TALLAS DESTRUIDAS O DAÑADAS POR EL FUEGO (Y II)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

Al haberse cumplido setenta años del estallido de la Guerra Civil, lo que entre otras graves consecuencias sociales supuso una importante pérdida en el patrimonio artístico de nuestro país, les ofrecemos un repaso sobre varias de las valiosas obras de arte sacro que resultaron destruidas intencionadamente por el fuego.

Sin ánimo alguno de levantar viejas heridas ni de alimentar el falso mito de las dos Españas, esta recopilación supone simplemente un ejercicio de memoria histórica en torno a una de las reacciones provocadas a raíz del golpe de Estado de los militares que llevaría, durante treinta y seis largos años, al régimen franquista al poder.

 

 

 

A la izquierda, imagen de San Francisco Javier. Era una de las esculturas más celebradas del escultor e imaginero vallisoletano Luis Salvador Carmona, quien la labró entre los años 1746 y 1747, junto con varias esculturas más, para la iglesia madrileña de San Fermín de los Navarros. Todas ellas quedaron destruidas en 1936. Como es habitual en este artista, presentaba una exquisita ejecución y un complejo modelado de paños, así como una fluidez de movimientos que daban un elegante dinamismo a la figura.

En la fotografía de la derecha se puede apreciar uno de los ciento cincuenta y tres tableros que componían la sillería del coro de la Catedral de Lleida, considerada la última gran obra de la escultura barroca en Cataluña. El conjunto fue realizado entre los años 1774 y 1779 por el escultor catalán Lluís Bonifaç i Massó, quien contó con la colaboración de un buen número de auxiliares para llevar a cabo las tareas de diseño, ensamblaje y escultura de tan magna obra, tristemente destruida por las llamas en los sucesos de 1936.

 

 

 

A raíz del asalto cometido en la sevillana Parroquia de San Bernardo, la noche del 18 de julio de 1936, quedó destruida la hechura dieciochesca de la Virgen del Refugio, relacionada por algunos con el círculo de Pedro Duque Cornejo. La dolorosa, junto con el Cristo crucificado de la Salud y buena parte de los enseres de su cofradía fueron llevados a una pira organizada en la Plazuela y allí quedaron consumidos por el fuego.

A la derecha, antigua imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, venerada en el municipio sevillano de Alcalá de Guadaira. Pese a no existir documentación alguna, la voluminosa cabeza, el característico modo de despejar la oreja izquierda, los suaves rasgos y la serenidad formal nos remiten directamente al estilo del escultor e imaginero cordobés Felipe de Ribas, presentando la escultura notables semejanzas con el Nazareno del Gran Poder que se venera en el Convento de la Concepción, de Lebrija (Sevilla), y con el sevillano Jesús de la Divina Misericordia, de la Cofradía de las Siete Palabras, sobre todo antes de ser retallado por Luis Ortega Brú.

 

 

 

Según las investigaciones del historiador onubense Carrasco Terriza, la imagen del Cristo de la Misericordia procedía del hospital que llevaba su nombre en Palos de la Frontera (Huelva), siendo trasladado posteriormente al Monasterio de Santa María de la Rábida, donde ostentaba la presidencia del altar mayor formando un Calvario junto con las imágenes de la Virgen Dolorosa y San Juan Evangelista. Ricardo Velázquez Bosco, arquitecto restaurador del cenobio, lo consideró una talla anónima de finales del siglo XV, opinión que comparte Carrasco Terriza, que lo relaciona además con las creaciones de Alejo de Vahía y sitúa su hechura tardogoticista entre los años 1490 y 1510. Fue destruido el 22 de julio de 1936.

A la derecha, una de las pocas fotografías que se conservan del antiguo Cristo atado a la columna, de la villa de Guadalcanal (Sevilla), catalogado por los historiadores Hernández Díaz y Sancho Corbacho como una obra sevillana del primer tercio del siglo XVII. La imagen desapareció en la Guerra Civil junto con el resto de los enseres de su cofradía, a excepción de la magnífica peana de plata de ley, labrada en el año 1785 por el orfebre sevillano Antonio Agustín Méndez. Fue sustituido por una talla de Antonio Castillo Lastrucci, realizada entre los años 1942 y 1943 (Fotografía del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla).

 

 

 

La impresionante Piedad del escultor Pedro Roldán (fotografía de la izquierda) que gozaba de notable devoción entre la feligresía de la Iglesia de San Juan de la Palma y pereció en los disturbios de 1936, como casi la totalidad del resto de bienes muebles del templo. Imagen de talla completa, podemos ver en ella una evidente conexión con los grupos del Llanto sobre Cristo Muerto (Parroquia del Sagrario) y del Entierro de Cristo (Hospital de la Caridad), ambos realizados también para la capital hispalense en el taller de Roldán. 

En la fotografía de la derecha, antigua imagen del nazareno de Beas (Huelva), advocado como Señor de la Amargura. Era una magnífica obra del siglo XVII, cuyo estilo nos remite a las maneras canescas de los Ribas, aunque un sector de la crítica lo ha relacionado con las creaciones de José Montes de Oca. Por desgracia, en 1936 la imagen fue llevada, junto a la gran mayoría de bienes muebles de la parroquia, a un lugar denominado La Fontanilla, donde fue pasto de las llamas. La reemplazó en 1943 una imagen de Antonio León Ortega.

 

 

 

La venerada imagen del Cristo de Balaguer (Lleida), obra del siglo XIII inmersa en el periodo de transición entre el románico tardío y un incipiente naturalismo gótico, fue quemada el 28 de julio de 1936. Una nueva efigie, reproducción de la primitiva, fue esculpida en el año 1947 por los escultores barceloneses Joaquim Ros y Josep Espelta, quienes utilizaron como base para esculpir su rostro la antigua mascarilla, acoplándose igualmente el pie derecho, que también resultó ileso del fuego.

A la derecha, la exquisita Virgen de la Soledad, de Jumilla (Murcia), cuyos orígenes siguen siendo objeto de discusión, pues si bien suele relacionarse con el arte de los Vergara, célebre familia de escultores levantinos, hay historiadores que ponen en tela de juicio dicha atribución e incluso quien la cataloga erróneamente como obra de la escuela sevillana. Presentaba la mirada cabizbaja en señal de aflicción, manos entrecruzadas en actitud orante y un corazón de plata con siete puñales, símbolo del carácter doloroso del simulacro mariano (Fotografía de Jorge Belmonte).

 

 

 

A la izquierda, la primitiva imagen del Cristo Atado a la Columna, venerada en Arahal (Sevilla). Pese a fecharse en los inicios del siglo XVI y ser relacionada por algunos con el escultor Pedro Millán, su morfología y el dramático realismo de la composición nos aconsejan, dentro de las estrecheces que siempre conlleva el análisis fotográfico, a situarla en un periodo escultórico más avanzado, probablemente en las últimas décadas del quinientos o incluso entrada ya la centuria posterior. De nuevo Lastrucci fue el encargado, en 1937, de labrar la hechura que la reemplazó tras ser destruida en julio de 1936, rescatándose tan solo una de las manos (Fotografía del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla).

A la derecha, San Juan Evangelista de Alonso Cano, realizado poco después de la etapa madrileña del pintor y escultor (hacia 1652-1658) para Loja (Granada). Lamentablemente destruido en 1936, tenía notables semejanzas con el Ángel Custodio labrado para el convento granadino del mismo nombre. Se hallaba a medio camino entre la usual introspección de su estilo y la mayor viveza expresiva del madrileño Niño Jesús Nazareno, cuya autoría de Cano ha sido acertadamente puesta en tela de juicio y se ha relacionado con el arte de Luisa Roldán.

 

 

 

A la izquierda, magnífica Dolorosa del escultor e imaginero sevillano Benito Hita de Castillo (siglo XVIII), antaño titular de la gaditana Cofradía del Nazareno, que fue lamentablemente destruida en los disturbios del año 1936. Presentaba la cabeza profundamente reclinada hacia abajo, afilados rasgos y fruncido entrecejo, en señal de profundo dolor. En origen, poseía las manos entrelazadas en actitud de oración, siendo reemplazadas por otras extendidas. También llevaba peluca para acentuar el naturalismo.

Por último, a la derecha, el Cristo de la Escucha de Almería. En opinión del investigador Rafael Rodríguez Puente, la efigie era una obra de estilo gótico, muy arcaizante, posiblemente ejecutada en torno al siglo XV, aunque resultase un tanto primitiva para estas fechas. Fue reemplazado por una nueva imagen, realizada en el año 1941 por el taller de Jesús Pérez de Perceval y del Moral. En esta talla, el pintor y escultor almeriense quiso hacer su propia interpretación del crucificado original, aunque bien es cierto que respetó una serie de peculiaridades extraídas del vaciado que el propio autor realizó en el año 1934.

 

Primera entrega en este

 

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