ÓPERA. PASIÓN, PODER Y POLÍTICA

18/09/2019


 

 
 

Retrato de Isaac Albéniz

Ramon Casas
Hacia 1897-1899
Carboncillo y tinta pulverizada sobre papel
© Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona

 

Introducción

La Fundación Bancaria "la Caixa" tiene el firme compromiso de acercar el arte y la cultura a toda la sociedad, lo que pasa por presentar, de forma innovadora y accesible, aquellas manifestaciones culturales que a menudo parecen alejadas del gran público. Este objetivo es el que persigue con la muestra que ahora presenta CaixaForum Barcelona: dar a conocer la historia de la ópera y presentarla como una forma de arte que sigue viva en nuestros días. La exposición Ópera. Pasión, poder y política sumerge a los visitantes en este "arte total", una gran experiencia en la que convergen la música, la literatura, la danza y las artes visuales, y que además siempre ha sido un reflejo de la sociedad del momento.

El género operístico nace a finales del siglo XVI, y no tardará en trascender la restringida audiencia cortesana inicial para llegar al gran público de la mano de Claudio Monteverdi. Desde las primeras óperas barrocas, que combinaban una amplia comedia con elementos trágicos, hasta las composiciones más contemporáneas, este género ha experimentado una rica transformación.

A partir de ocho estrenos europeos de ocho compositores en ocho ciudades, la muestra Ópera. Pasión, poder y política examina los momentos clave de los 400 años de historia de la ópera, desde sus raíces en la Italia renacentista hasta su forma actual. De este modo, revela cómo la ópera suma múltiples formas de arte para crear una obra de arte multisensorial, y descubre cómo los factores sociales, políticos, culturales y económicos interactúan con grandes momentos en la historia de la ópera. La aproximación se realiza desde tres perspectivas complementarias: la vertiente emocional y pasional de las obras; la perspectiva social, con luchas de clase y poder, y los aspectos directamente relacionados con los argumentos y las propuestas creativas de las óperas.

Se trata de la primera exposición que explora a gran escala este tema, y llega a CaixaForum Barcelona tras su exhibición en Londres en 2017 y 2018 y en CaixaForum Madrid entre abril y agosto de este año. La muestra fue concebida y exhibida por el Victoria and Albert Museum (V&A) de Londres, museo referente en los campos del arte, el diseño y el espectáculo, en colaboración con la Royal Opera House. La comisaria de la muestra es Kate Bailey, comisaria de exposiciones sénior y productora en el Departamento de Teatro y Artes Escénicas del V&A, con el asesoramiento de Kasper Holten, director de ópera de la Royal Opera House.

Para su presentación en los centros CaixaForum, la muestra se ha ampliado con la inclusión de un ámbito dedicado al estreno de la ópera "Pepita Jiménez", de Isaac Albéniz, en 1896, en Barcelona. Para ello, se ha contado con la participación en el proyecto del Gran Teatre del Liceu, que colabora en el marco de la celebración del 20 aniversario de su reapertura.

La exposición se acompaña de una completa publicación a cargo de "la Caixa" y la Editorial Tenov que cuenta con numerosos artículos de expertos, y también con las firmas de la soprano Danielle de Niese, los directores de orquesta Robert Carsen, Josep Pons, Simone Young y Antonio Pappano, y el musicólogo y escritor Jorge de Persia, entre muchos otros. Ópera. Pasión, poder y política se completa con un programa de actividades para todos los públicos que incluye, además de la conferencia a cargo de la comisaria, un ciclo de representaciones de óperas imprescindibles filmadas, un ciclo de conferencias a cargo de Jaume Radigales así como el espectáculo Papageno & Cía para el público familiar. Por último, en Spotify tenemos la playlist #ÓperaCaixaForum con algunos de los fragmentos que se pueden escuchar a lo largo de la exposición.

Ópera. Pasión, poder y política presenta 296 objetos extraordinarios, procedentes en su mayoría del V&A, junto a préstamos internacionales de más de 30 instituciones que incluyen una selección de instrumentos de música antigua, pinturas, dibujos y bocetos, grabados y planos arquitectónicos de ciudades, bustos de compositores y cantantes, elementos escenográficos originales, vestuario, libretos, fotografías y partituras manuscritas. Entre los objetos, destacan el diseño de vestuario de Salvador Dalí para la producción de "Salomé" de Peter Brook (1949); la partitura original de "Nabucco" de Verdi, una copia de "Gerusalemme liberata" de Torquato Tasso (1724) o el certificado de matrimonio de W. A. Mozart con Constanze Weber.

El nuevo ámbito dedicado a Barcelona, con la ópera "Pepita Jiménez", ha sido posible gracias a los generosos préstamos del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) y del Círculo del Liceo, entre otras instituciones. En él se mostrarán distintas obras de Ramon Casas -incluido un retrato de Isaac Albéniz- junto a la partitura original de "Pepita Jiménez", así como algunos objetos personales del compositor cedidos por la Fundación Albéniz, entre los que destaca el piano con el que compuso la ópera. Asimismo, se exhibe el menú del restaurante Els Quatre Gats que diseñó Pablo Picasso, cedido por el Museu Picasso. Igualmente, cabe mencionar los distintos libretos y partituras originales de algunas producciones de Lady Macbeth del distrito de Mtsensk cedidos por la British Library. Por último, entre los elementos de indumentaria sobresale el vestido de la emperatriz Victoria Eugenia, esposa de Napoleón III.

Gracias a la colaboración de la empresa Sennheiser, la exposición Ópera. Pasión, poder y política se ha podido plantear como una experiencia sonora inmersiva, en la que la música de las óperas guiará el recorrido. Utilizando tecnología pionera, a través de los auriculares que se entregarán a los visitantes en la muestra, la música cambiará dinámicamente a medida que el visitante explore las ciudades y los objetos, creando una experiencia de sonido individual y totalmente envolvente.

 

 
 

Vista de Venecia

Frederick de Wit
Hacia 1690
Grabado sobre papel
© Victoria and Albert Museum, London

 

Venecia y Londres

La ópera ha sido el reflejo de momentos históricos de cambio y revolución. A lo largo del tiempo, distintas ciudades han acogido e impulsado obras en las que la política confluye con la música, el diseño y la producción. Los estrenos de estas óperas sirven de hilo narrativo para recorrer la vida urbana en Europa durante los últimos cuatro siglos, y para entender el propio entorno de cada una de las obras. Estas son las ocho ciudades y momentos históricos que repasa la muestra.

A mediados del siglo XVII, Venecia era una ciudad en declive. En 1630, la peste se apoderó de sus calles y acabó con un tercio de la población. Mientras surgían nuevas rutas marítimas hacia Asia y África esquivando sus islas, la ciudad luchaba por mantener su antaño privilegiada posición como centro del comercio marítimo del Mediterráneo. Pese a la decadente situación política, en el aspecto cultural Venecia florecía, y mantuvo el papel que ostentaba desde hacía dos siglos como destino favorito de quienes viajaban por placer, y también como refugio de librepensadores y revolucionarios. Independiente y cosmopolita, Venecia se hizo famosa por sus cortesanas, los juegos de azar y el carnaval. Durante los meses de la temporada de carnaval, en los que se celebraban la decadencia, la música y el teatro, los venecianos buscaban la manera de atraer a foráneos y artistas a su ciudad. Este tipo de público exigía entretenimiento, y lo obtenía en forma de un nuevo género artístico abierto al público: la ópera.

Las primeras óperas -dramas expresados a través de la música- fueron entretenimientos cortesanos para un público selecto. Pero Venecia albergaba gran cantidad de teatros privados que estaban en manos de aristócratas ricos. Fueron estas familias emprendedoras quienes empezaron a ofrecer óperas para alardear de su opulencia y afianzar su posición privilegiada. Abrieron las representaciones al público y pusieron entradas a la venta durante la temporada de carnaval. Claudio Monteverdi compuso "L'incoronazione di Poppea", la primera ópera pública. Este relato en torno a una ambición criminal fue la primera ópera en evocar un hecho histórico real, en lugar de un tema religioso o mitológico. Sumamente política y escandalosa, "L'incoronazione di Poppea" reflejaba el estilo de vida decadente de Venecia. Su temática antirromana sedujo al público veneciano, consagrando la ópera como entretenimiento popular. Los promotores teatrales contribuyeron a la creación de este nuevo género artístico, que agrupaba narrativa, puesta en escena, cantantes y música.

El reinado de Ana Estuardo (1702-1714) se caracterizó por ser un período de prosperidad y estabilidad para Inglaterra, tras turbulentas guerras civiles y conflictos continuados entre protestantes y católicos. Londres resultó clave en el escenario mundial, ya que se consagró como centro de comercio e intercambio, asimiló influencias internacionales y atrajo a visitantes extranjeros. Tras el Gran Incendio de Londres de 1666, extensas áreas de la ciudad fueron reconstruidas en un estilo clásico, y florecieron negocios y teatros. En los prósperos cafés de la ciudad se hablaba de política y se adquirían entradas para la ópera. En 1711, la ópera ya gozaba de enorme popularidad en toda Europa. Compositores británicos como Henry Purcell desarrollaron un estilo operístico particular que combinaba textos en inglés cantados y recitados. Aun así, los promotores teatrales británicos, conscientes de la popularidad de la ópera a la italiana, importaron de buen grado esta forma de entretenimiento. La llegada del compositor Händel a Londres sería decisiva para consolidar su éxito.

 

 
 

Busto de Giuseppe Verdi

Raffaello Romanell
Hacia 1890
Bronce sobre mármol
© Victoria and Albert Museum, Londres

 

Viena y Milán

Viena era el foco de la música y la ópera europeas de su tiempo. Fue la ciudad de la Ilustración, en la que florecieron nuevas ideas, tendencias e inspiraciones. Atrajo a miles de viajeros urbanos y constituyó un centro de discusiones intelectuales. Al emperador austriaco José II, gobernador del Imperio Habsburgo entre 1780 y 1790, se le recuerda a menudo como el Rey Musical, pues participó personalmente en la gestión de la ópera de Viena, el Burgtheater. Además, promovió la libertad de expresión y la movilidad social. Bajo su mandato, la nobleza conservó su superioridad económica e intelectual, pero su respaldo a los intercambios entre diferentes rangos sociales hizo que Viena se convirtiera también en un caldo de cultivo ideológico. Fascinado por todo ello, el joven Mozart vio en esta ciudad el lugar perfecto para alimentar su excepcional energía creativa.

A mediados del siglo XIX, gran parte del norte de Italia, incluida Milán, se hallaba bajo dominio austríaco. La ciudad era un hervidero de ideales de rebeldía y agitación, y La Scala era el corazón de la sociedad cultural y política milanesa: en los palcos privados del teatro lírico, los italianos se reunían y, en ocasiones, celebraban encuentros políticos subversivos sobre cómo independizarse de Austria. El joven compositor Giuseppe Verdi, que inició su carrera en una Italia dividida, se sintió atraído por la ciudad de Milán, capital cultural del norte del país y centro operístico. Allí le encargaron una ópera que se inspirase en el relato bíblico de Nabucodonosor, una historia marcada por temas tan intensos como la política, la religión, la identidad nacional y la guerra. La obra y su célebre coro "Va, pensiero" calaron en el público, y "Nabucco" constituyó un éxito sin precedentes que dio fama internacional a Verdi. 

 

 
 

Joan Planella Rodríguez

La niña obrera
1889
Óleo sobre tela
© Generalitat de Catalunya. Museu d’Historia de Catalunya
Fotografía: Pep Parer

 

París y Barcelona

París era la capital internacional de la cultura, que atraía a una amalgama de artistas, músicos e industriales. Pero el aumento de la población saturó sus viejas calles, que se volvieron insalubres. Frente a ello, el emperador Napoleón III y su prefecto, el barón Haussmann, concibieron una drástica modernización de París. Y en el corazón de la nueva ciudad se alzaría un magnífico teatro lírico, símbolo del poder imperial y reflejo de la importancia imperecedera de esta disciplina artística. A medida que el paisaje de París fue cambiando, también lo hizo su sociedad y, por lo tanto, las tendencias culturales. Tradiciones asentadas, como la grand opéra propia del siglo XIX, tuvieron que enfrentarse a propuestas artísticas y musicales más innovadoras. El estreno de la radical "Tannhäuser", una obra que Richard Wagner había adaptado especialmente para la ciudad de París, dividió al público: mientras que los amantes de la ópera tradicional quedaron desconcertados, el enfoque propuesto por Wagner sirvió como inspiración para distintos artistas y escritores. Las reacciones ante esta polémica ópera resumirían y alimentarían las divisiones en París.

Hacia finales del siglo XIX, Barcelona muestra un nuevo perfil: su burguesía y la pujanza económica, así como la Exposición Universal de 1888, impulsan su modernización. Asumido su pasado medieval y su importancia como puerto del Mediterráneo, derriba sus murallas y decide mirar al futuro como hacen Bruselas, París y Viena, ciudades de progreso. Al amparo del Plan Cerdà (1860), Barcelona amplía su trazado y ensancha y dignifica su urbanismo. La ciudad asume su europeísmo y abre las puertas a visiones nuevas: arquitectos como Gaudí, Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch le aportan carácter con sus creaciones desde 1888 y hasta 1908, año en que se inaugura el Palau de la Música Catalana. Los artistas transitan el eje Barcelona-París: en 1890, Rusiñol y Casas hacen llegar noticias desde Montmartre y revelan la figura del músico bohemio Erik Satie. Albéniz trasciende fronteras, y los pianistas Ricard Viñes, Joaquim Malats, Enrique Granados y Joaquim Nin son reconocidos en París. Grandes solistas y compositores belgas y franceses participan en la vida musical de la Ciudad Condal. Els Quatre Gats rememora Le Chat Noir, y hasta Debussy se apropia de la referencia mítica de Granada. En la decoración de viviendas y edificios públicos, la burguesía evoca el pasado medieval, la industria y la modernidad como mitos de origen. Artistas destacados -no solo arquitectos, sino también escultores y ebanistas- intervienen en el espacio urbano, donde la racionalidad del nuevo trazado se contrapone al misterio ondulante del gótico, y el espíritu del arte nuevo determina la estética de los anuncios comerciales. Artistas y melómanos asumen la música de Wagner como símbolo de progreso, que hasta se canta en catalán. El wagnerismo muestra opciones conservadoras y también progresistas, como la del renovador Albéniz.

 

 
 

Salomé

Georges de Feure
Hacia 1895
Litografía en color
© Victoria and Albert Museum, Londres

 

Dresde y San Petersburgo

A comienzos del siglo pasado, Dresde era una próspera metrópolis cultural cuya economía florecía al ritmo de las nuevas industrias. Esta moderna ciudad fue también un hervidero artístico y sede de muchos teatros. Por aquella época, la actitud hacia las mujeres empezaba a cambiar en toda Europa, debido en parte a las nuevas y audaces ideas en el campo de la psicología y al desarrollo del feminismo y la emancipación de las mujeres. El grupo expresionista alemán Die Brücke, fundado en Dresde, se inspiró en esta nueva visión, representando la figura femenina con atrevimiento y con una marcada carga sexual. El teatro lírico de Dresde, el Semperoper, proporcionó una plataforma a la nueva hornada de compositores radicales. En 1905, el prestigioso director de orquesta Ernst von Schuch invitó a Richard Strauss a estrenar allí "Salomé", una ópera psicosexual. Esta polémica obra y su provocativa antiheroína ya habían sido rechazadas en Berlín y censuradas en Viena. Pero Dresde, una ciudad con visión de futuro, las acogió con vehemencia.

Durante el reinado de los zares, antes de la Revolución de 1917, San Petersburgo fue un centro de referencia del mundo del ballet y la ópera, y acogió estrenos de compositores como Chaikovski y Rimski-Kórsakov. Las rebeliones bolcheviques que en 1917 se sucedieron por toda Rusia pusieron fin a siglos de régimen imperial. San Petersburgo pasó entonces a llamarse Leningrado, en honor a Vladimir Lenin, el primer líder de la Revolución. Su sucesor, Iósif Stalin, dirigió luego un proceso de industrialización intensiva que llevó a miles de obreros a trasladarse a la capital, y en aquel período Leningrado se erigió como centro de la vanguardia experimental. Los artistas y músicos de la ciudad buscaban un estilo que transmitiera la nueva ideología política de la Rusia soviética, prescindiendo de las tradiciones de la Europa occidental. Puesto que la ópera parecía un poderoso medio para llegar a las masas, el Estado se hizo cargo de los teatros imperiales. El joven compositor Shostakóvich experimentó con nuevas formas operísticas para un público urbano que se estaba transformando, y aun así no escaparía de la feroz censura de Stalin. 

 

 
 

Bombas en el Liceu

Pau Febrés Yll
1894
Carbón y tinta sobre papel
© Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona

 

Del 19 de septiembre de 2019 al 26 de enero de 2020 en CaixaForum Barcelona (Avinguda de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8). Horarios: abierto todos los días, lunes a domingo de 10:00 a 20:00 horas.

 

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