LA IMAGEN DE SAN ISIDRO, DE JUAN DE ÁVALOS, EN LA ERMITA DE BÓTOA (BADAJOZ)

Pedro Castellanos (15/05/2024)


 

 

Como en tantos lugares de España, a mediados de los 50 del siglo XX, y fomentadas por las hermandades de labradores y ganaderos de pueblos y ciudades, es cuando surgen las primeras cofradías y fiestas en honor de san Isidro Labrador. Se desecharon por diversos motivos algunos terrenos en los alrededores de la ciudad y, finalmente, se acabó aceptando la donación de una finca en la dehesa "Tres Arroyos", situada en la margen izquierda de la carretera a la localidad de Corte de Peleas, a 4 kilómetros del casco urbano. Este terreno era propiedad de Juan Martín de Saavedra Villanueva. El 17 de mayo de 1955 el obispo había bendecido la colocación de la primera piedra.

Sin embargo, la imagen de Juan de Ávalos se encuentra en otra ermita, la de Nuestra Señora de Bótoa, copatrona de Badajoz, a 17 kilómetros de la ciudad en dirección a Alburquerque, junto a la antigua calzada romana que unía Lisboa con Mérida. El tesorero de la Hermandad de Nuestra Señora de Bótoa puso en conocimiento de la junta de gobierno el 17 de abril de 1943 que había tomado parte como representante en una reunión con las entidades agrarias de la capital, para tratar sobre la adquisición de una valiosa y artística imagen del patrón de los labradores. La imagen sería costeada por los labradores y se realizaría una romería todos los años en la propia ermita de Bótoa, donde quedaría depositada la imagen. Los gastos de la romería los costearían las entidades agrarias y labradores.

El contrato de encargo de la talla se firmó en Madrid el 18 de septiembre de 1942 por el entonces hermano mayor, Ricardo Carapeto Burgos, alcalde de Badajoz entre 1954 y 1961, Manuel Sito Rodríguez y José Quintana Castro, agricultores y vecinos de Badajoz, y el escultor emeritense Juan de Ávalos García-Taborda (1911-2006). Se le encargaría una talla en madera policromada de 175 cm de altura, dejando plena libertad de inspiración al escultor para la ejecución de la obra. El precio sería de 15.000 pesetas pagadas en tres plazos: 5.000 pesetas al firmar el contrato, otras 5.000 al ser terminado el modelo en barro y el resto al entregar la talla. El plazo de entrega sería la última decena del mes de abril de 1943.

La obra sería enviada desde Madrid por cuenta de los clientes. Al dorso de contrato figura una nota en la que Juan de Ávalos dice haber recibido el importe total de la obra, más 300 pesetas que costó el envío a la ermita de Bótoa. La talla se colocó en presencia del tesorero el 13 de mayo de 1943, por lo que hoy se cumplen 81 años. Fue bendecida por el entonces obispo de Badajoz José María Alcaraz Alenda. El 20 de mayo concedía cien días de indulgencia a quienes rezasen un padrenuestro u otra oración delante de la imagen, pidiendo por la exaltación de la fe católica, conversión de los pecadores, por la paz, el fin de las herejías, etcétera.

En 1948 se colocó en el lado derecho de la puerta de la ermita un mural de azulejos del santo. Fue realizado por el taller del famoso ceramista de Almendralejo, afincado en Sevilla, Pedro Navia, siendo donado por los marqueses de Pilares. A su izquierda se encuentra otro de la Virgen de Bótoa, donado en el mismo año por el conde de la Oliva de Plasencia.

 

 

La imagen de Ávalos, necesitada de una restauración, fue prestada en varias ocasiones a la Hermandad de San Isidro para procesionar hasta 1959 en Tres Arroyos, una vez que adquirieron la que actualmente poseen. Esta última se ha ido alternando en varias ocasiones con otra, tipo Olot, que se estrenó en la romería de 1985. Era más pequeña y de un material más ligero. Al parecer llegó desde Madrid y fue donada por los hermanos Dolores y Ramón Bas Mirón, hijos del popular José Bas Rojas, alias "Pepe Reyes", quien dio nombre al barrio Cerro de Reyes.

Pocas personas podrán recordarlo, pero la imagen de Juan de Ávalos se trasladó a la ciudad de Badajoz en 1947. Fue traída desde el santuario de la Virgen de Bótoa de forma privada a la parroquia de San Fernando y Santa Isabel. El domingo, día cuatro, se trasladaría a las siete de la tarde hasta la parroquia de San Andrés, en pleno Casco Antiguo. Allí se le haría un novenario que empezaría el día 6, a las ocho de la tarde. El itinerario de la procesión fue el siguiente: avenida Carolina Coronado, el puente de Palmas cruzando el río Guadiana, plaza Reyes Católicos, calles Prim, Santo Domingo, Vasco Núñez, paseo de San Francisco, plaza de Minayo, calle Obispo San Juan de Ribera, plaza de España, y calle San Blas. El motivo era para pedirle una abundante cosecha para este año. En la puerta de Palmas le esperarían las autoridades eclesiásticas, civiles y militares invitadas por la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos. También estaban invitadas todas las cofradías y asociaciones religiosas de la ciudad, especialmente la de Bótoa y también los alumnos de los institutos de enseñanza media Los Maristas, Las Josefinas y Santo Ángel. Se pedía a los vecinos de las calles por donde pasaría que adornasen los balcones y ventanas con colgaduras. La procesión se volvió a repetir en 1959.

Al igual que otras de sus figuras masculinas, el realismo idealizado, sereno y trascendente, así como el canon estilizado y la estética clasicista del san Isidro Labrador reflejan a la perfección el estilo de Juan de Ávalos. Bajo sus ropas el santo deja entrever una anatomía fuerte, bien desarrollada, robusta, y una cabeza en expresión mística hacia el cielo, revelando una edad de plena madurez y unos rasgos clásicos, la nariz recta y el cabello ondulado y peinado hacia atrás.

Además del aro de santidad, lleva dos de sus atributos más característicos: el manojo de espigas y la azada sobre la que se apoya. Además, los devotos colocan flores y espigas naturales a sus pies; testimonio estas últimas de ser invocada su intercesión para lograr buenas cosechas en el campo.

 

 

FUENTES

DE LA TORRE AMERIGHI, Iván. "El trofeo Larma: una obra inédita del escultor Juan de Ávalos en una colección sevillana", en Laboratorio de Arte, n º 29, Universidad de Sevilla, 2017, pp. 855-856.

 

 

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