de talla y policromía, por lo que quizás esta imagen, por su carácter de bulto redondo y fino acabado, desempeñara en origen una función devocional particular y puede que un uso procesional, a pesar de su tamaño académico. Esta escultura de San Agustín comparte los rasgos faciales masculinos que Pedro Duque Cornejo suele imponer en su imaginería en madera polícroma; baste recordar los paralelismos que pueden esgrimirse entre su rostro y el del beato Juan de Prado, imagen de talla completa actualmente venerada en la iglesia de San Antonio Abad de Sevilla, fechable hacia 1728. Ese tipo humano lo comparte también, en sus fisionomía básica, con la escultura de San Felipe Neri que Duque Cornejo esculpió como titular de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla, hacia 1705-1711. La composición corporal se asimila, por ejemplo, a la dispuesta por Duque Cornejo en los modelos para la pareja de esculturas argénteas de San Leandro y San Isidoro que desfilan en la procesión anual del Corpus Christi de la catedral de Sevilla, realizadas originalmente para el fastuoso trono de octavas del referido templo metropolitano, hacia 1741. |
No se tiene noticia documental a propósito del encargo de esta escultura de talla completa de San Agustín, que por sus características técnicas, estilísticas y morfológicas puede atribuirse con seguridad al quehacer del escultor, retablista, pintor y grabador sevillano Duque Cornejo (1678-1757). En función de tales grafismos, según la autorizada opinión del profesor García Luque, cabe adscribirla, como hemos señalado anteriormente, al segundo período sevillano de este artista, que media entre los años 1719 a 1747, antes de su marcha a Córdoba para tallar la sillería de coro de su catedral, ciudad en la que encontraría la muerte en 1757. La imagen de San Agustín se halla entronizada en la Parroquia de San Nicolás de Bari y Santa María la Blanca de Sevilla, en un retablo neoclásico del primero tercio del siglo XIX dedicado a Santa Rita de Casia, cuya imagen de candelero para vestir preside su hornacina principal, mientras que en las calles laterales se disponen las esculturas de talla completa de San Antonio de Padua -lado del evangelio- y del referido obispo de Hipona -lado de la epístola-. El retablo se halla en la nave del evangelio, a la derecha del acceso a la sacristía del templo. La consagración de la Parroquia de San Nicolás de Bari de Sevilla se produjo el 23 de noviembre de 1758. Dicho templo se construyó sobre el mismo solar de la iglesia anterior, erigida tras la reconquista de la ciudad en 1248 y transformada en época renacentista. La actual parroquia, como aprecia el profesor Teodoro Falcón, su principal estudioso, responde en sus trazas, atribuidas a los arquitectos Ambrosio de Figueroa (1702-1775) -la planta- y Pedro de Silva (1712-1784) -el alzado-, al modelo de planta de salón, de cinco naves y testero plano, empleando como soportes divisorios dieciséis columnas de mármol rojizo con vetas blancas, además de pilastras en los muros perimetrales. La nave central se cubre con bóveda de cañón, reforzada por arcos fajones con lunetos; las colaterales son más bajas y sus cubiertas están constituidas por bóvedas de cañón rebajado, al tiempo que las naves extremas lo hacen mediante bóvedas de arista. La fachada principal del templo se abre hacia la calle San José, mostrando un esquema y decoración de transición al Neoclasicismo. En el interior de la capilla sacramental reciben culto las imágenes titulares de la Hermandad de la Candelaria -fusionada con la histórica Hermandad Sacramental de esta parroquia-, que tiene aquí establecida su sede canónica desde su fundación en 1921. Según un inventario de la parroquia de San Nicolás, fechado en 1854 y localizado en su momento por Teodoro Falcón, dicho retablo procede de la iglesia del extinguido convento casa grande de San Agustín de Sevilla, pudiéndose adjudicar el mismo origen a la talla que nos ocupa. La exclaustración del mencionado cenobio agustino en 1835 conllevó la dispersión de buena parte de sus bienes muebles, incluyendo este retablo llegado a la parroquia de San Nicolás. Se especula, pues el inventario resulta un tanto confuso a este respecto, con que el retablo pudiera proceder de una capilla advocada de San Gregorio y las once mil Vírgenes, situada en el lado de la epístola de la iglesia agustina, cuyo patronato había sido adquirido en 1736 por el caballero veinticuatro don Diego Pérez de Baños para sí mismo, sus herederos y sucesores. Por nuestra parte, apuntamos otra posibilidad, y es que el retablo perteneciera en realidad a la denominada capilla de los Mártires, donde Montero de Espinosa aseguraba en 1817 que "se colocó en ella a Santa Rita de Casia". Se desconoce si esta escultura de talla completa, estofada y policromada, y tamaño académico (130 cm) de San Agustín de Hipona pudiera haber sido objeto en el convento de San Agustín de alguna práctica devocional concreta por parte de la comunidad religiosa o grupo de fieles. En 2023 fue intervenido por la restauradora sevillana Carmen Bahíma, merced a las subvenciones para el patrimonio artístico que concedió la Junta de Andalucía. En la misma intervino el escultor Juan Alberto Pérez Rojas a la hora de realizar las reintegraciones matéricas. No están certificadas, por vía documental, restauraciones anteriores. |
Detalles del proceso de restauración de Bahíma. Fijación, limpieza, consolidación de la estructura y reintegraciones |
FUENTES La atribución a Pedro Duque Cornejo de esta escultura de San Nicolás de Bari la formuló por vez primera GARCÍA LUQUE, Manuel: "Pedro Duque Cornejo y la escultura barroca en Sevilla: nuevas aportaciones", Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, nº 44, 2013, pp. 59-84 (la atribución en p. 78). Sobre este escultor, véanse las últimas contribuciones compilatorias de RODA PEÑA, José: "Escultura sevillana durante la primera mitad del siglo XVIII: balance y nuevas aportaciones" en LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Juan Jesús (coord.): Barroco entre dos mundos: relaciones y alternativas en la escultura andaluza e hispanoamericana entre 1700 y 1750. Granada: Editorial Comares, 2022, pp. 17-58; y GARCÍA LUQUE, Manuel: Pedro Duque Cornejo y las artes del Barroco en Andalucía (1678-1757). Granada: Editorial Universidad de Granada, 2022. Con anterioridad, la historiografía artística simplemente había citado esta imagen de San Agustín en su actual emplazamiento, confundiéndola algunas veces con el obispo San Blas y fechándola erróneamente en el siglo XVII. La parroquia sevillana de San Nicolás de Bari ha sido particularmente bien estudiada por FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro: "La iglesia de San Nicolás de Bari, de Sevilla", Archivo Hispalense, nº 147-152, 1968, p. 197. Del mismo autor, "El programa iconográfico de la iglesia de San Nicolás", en Archivos de la Iglesia de Sevilla. Córdoba: Cajasur, 2006, pp. 207-222, y sobre todo, La iglesia de San Nicolás de Bari de Sevilla: Una iglesia del siglo XIII en un templo barroco. Sevilla: Cajasol-Diputación, 2008 (el retablo y sus imágenes en p. 89). La referencia a la procedencia del retablo de Santa Rita de Casia se encuentra en el Archivo de la Parroquia de San Nicolás de Sevilla, Inventario de 1854. A propósito del convento casa grande de San Agustín de Sevilla, el estudio de su patrimonio artístico y su dispersión posterior, puede consultarse a MONTERO DE ESPINOSA, J. M.: Antigüedades del convento Casa Grande de San Agustín de Sevilla, y noticias del Santo Crucifixo que en él se venera. Sevilla: Imp. De D. Antonio Carrera y Cía., 1817, pp. 30-31 y 34-35, y FERNÁNDEZ ROJAS, Matilde: Patrimonio artístico de los conventos masculinos desamortizados en Sevilla durante el siglo XIX: benedictinos, dominicos, agustinos, carmelitas y basilios. Sevilla: Diputación, 2008, pp. 273-280. |
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