LA MEZQUITA

Varios Autores

 

Con el fin de contribuir a que Córdoba sea Capital de la Cultura en el año 2016, se realiza este especial formado por 20 entregas en el que haremos un repaso por el rico patrimonio de la ciudad andaluza. Los mejores historiadores e investigadores sobre la ciudad, junto con nuestras modestas aportaciones, darán forma a un interesante recorrido que podrán consultar a través del banner correspondiente en la página principal de contenidos. Al mismo tiempo, tendrán un enlace de cada entrega en la sección Atajos, donde quedará definitivamente inserto una vez concluido.

 

 

De las mezquitas omeyas, una de las que alcanzó mayor esplendor fue la gran mezquita de Córdoba. La historia ha ido creando en ella su arquitectura. Desde que, en el año 785, Abd al-Rahman I convirtió la primitiva catedral visigoda de San Vicente en mezquita con el fin de emular las glorias de la mezquita de Damasco, hasta que, en 1523, el obispo Alonso Manrique decidió levantar en el centro una verdadera catedral con el deseo de superar la belleza y la suntuosidad musulmanas, la mezquita cordobesa ha ido creciendo y transformándose a tenor de la voluntad y de los afanes de grandeza de los gobernantes. Todo ello ha dado como resultado que, hoy en día, sea una de las principales mezquitas del mundo, con un sistema arquitectónico de gran originalidad y belleza.

En el siglo XII, el geógrafo al-Idrisi se dejó sorprender por la riqueza de mosaicos y pinturas, por el bosque de columnas, por la qibla, el mihrab y el púlpito de la mezquita. Aprovechando materiales visigodos y romanos de la Iglesia de San Vicente y de otros edificios, quizá también de Toledo, el califa creó un espacio de oración de once naves en dirección norte-sur, con lo que el muro de la epístola de la iglesia cristiana se convirtió en la qibla.

El exterior de esta mezquita, con muro de aparejo a soga y tizón, era especialmente sobrio. Solo los contrafuertes rectangulares rompían la monotonía, confiriendo al conjunto un aire de fortaleza almenada. Por el contrario, en el interior, los constructores conjugaron lo funcional y lo estético: para sostener el dilatado techo se utilizó un doble orden; en la parte baja, columnas, la mayoría aprovechadas y coronadas por capiteles corintios, y en la superior, sobre alto cimacio, pilastras. La luz entre las columnas se salva por medio de arcos de herradura que actúan a modo de tirantes y, entre pilastras, pasan a convertirse en arcos de medio punto que reciben la techumbre de madera y los canastillos de desagüe. La originalidad del sistema, que se complementa con detalles ornamentales como los modillones de rollos que vuelan sobre los cimacios, se ha matizado acudiendo a diversos precedentes, el más probable el acueducto romano de los Milagros en Mérida (Badajoz), del que pudiera proceder también el uso de la fábrica mixta de piedra y ladrillo rojo, lo que da a los arcos de la mezquita su característico cromatismo.

La construcción de la mezquita fue continuada por el hijo de Abd al-Rahman I, Hisam I, quien levantó el primitivo alminar del que solo quedan sus cimientos. Abd al-Rahman II, a partir de 833, la amplió hacia el sur con 12 tramos de columnas levantadas sin basa, procedentes de edificios visigodos, en las que aparecen los primeros capiteles labrados por musulmanes. Así mismo, reformó la fachada de la sala de oraciones y levantó un nuevo alminar que en buena parte se ha conservado y está recubierto por la torre renacentista que proyectó Hernán Ruiz.

 

 

Por su parte, al-Hakam II, que convirtió Córdoba en uno de los más importantes centros culturales del mundo, tiró el muro de la qibla, realizó la última ampliación hacia el sur y creó un nuevo concepto de cúpula en las estancias cubiertas que construyó: la de la capilla de Villaviciosa (antiguo mihrab de Abd al-Rahman II) y los espacios dispuestos en forma de T sobre la maqsura. De estos espacios, destaca el entrecruzamiento de arcos lobulados de herradura y de medio punto en tres alturas, lo que constituye una verdadera red que soporta el peso de las cúpulas de piedra, sin perder la pretendida sensación de ingravidez de las construcciones abasíes.

No menos ingeniosa fue la disposición de las cúpulas de nervios cruzados con ojo central, tipología de la que no hay claros antecedentes en la arquitectura islámica. Sin embargo, no todas las cúpulas presentan la misma solución; en la capilla de Villaviciosa, por ejemplo, los nervios descansan directamente en el rectángulo de la base, cuatro de los cuales se dibujan en paralelo a los muros, y otros cuatro, sesgados. A su vez, los espacios de plementería que delimitan tales arcos se transforman en pequeñas cúpulas de gallones y en otras de nervios cruzados. Las cúpulas de la maqsura se alzan sobre un tambor que delimita un perímetro octogonal, ello hace que los arcos descansen a pares en columnas adosadas y que dibujen formas estrelladas de lados paralelos a aquél. En los espacios que los arcos dejan libres, pequeñas cúpulas gallonadas y estrelladas enriquecen el sentido decorativo del conjunto.

El embellecimiento de la mezquita de Córdoba por al-Hakam II culminó con la construcción de un nuevo mihrab cubierto con falsa bóveda avenerada, y ornamentado, tanto en su arco de entrada como en el interior poligonal, con exquisitas labores musivarias realizadas con técnicas bizantinas.

La última ampliación de la mezquita cordobesa fue llevada a cabo por Almanzor en el año 987; al no poder ampliarla hacia el sur, la agrandó hacia el oriente, añadiendo 8 naves. En esta renovación, como ya indicó en su época ibn Adhari, Almanzor buscó sobre todo la solidez y el esmero en la ejecución, no la riqueza decorativa.

 

 

Fotografías de Antonio Flores

 

FUENTES: A.A.V.V. "Arquitectura religiosa y funeraria
en el Islam", en El Arte Islámico, Barcelona, 1997, pp. 112-117.

 

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