LA VIRGEN DE LOS REYES DE EL HIERRO

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero (04/07/2009)


 

 

El mayor acontecimiento que se produce en la Isla de El Hierro -la más suroccidental y menor de las Islas Canarias- es la Bajada de la Virgen de los Reyes, Patrona de la Isla. Una multitudinaria romería a la que asisten miles de canarios llegados de cualquier parte del Archipiélago. Cada vez son más los foráneos que, seducidos por esta original forma de veneración, acuden a la Isla para celebrar con gran devoción o gran curiosidad -o ambas- esta efeméride tan importante para el pueblo herreño. Se trata de una singular procesión que se celebra cada cuatro años (coincide este año 2009) en la que se traslada a la venerada imagen de la Patrona Insular desde su recóndito santuario de La Dehesa hasta la capital, la Villa de Valverde.

La Dehesa es una tierra de míticos pastores y quesos artesanales. Un lugar remoto, de soledades dormidas, pero con olor de leyenda, donde parece parado el reloj del tiempo. Una zona despoblada que constituye la parte más occidental de la Isla del Meridiano, llamada así porque pasaba el meridiano de Ptolomeo y Luis XIII. En su extremo se encuentra El Sabinal, donde se encuentran las torcidas sabinas milenarias, que nos ofrece sin la menor duda cuál es el efecto del viento en la zona. La actividad económica más importante que aquí se encuentra es el pastoreo, que está sometido a la explotación comunal. Dominan esta región la soledad, el misterio, el cielo y el mar. En una zona deshabitada se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Los Reyes, Patrona de la Isla.

 

 

La venerada imagen se halla ubicada en la hornacina central del hermoso y brillante retablo de arte popular del siglo XVII. De factura muy elaborada, fue concebido para ocupar todo el testero de la capilla mayor de la pequeña ermita. Ofrece una anchura generosa en relación a su altura: es casi cuadrangular. En los nichos laterales y en el central del ático, se encuentran custodiándola las tres imágenes de los Reyes Magos. Curiosamente, no son piezas exentas, sino altorrelieves. Como característica del retablo podemos destacar la profusa utilización de la columna salomónica, presente en número de ocho que enmarcan las cuatro hornacinas. Se adopta con su uso uno de los aspectos cultos del período barroco. Algunos recuerdan con algo de nostalgia cómo este altar estaba pintado con colores puros y planos “que resaltaba el encanto del carácter popular de la obra”. Su aspecto actual ha cambiado. Debido al exceso de pan de oro en la predela, el cuerpo y el ático, así como la abundancia de color rojo o bermellón, nada queda ya del efecto original, “confiriéndole una excesiva monotonía que densifica en exceso el conjunto”.

La recóndita y sencilla ermita -de mampostería encalada y tejado a dos aguas- está rodeada de un muro sin almenas. Tiene una sola nave y sencillo artesonado. Primeramente, la imagen fue albergada en una cueva próxima a su actual emplazamiento, pero en el siglo XVI se procedió a levantar este recinto. Fue reedificado en el XVIII, aunque ya en nuestros días se ha tenido que acometer nuevos trabajos de restauración, manteniéndose el campanario de cubierta cónica al que se asciende por una escalera exterior. Se recuerda la rehabilitación efectuada tras la primera visita de un obispo al santuario, don Fray Albino González Menéndez Reigada, en 1940. Fue tal el estado de deterioro en el que se hallaba el recinto que, tras la aprobación y el impulso del prelado,  la cofradía o mayordomía de la Virgen, el torrero del Faro de Orchillas, numerosos devotos, alcaldes y el pueblo en general, unieron esfuerzos para que “quedara como ha mucho tiempo todos ansiábamos”. De forma especial, el pueblo de Frontera participó de dicha obra. En los años 80, sufrió otra una profunda restauración y, de nuevo, colaboraron las instituciones y todo el pueblo. Anexo a la ermita está el salón de los romeros, con cuartos individuales para su alojamiento. La reparación producida en 1980 fue dirigida por el arquitecto Joaquín Jalvo Mínguez.

 

 

 

La imagen de la Virgen -una talla gótico-renacentista del siglo XVI, según María Jesús Riquelme- es imagen de vestir, en madera policromada, que “representa a una joven madre de dulces y expresivas facciones, cuyo Hijo hace ademán de acariciarle el rostro”. Padrón Machín nos dice que “esta imagen pequeña, de cara dulce y acariciadora mirada, es un fiel retrato de la Virgen en los tiempos en que llevaba el Niño Jesús en sus brazos. Se refleja en su rostro y manos la inspiración y delicadeza del arte italiano”. Riquelme también nos informa de las diversas restauraciones a que ha sido sometida la efigie a través de los años. Así, en 1896 el escultor Nicolás Perdigón le restaura las manos y el rostro en La Orotava. En 1952 fue enviada a Las Palmas de Gran Canaria para someterla a una nueva restauración. En esta ocasión fue Rafael Padrón el encargado de acometer el encargo, teniendo en cuenta que al año siguiente fue su Coronación Canónica, el 21 de marzo de 1953. Dos lustros más tarde, sería el artista recientemente fallecido Ezequiel de León, quien le reparara la cabeza y los brazos. Otra fecha importante fue el 24 de mayo de 1941, cuando se crea oficialmente la Cofradía de la Virgen, con asistencia de todas las autoridades y el párroco de la Villa. El 8 de diciembre de 1960 se encarga el trono a Lucena (Córdoba).

Desde 1745, ininterrumpidamente cada cuatrienio, los romeros acompañan a su “Virgencita” por un trazado de antiguas rutas pastoriles y caminos reales, atravesando la Isla de suroeste a noroeste y, según los “campesinos y pastores ” debe de ser respetado “tirando las paredes de los cercados y pisando los sembrados que se interpongan a su paso”. La pesada silla de viaje de piel marrón, coronada por la bandera blanca de María, llega a la Villa atravesando el llamado “Camino de la Virgen”. Las consignas que nos transmiten los participantes del rito son: “¡Cuando veas la Bandera Blanca es que la Virgen se acerca! ¡Por allí, por donde ondea la Bandera, viene la Virgen! ”. Esta bandera se ha convertido, a lo largo de tantas Bajadas de la Virgen de los Reyes, en el digno estandarte y guión especial de la romería y de sus participantes. En ella van bordadas las iniciales AM -Ave María-, el saludo del Arcángel San Gabriel a la Virgen en la Anunciación.

 

 

 

Ante el trono de la Señora, unos danzarines muy especiales, únicos, trazan sus bailes desde La Dehesa hasta la Villa, en un agotador trayecto de cerca de 40 km en unas doce horas. “En una escena escalofriante y apoteósica, todos caen de rodillas cuando Ella aparece en la puerta del santuario, iluminada por los primeros rayos del sol naciente. Los bailarines que, de rodillas, han orado brevemente, se levantan, [gritan al unísono]“Viva la Virgen, Viva”, y comienza la procesión”. En relación con esta danza, el viajero Juan Antonio Urtusáustegui, en el siglo XVIII, nos decía: “pero lo que más admira, son las danzas que forman delante de la Imagen, que va en un sillón cubierto, desde que sale de su ermita, siendo menos fuertes los hombres que las mujeres en este ejercicio, pues hubo algunas en esta ocasión que yo asistí del mismo modo que en otras, que las seis leguas no cesaron ni un instante de bailar; cosa increíble a quien no hubiese sido testigo; y más que van descalzas, y que en sus vueltas, avances y retiradas, aumentan dos o tres leguas a aquella medida, sin parar, aun cuando se hace alto, como media hora en la cumbre. Añádase a esto los hiyides y gritos frecuentes de alegría… Jamás he gozado procesión más festiva, tan vistosa ni de igual concurrencia, suponiendo que no haya sido mayor de cuatro a cinco mil personas…”

Llama la atención el colorido y viveza de los danzantes, con curiosos tocados, que van delante del trono bailando sin cesar. Se dice que el origen de los danzarines es de la conquista de la Isla y tiene raíces árabes. Por ello, en principio, se adornaban con turbantes en la cabeza, a los que  incorporaban lazos y flores. Más tarde, fueron estos sustituidos por gorros, que también adornaban con los mismos elementos. En referencia al folklore que acompaña esta peculiar celebración, se ordenó, por aquellos comienzos, “adaptar para la fiesta de la Bajada una serie de músicas antiguas que acompañaban a la  imagen en su recorrido”. Talavera García también nos informa de que “desde entonces, podemos escuchar en esta celebración el característico sonido de los tambores y pitos, que se funden en la devoción de los miles de peregrinos que acompañan al cortejo”. El mismo investigador nos ofrece un estudio sobre el origen de esta peculiar vestimenta. Así, el hecho de que la Isla fuese una de las primeras en ser conquistada por los castellanos, unido a su aislamiento y lejanía, ha conservado la esencia de los primeros ritos de origen católico que llegaron a las Islas. Es curiosa la similitud que tienen estos tocados en los de los danzantes de poblaciones de Aragón, Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía (Córdoba y Huelva), especialmente en las localidades de Valverde de los Arroyos y Majaelrayo (ambas en Guadalajara) y Badajoz.

 

 

 

FUENTES: PADRÓN MACHÍN, José.  El Hierro, séptima isla, Cabildo de El Hierro, 1989; RIQUELME PÉREZ, María Jesús. "Nuestra Señora de Los Reyes. La Dehesa (El Hierro)", en Guía para visitar los Santuarios Marianos de Canarias, Volumen 15, Madrid, 1999; TALAVERA GARCÍA, Carlos A. "El Baile de la Virgen de El Hierro: aproximaciones a sus posibles orígenes, conexiones e influencias", en Tenique. Revista de Cultura Popular Canaria, nº 7, La Laguna 2006; ÁLAMO GONZÁLEZ, José Manuel, ÁLAMO, Raúl, ARMAS, Javier y FERRÁNDEZ, Antonio. La Bajada de la Virgen de Los Reyes, encuentro cuatrienal con la Patrona de El Hierro, Cabildo de El Hierro, 2001; GALVÁN TUDELA, Alberto. "La Bajada de la Virgen de Los Reyes", en Patrimonio Histórico de Canarias, La Gomera. El Hierro, Gobierno de Canarias, 1998; FUNDACIÓN VIRGEN DE LOS REYES, La Virgen de Los Reyes a través de sus Bajadas , EDOBITE, 2001.

 

 

 

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