EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI DE CÁDIZ

Elena González Pérez


 

Este templo fue erigido y mantenido por los padres filipenses desde que se establecieron en Cádiz en 1671 hasta que se marcharon en 1880. Entonces el templo, que fue inaugurado en 1719, pasó a manos de la Mitra al no quedar sacerdotes de la Congregación de San Felipe. En 1933 fue cedido al colegio del mismo nombre, regentado por la Congregación de Marianistas. Dicho oratorio ha gozado de gran importancia histórica tras haber sido sede de las Cortes durante la invasión francesa y lugar donde se proclamó la primera Constitución liberal española en 1812. Quizá este hecho haya eclipsado su importancia artística que en este artículo vamos a poner en valor.

 

 
 
 
 
Lo más interesante de esta iglesia puede que sea su arquitectura, ejemplo de plenitud del barroco, de planta y cúpula elípticas. Los muros interiores se articulan mediante pilastras clásicas de orden jónico en el primer cuerpo, dórico en el segundo y simplificadas en el tercero. La fábrica del templo comienza a levantarse en el año 1685, corriendo a cargo del maestro albañil Blas Díaz, de origen ceutí. En 1763 interviene en la estructura el Maestro Afanador, que quedó muy deteriorada tras el terremoto de Lisboa del año 1755.

 

 
     
     
Del exterior del templo poco tenemos que decir. Siendo Cádiz una ciudad sin terreno, la mayoría de las fachadas suelen quedar ocultas por falta de puntos de vista. La planta elíptica se inspira en iglesias jesuitas. Quizás su ejemplo más inmediato sea el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, obra del arquitecto jesuita Pedro Sánchez (1620) inspirada en esquemas de Serlio y Vignola; por tanto, de origen manierista. Otro edificio sevillano en que se inspira es la Sala Capitular de la Catedral (hacia 1560) de Hernán Ruiz II.

 

   
         
         
En la Capilla de la Virgen del Patrocinio encontramos un retablo barroco articulado por columnas estípites de madera dorada, de la primera mitad del siglo XVIII. Era presidido por un San Felipe Neri de candelero para vestir, hoy desaparecido. Actualmente ocupa su lugar una Dolorosa de vestir de escuela genovesa, perteneciente al último tercio del XVIII, como el retablo segundo del lateral de la epístola donde se encontraba originalmente. Flanqueando dicha imagen se encuentran San Pedro y San Andrés, ambas hechuras cercanas a la estética de Jácome Baccaro y fechadas a mediados del siglo XVIII. En los muros laterales nos encontramos vitrinas que albergan tallas de San Antonio de Padua y San Félix de Cantalicio.

 

 
 
 
 
La Capilla del Sagrario es la más importante del Oratorio, hecha con mármol de Carrara. Fue traída de Génova y colocada hacia el año 1723. Dicha capilla se articula mediante columnas atlantes que sostienen capiteles jónicos sobre los cuales corre un movido entablamento. La talla del Crucificado que la preside es de madera encarnada y policromada de 178 cm ejecutada por los genoveses Bernardo y Francesco Schiaffino hacia el año 1719. El Cristo en actitud expirante, con el torso hinchado refleja la lividez y el patetismo de la muerte conseguidos por la pálida y grisácea policromía. Entre los atlantes nos encontramos con la Virgen, la Magdalena, San Bernardo y San Francisco de Asís. Todas ellas destacan por su expresividad conseguida por el movimiento de paños y armonización de actitudes. La bóveda se decora con yeserías a base de hojarascas que enmarcan medallones eucarísticos. Es uno de los conjuntos genoveses más interesantes de Cádiz.

 

 
 
 
 
En la Capilla de la Adoración de los Reyes observamos el relieve ejecutado por el escultor sevillano José Montes de Oca en el año 1728. La composición es de tendencia diagonal, formada por el grupo de la Sagrada Familia; en segundo lugar, los Magos, de entre los que destaca la cabeza de Melchor de estética montañesina y por último, los querubines, lozanos y carnosos, presentan un naturalismo anatómico que revela las excelentes aptitudes del artista. El fondo es característico de los retablos sevillanos: paisaje pintado con presencia de arquitectura monumental que buscan dar profundidad a la obra, como ocurre en los retablos de Pedro Roldán por citar un ejemplo. Debajo del grupo escultórico nos encontramos con una cabeza de San Juan Bautista modelada en barro cocido y atribuida al granadino Torcuato Ruiz del Peral por su similitud con la que se encuentra en el Museo de la Catedral de Granada.

 

 
     
     
La Capilla de la Virgen de los Dolores es la última que se proyecta. Surge en el último tercio del siglo XVIII al cegar una puerta. Es de estilo rococó, la presidía la Dolorosa que hoy ocupa la capilla del Patrocinio y en el banco del retablo se encontraba una imagen genovesa, de gran calidad artística, que representaba a San Juan Nepomuceno y hoy se encuentra en el Hotel-Monasterio San Miguel de El Puerto de Santa María (Cádiz). Se trata de una talla realizada en madera encarnada, policromada y estofada. El santo aparece arrodillado sobre una nube con cuatro ángeles, algunos de ellos se encuentran en el frontal del paso de misterio de la Cofradía de Luz y Aguas, que hasta hace unos meses ha ocupado esta capilla.

 

 
     
     
     
     
Siguiendo con la Capilla de la Virgen de los Dolores, en los flancos y bóveda de la misma hay tres pinturas alusivas a la Pasión de Cristo de forma tetralobular, ejecutadas por artistas locales. Arriba a la izquierda, la representación del Stabat Mater formada por Cristo Crucificado, la Virgen Dolorosa y San Juan Evangelista. A la derecha, la Piedad (o Sexta Angustia). La pintura de la bóveda (abajo) representa el hallazgo del sepulcro vacío por Santa María Magdalena y la llegada del Discípulo Amado identificado por el manto rojo.

 

   
 
 
La Capilla del Sagrado Corazón es, sin duda, la más interesante desde el punto de vista iconográfico, pues se trata de la capilla dedicada a la primera Congregación que rendía culto al Sagrado Corazón en Cádiz, una devoción introducida en el siglo XVIII por los padres filipenses y el obispo dominico Fray Tomás del Valle. El retablo, de mediados del XVIII, es de madera dorada articulado por columnas estípites que separan tres calles. En la hornacina principal se encuentra un Niño Sagrado Corazón, flanqueado por San Ignacio de Loyola y San Francisco de Sales. Encima del Niño se encuentra el corazón llameante engastado en una corona de espinas y rematado en una cruz. Toda la imaginería de la capilla ha sido recientemente atribuida al escultor genovés Jácome Baccaro por el historiador gaditano Francisco Espinosa de los Monteros.

 

 
     
     
El retablo mayor es una obra rococó de mediados del siglo XVIII. Consta de un cuerpo divido en tres calles por columnas corintias sobre el que se eleva un ático. Está presidido por un lienzo de la Purísima Concepción, última Inmaculada que realizó el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo. Posiblemente el maestro usara como modelo a su hija Francisca, monja del Convento Madre de Dios, para pintar el rostro de la Virgen. Destaca la disposición de dos angelitos sujetando una corona de estrellas sobre la Inmaculada, detalle que sólo aparece en esta obra del artista. Debajo del lienzo había originariamente un gran tabernáculo del que nada queda lamentablemente. En las calles laterales tenemos, en el primer cuerpo, a los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán atribuidos al imaginero genovés Doménico Giscardi en el último tercio del siglo XVIII. Inspirados en los modelos creados por Luisa Roldán, lucen rica policromía y estofados. Visten las indumentarias thoratacas, de faldilla y coraza, como "militares" romanos. El lugar de los patronos era ocupado originariamente por San Ignacio de Loyola y San Francisco de Sales, ambos santos de relación directa con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Obra del pintor gaditano Clemente de Torres (1662-1730) tenemos un lienzo ovalado que representa al Padre Eterno en actitud de bendecir, situado en la clave del arco de acceso al presbiterio. Este artista fue discípulo de Valdés Leal, pero también estuvo muy influenciado por Murillo. El ático está presidido por el Éxtasis de San Felipe Neri, flanqueado por San Pedro y San Pablo, a su vez, apoyados sobre las columnas corintias representando lo que son, los pilares de la Iglesia. Estas imágenes son de finales del siglo XVIII. En el siglo XIX el templo sufrió una reforma neoclásica en la que se pintaron los muros y bóvedas de celeste y blanco, tapando pinturas murales como las que había en la bóveda del altar mayor de Pedro Tomás Gijón (hacia 1719).

 

 
     
     
A la izquierda, retablo de la Capilla de la Anunciación, articulado por columnas estípites y presidido por un altorrelieve de José Montes de Oca que representa la Anunciación con fondo pintado como en el caso anterior. Dicho relieve se haya flanqueado por San Juan Bautista y San Juan Evangelista, a su vez en el ático se haya el Padre Eterno, todas las imágenes del mismo artista y contemporáneo al retablo de la Capilla de la Adoración de los Reyes.
A la derecha, magnífica talla de Cristo Crucificado que se puede contemplar en la Sacristía. Atribuida a José de Arce por el evidente parecido que guarda con el Santo Crucifijo de la Salud de la Parroquia de San Miguel de Jerez de la Frontera y, sobre todo, por el Crucificado que se conserva en la Cartuja de la Defensión de la misma localidad gaditana. Está fechado hacia el año 1660. Es un Cristo muerto clavado a una cruz arbórea por tres clavos.

 

 
     
     
 
     
     

Arriba, a la izquierda, Resucitado atribuido al taller de Giscardi (hacia la segunda mitad del XVIII. Talla en madera de cedro encarnada y policromada, ojos de cristal); arriba, a la derecha, San Sebastián, atribuido a Domenico Giscardi (hacia la segunda mitad del XVIII. Talla en madera de cedro encarnada y policromada. Gozó este santo de gran devoción en la ciudad en los siglos XVII y XVIII), y abajo, a la derecha, imagen de San Dimas, el Buen Ladrón, obra anónima de la escuela gaditano-genovesa, también fechada en la segunda mitad del siglo XVIII. Estas tres tallas, junto con una efigie de San Cayetano de la misma escuela y cronología, se hallan situadas en las hornacinas de mampostería del primer cuerpo.
Por último, son dignas de mención las pilas de agua bendita que se hallan a la entrada del templo. Estas pilas aveneradas están hechas con mármol de Carrara, se sustentan por un pie de claro movimiento barroco y una cabeza de ángel y a su vez rematada por la cabeza de un querube que se deja caer sobre un Corazón llameante, símbolo de San Felipe Neri y de su Congregación.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

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Fotografías de Jesús Patrón, Manolo Llamas y Elena González Pérez

 

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