CÁDIZ, CIUDAD CONSTITUCIONAL (1812-2012)
CATEDRAL
Con motivo del Bicentenario de la Proclamación de la Constitución de 1812 y el nombramiento de Cádiz como Capital Iberoamericana de la Cultura en 2012, se realiza este especial en el que haremos un repaso por el valioso patrimonio de la ciudad andaluza. Los mejores historiadores e investigadores sobre la ciudad, junto con nuestras modestas aportaciones, darán forma a un reportaje dividido en 20 entregas que podrán consultar también en la sección Atajos del portal, donde quedará definitivamente inserto una vez concluido. |
Cádiz era una sencilla ciudad de provincias cuando en 1717 se produjo el extraordinario acontecimiento del traslado a la urbe de la Casa de la Contratación, establecida hasta entonces en Sevilla. La institución, que monopolizaba el comercio con la América española, era por su propia naturaleza una fuente inconmensurable de riqueza, y así fue como Cádiz comenzó a prosperar y se convirtió en un dinámico puerto comercial cuyo enriquecimiento se traslucía en sus edificios y su trazado urbano. En ese ambiente, el cabildo catedralicio consideró que la Catedral Vieja, en un estado harto lamentable desde el incendio de 1596, no estaba a la altura del nuevo papel de la ciudad y decidió construir una nueva, cuya andadura comenzó en 1722. El primer encargado de las obras fue Vicente Acero, que había trabajado anteriormente en las catedrales de Granada y Guadix, pero la construcción se dilató a lo largo de 117 años, de modo que intervinieron en ella muchas manos y el resultado final fue un conjunto ecléctico a medio camino entre el barroco y el neoclasicismo. Desde la amplia plaza de la Catedral se disfruta de una magnífica vista de la ondulada fachada principal de la Catedral de Cádiz, imbuida de movimiento y animada por los contrastes. El más sugestivo es el que proporciona el distinto colorido del mármol y la piedra caliza, merced al cual la fachada es oscura en su parte inferior y resplandeciente en la superior. Por encima del gran lienzo central se elevan las dos torres, rematadas por pequeñas cúpulas, y un gran cuerpo con frontón y esculturas. Las fachadas laterales están realizadas en mármol y jaspe y dedicadas a los Patronos de Cádiz, San Germán y San Servando. El espacio solemne y grandioso de la Catedral de Cádiz transmite al primer golpe de vista la misma idea de dinamismo que la fachada, un efecto siempre buscado por la arquitectura barroca. Los elementos arquitectónicos parecen moverse alrededor del visitante, o mejor aún, lo impulsan a trasladar la vista de las enormes columnas estriadas que separan las tres naves al ondulado friso decorado con rocallas que las remata, y de la compleja girola con bóvedas de diversas formas a la inmensa cúpula central semiesférica. Sin duda, los arquitectos lograron su objetivo de realizar un edificio que implique y conmueva a quien lo visita. El gusto por el movimiento y los contrastes tan propio de esta Catedral se resuelve en el recinto principal del templo en el hermoso juego cromático que se deriva de la combinación del mármol de Carrara gris y los jaspes rojos del templete central con el bronce dorado de capiteles y púlpitos y con la plata del sagrario, que constituye el podio de la imagen de la Inmaculada Concepción. El coro, con sus dos niveles de asientos en madera de cedro y de caoba, decorados con columnas salomónicas, imágenes de santos y medallones con bustos de figuras sagradas. Es anterior a la construcción de la catedral, a la que se trasladó a mediados del siglo XIX. La famosa escultora e imaginera andaluza llamada Luisa Roldán (La Roldana) es autora del Ecce Homo de la capilla de San Sebastián y de las esculturas de San Germán y San Servando que se veneran en la capilla del mismo nombre. En la cripta, donde llaman la atención la original bóveda plana que le sirve de cubierta, están enterrados dos gaditanos ilustres: el músico Manuel de Falla, y el escritor y académico José María Pemán. La parte posterior de la Catedral de Cádiz se abre al paseo marítimo de la ciudad, una larga avenida que rodea casi toda la península sobre la que se asienta la población. El hermoso conjunto que forman las torres de la catedral y la cúpula abierta de azulejos amarillos crea una preciosa estampa que se puede contemplar desde diversos puntos del paseo marítimo, con el mar en primer término y a continuación la barandilla moteada por unas características farolas de hierro forjado. Al atardecer, esa estampa se tiñe con los tonos rojizos de la puesta de sol y los amarillentos de las luces que iluminan la Catedral. La Casa de la Contaduría y la Casa del Canónigo Termineli, situadas en la Plaza de San Félix, albergan las colecciones del Museo Catedralicio. Ambos edificios en sí mismos, con su portada manierista, su amplio zaguán, el patio mudéjar o la escalera principal, ya son una pieza de museo. Esos hermosos ambientes acogen todo un elenco de pintura, escultura y orfebrería religiosa, en el que se descubren piezas singulares como la pintura sobre el saqueo de Cádiz por los ingleses en el año 1596 y la llamada Custodia del Millón (ver enlace) por el gran número de piedras preciosas que lleva engarzadas. Ésta y otras custodias se exhiben en el interior de dos armarios barrocos decorados con azulejos de Delft que representan escenas bíblicas y de la vida popular. Las denominadas Sala de la Plata, que muestra escribanías y relicarios, Sala del Marfil y Sala de los Libros de Coro descuellan por su ambientación y por la finura de sus piezas. |
FUENTES: GASSÓS, Dolores. Conocer España por sus Catedrales, Barcelona, 2006, pp. 8-9.
Fotografías de www.spaincenter.org
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