UNA OBRA POCO CONOCIDA DE CRISTÓBAL RAMOS EN EL MUSEO DE HUELVA

04/02/2007


 

 

La pieza puede verse en la exposición Bellas Artes en el Museo de Huelva, de la que informábamos el pasado 3 de enero (ver enlace). La muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo 29 de abril de 2007, exhibe parte de los fondos de pintura y escultura del museo, varios de ellos escasamente expuestos al público.

Precisamente, entre dichos bienes poco conocidos por los visitantes se encuentra un altorrelieve de gran valor histórico y artístico, obra del escultor e imaginero sevillano Cristóbal Ramos, realizado en el último cuarto del siglo XVIII. El propio artista lo usaba como modelo para sus clases en la Real Academia de Bellas Artes.

Según el magnífico estudio llevado a cabo sobre la vida y obra de Cristóbal Ramos (1725-1799) por la historiadora Carmen Montesinos, no existe certeza absoluta a la hora de determinar al santo franciscano que representa, cuya actitud es la de ofrecer pan a unos pequeños mendigos.

Por regla general, se considera que se trata de San Diego de Alcalá, santo sevillano del siglo XV cuyo cuerpo incorrupto se conserva en la Catedral de Alcalá de Henares (Madrid). Sin embargo, un sector de la crítica supone que hablamos del cordobés Fray Sebastián de Jesús Sillero, fallecido en 1743, unas décadas antes de la ejecución de esta obra, y cuya labor ejerció en las provincias de Sevilla, Huelva, Córdoba y Málaga.

Labrado en terracota patinada sobre un fondo de madera, con unas medidas de 76 x 53 cm, y un estado de conservación discreto que aconseja una intervención de conservación del altorrelieve, muestra el gran virtuosismo de Cristóbal Ramos a la hora de trabajar el barro, tanto en las candorosas figuritas de los vagabundos, uno montado encima del otro, como en la venerable ancianidad del piadoso franciscano, que saca una hogaza de pan para alimentar a los indigentes. Entre ambas, se lee la inscripción "Ramos F(ecit)".

Fray Sebastián de Jesús (1665-1743) fue un religioso lego de la orden franciscana cuyo proceso de beatificación fue iniciado en 1771 por real orden del monarca Carlos III, que lo conoció personalmente y al que el religioso había entregado un crucifijo para protegerle de un peligroso viaje por barco que debía realizar a Italia.

 

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