EL ENTIERRO DE CRISTO VISTO POR JUAN DE JUNI
31/10/2022
Foto: Manuel Arcos |
Aunque se han dado casos de Entierros en España suele ser una temática más habitual a la hora de representar en Italia y Francia. El Entierro de Cristo (1541-1545) de Juan de Juni es más francés y además donde más cantidad de ellos hay es en Borgoña y Champaña justo la región de donde procede Juni. Para comprender la obra hay que tener en cuenta que formaba parte del conjunto funerario de fray Antonio de Guevara, cronista del emperador Carlos V y obispo de Mondoñedo desde 1537. Este grupo escultórico formaba parte del retablo de la capilla funeraria de Guevara, ubicada en el desaparecido convento vallisoletano de San Francisco. Una obra tallada en madera y policromada, hoy en el Museo Nacional de Escultura. Manuel Canesi describió que dicha capilla contaba, para una mayor intimidad, con un pequeño claustro. A Guevara se le enterró en un arca, que no era lo habitual, con una lápida que mostraba una larga descripción que traducida dice lo siguiente: "entierra a tu muerto en nuestros mejores sepulcros". El difunto no aparecía en la obra de forma figurativa, pero sí figuran sus símbolos. El retablo se perdió al derribar el convento. Según la descripción de Isidoro Bosarte, tenía ocho columnas y dos cuerpos, situándose El Entierro de Cristo en el cuerpo inferior. El grupo conservado lo integran las figuras de Cristo yacente, la Virgen María, San Juan Evangelista, Santa María Magdalena, Santa María Salomé, José de Arimatea y Nicodemo, marcando Cristo el horizonte y situando así simétricamente todas las figuras a su alrededor. Lo que busca Juni es un equilibrio compositivo y expresivo entre las figuras, pues el movimiento de una se contrasta con el movimiento de otra. La expresión corporal de todos los personajes que conforman la obra es extremadamente exagerada, mostrando así un dolor y una lamentación muy agudos, retorciendo sus extremidades y adoptando poses muy poco naturalistas. Son posturas que en la vida real dolerían, pero quizás esta obra es lo que simboliza: el dolor de los allegados de Cristo ante su muerte. Las figuras muestran un sentimiento de "pathos" casi de manera teatral, y es que precisamente Juni recurre al teatro de la época y plasma una representación dramática en sus tallas. Cristo es el centro del grupo. El fallecido es el protagonista, ya que según Phillipe Aries en la religión cristiana el velatorio era realizado en la casa de la persona muerta, pasando así el cadáver sus últimos instantes en el ámbito terrenal en el seno de su propio hogar rodeado de sus seres más cercanos. Esto implica una cercanía con la muerte que hoy puede resultar extraña y hasta morbosa, pero no olvidemos que las representaciones del Santo Entierro responden a una narración recogida por los evangelistas y consagrada desde el Medievo. La cabeza de Jesús está vuelta hacia el espectador, pues la obra al ser de retablo se halla diseñada para ser observada de manera frontal, aunque la sensación visual sea otra debido a presentar mucho volumen, telas envueltas que giran y ángulos que permiten su contemplación desde todos sus puntos de vista. Se cuida hasta el máximo detalle. No es un Entierro estilizado, sino realista ya que las heridas de Cristo son muy detalladas y naturales, siendo visible la sangre coagulada, sobre todo en el costado. Por otro lado, cada mechón está ordenado en cabellos y barbas, y el tratamiento de las telas es correcto y delicado. Todas las figuras, aunque juntas, están por parejas, salvo Cristo que es el centro de la composición y protagonista de la escena. Sobre su cuerpo inerte vemos a la Virgen y San Juan agrupados. María tiende los brazos hacia su hijo mientras San Juan la contiene. Por ello, en vez de una expresión desgarradora en su rostro, lo que vemos es la expresión de una madre entristecida que ya ha asumido la muerte de su hijo. María Salomé, a la izquierda, sostiene la corona de espinas a modo de reliquia sobre una toalla. Con el otro brazo, levantado, acicala el cadáver. Muestra rasgos manieristas por el dolor desgarrador en su semblante. En contraposición María Magdalena, con un movimiento arqueado prácticamente danzante, recuerda a Miguel Ángel por su rostro, cuello y planteamiento del espacio. No hay que olvidar que Juni fue discípulo de Jacopo della Quercia, discípulo a su vez de Buonarroti. La Magdalena también embalsama a Cristo. Los últimos personajes son José de Arimatea y Nicodemo, quienes serán los enterradores. Ambas figuras están arrodilladas por lo que contribuyen a la igualdad del conjunto. Arimatea tiene su mano izquierda en la cabeza de Cristo y con la derecha muestra al espectador con gesto increpante una espina ensangrentada extraída de su cabeza. Nicodemo, sin embargo, mira al interior mientras limpia y prepara el cuerpo de Jesús, recordando al Laocoonte gracias a la espesa barba y a su posición. Para explicar el arte de Juni hay que tener en cuenta su formación borgoñona y sus influencias italianas. Al trabajar en Castilla tuvo que enfocar su escultura en la temática religiosa, dotándola de su propia personalidad. Su realismo se agudiza en rostros como el de Arimatea en El Entierro de Cristo, sin embargo en las posturas se pierde porque no busca mostrar la realidad sino sentimiento y emoción. Las obras de madurez de Juni tienen mayor parecido con las de Miguel Ángel que las de sus primeras etapas, aunque de todos modos en estas ya se perciben matices. En El Entierro de Cristo bebe de las tradiciones clásicas y de los grandes maestros. Es una obra magnífica donde el escultor logra combinar una composición organizada con posturas ondulantes hacia todas las direcciones, y donde algunos personajes interactúan con el espectador y le invitan no solo a observar la escena sino a reflexionar sobre los actos de Cristo por los fieles. Juni escogió el tema del Entierro pues después viene la Resurrección de Cristo, que es la esperanza para el cuerpo de fray Antonio de Guevara. Este es un tema muy apropiado y premonitorio de la Contrarreforma. |
BIBLIOGRAFÍA DOVGAN KSENZOVETS, Anastasiia. La muerte en el arte de la Edad Moderna (TFG), Universidad de Oviedo, 2022, pp. 16-17, 21 y 24. |
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