GASPAR BECERRA JUNTO AL MÉDICO Y AL OBISPO

19/11/2024


 

 

A finales del siglo XVI y durante el siglo XVII se produce la Revolución Científica del Barroco. Antes de ese movimiento cultural había conocimiento, pero no ciencia. La explicación es que la ciencia es, esencialmente, un método que se utiliza para responder preguntas sobre el mundo natural. Y este método no se formaliza hasta la generación de Galileo, Descartes, Leibnitz y Newton, entre otros filósofos naturales, que es como se llamaban los científicos entonces.

El método científico, tal y como lo expresó Descartes, consiste en la duda metódica universal. Toda teoría se ha de comprobar una y mil veces antes de ser aceptada. Las verdades tradicionales no tienen ningún valor si no se confirman por medio de las observaciones y los experimentos. El sentido común no sirve para alcanzar la verdad. Porque es la Tierra la que gira alrededor del sol, en contra de las apariencias, y dos objetos de diferentes pesos llegan al suelo al mismo tiempo cuando se dejan caer desde lo alto de la torre de Pisa, aunque nadie lo diría.

La anatomía humana se adelantó a la Revolución Científica del Barroco, porque empezó en el Renacimiento. Durante toda la Edad Media se seguían las enseñanzas de Galeno, un médico de Pérgamo que sirvió a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo, en el siglo II de la era común. Galeno no hacía disecciones humanas, por lo que sus observaciones se basaban en macacos y cerdos. Pero en 1543 un médico de Bruselas llamado Andrés Vesalio publicó un libro con abundantes ilustraciones que se basaban en sus propias observaciones sobre cadáveres humanos. Este libro dividió a los profesores de las universidades europeas en dos grupos: los seguidores de las enseñanzas tradicionales de Galeno, y los partidarios de las nuevas ideas de Vesalio. Ni siquiera Vesalio se atrevió a desafiar a Galeno en un punto muy importante. Galeno afirmaba que la sangre pasaba del ventrículo derecho del corazón al ventrículo izquierdo a través de unos poros que atravesaban la pared que separa los dos ventrículos.

Un español llamado Juan Valverde, que había nacido en el pueblo de Amusco (Palencia), en la Tierra de Campos, publicó en 1556 otro libro de anatomía. Se basaba en la obra de Vesalio, pero incluía figuras nuevas e ideas diferentes. Según Juan Valverde de Amusco la sangre del ventrículo derecho viajaba hasta los pulmones para luego dirigirse hacia el ventrículo izquierdo, cerrando el circuito. Esta teoría de la circulación pulmonar o menor había sido propuesta en 1546 en un tratado de teología escrito por el aragonés Miguel Servet, pero los ejemplares del libro corrieron la misma suerte que su autor: la hoguera en Ginebra. Condenado por Calvino por hereje.

La anatomía de Juan Valverde de Amusco tuvo un enorme éxito y se imprimió muchas veces en diferentes lenguas. Una parte muy importante del éxito está en la calidad de las ilustraciones, muy superiores a las del libro de Vesalio. Todo parece indicar que al autor de esas ilustraciones fue el gran artista andaluz Gaspar Becerra, un discípulo aventajado de nada menos que Miguel Ángel. El tercer personaje de esta historia, junto con el médico y el artista, es el cardenal Juan Álvarez de Toledo, que fue obispo de Burgos y protector de Becerra en Italia. Este personaje fue la piedra angular de esta historia. Él fue quien puso en contacto al médico y al artista durante su estancia en Italia.

 

 

La exposición El médico, el obispo y el pintor del Museo de la Evolución Humana (Paseo Sierra de Atapuerca s/n, Burgos) gira en torno a las figuras de Juan Valverde de Amusco, Juan Álvarez de Toledo y Gaspar Becerra, y en concreto, al libro "Historia de la composición del cuerpo humano", en cuya historia y elaboración confluyen los tres personajes.

Para el cardenal Álvarez de Toledo, Gaspar Becerra realizó algunas obras como las pinturas de su capilla o las extraordinarias láminas anatómicas de Juan Valverde de Amusco. Becerra siguió de cerca la realización del Juicio Final junto a su maestro Miguel Ángel (en el interior de la exposición se puede ver una reproducción de los dibujos realizados por Becerra de las pinturas del Juicio Final). Inspirado por la figura de San Bartolomé, representó un hombre desollado sujetando su propia piel en una de las planchas anatómicas más famosas del libro de Juan Valverde de Amusco (la imagen se puede ver en el interior de esta exposición).

Las ilustraciones del libro de Valverde de Amusco son espléndidas. Consta el nombre del grabador: el francés Nicolas Béatrizet, un maestro en su oficio. El nombre del pintor no aparece en el libro, pero la calidad artística de la obra es extraordinaria, como puede apreciarse en las cinco láminas que se reproducen en la exposición. Todo parece indicar que el autor de los dibujos anatómicos fue el español Gaspar Becerra.

Como seguidor de Miguel Ángel Buonarroti (es decir, un manierista romanista), Becerra no se conformaba con reproducir la anatomía humana. Como diríamos ahora, también "quería expresarse". En el caso de la mujer embarazada, enmarcó el intestino, una parte del cuerpo sin belleza alguna, en un torso con armadura; es decir, Becerra convirtió las tripas en una escultura thoracata.

De Becerra también se puede ver en la muestra la talla de Santo Toribio, de cuerpo entero (167 x 80 x 45 cm), obra que se conserva en la Catedral de Astorga (es patrón de su diócesis), cuyo retablo mayor es la obra maestra de Becerra. El santo, en elegante y movida disposición, aparece vestido de pontifical con la mitra y el báculo. La policromía se atribuye a la intervención de José Francisco Terán, avanzado el siglo XVIII.

 

 

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