RUSIÑOL, MONET, GAUGUIN, SUNYER.
EL PAISAJE EN LA COLECCIÓN CARMEN THYSSEN


 

 
 

Ramón Martí i Alsina

Vista Panorámica de una Costa Catalana
Hacia 1880-1888.
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 
 

Introducción

El romanticismo convirtió el paisaje en tema pictórico y desde entonces artistas de todas las tendencias y movimientos han pintado campos, bosques, marinas y panoramas urbanos. Unos, para exaltar las relaciones de los hombres con la naturaleza; otros, para estudiar los efectos de la luz, los volúmenes o la geometría. Paisajes realistas, que retratan minuciosamente el mundo visible, y paisajes de vanguardia, en los que la pintura adquiere autonomía respecto a la realidad de las cosas.

Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen realiza un recorrido por la historia del paisaje en la pintura catalana y europea: desde el romanticismo de Théodore Rousseau y Lluís Rigalt, hasta los paisajes espectrales de Modest Cuixart, Joan Ponç y Antoni Tàpies, que, en la época de Dau al Set, a través del surrealismo, entroncaron con la tradición romántica. En medio, el simbolismo de Maximilien Luce y Modest Urgell; el impresionismo y posimpresionismo de Claude Monet y Paul Gauguin, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol; el retorno al orden de André Derain, Matisse y Pierre Bonnard, de Joaquim Sunyer, Rafael Benet y Josep de Togores; y la visión vanguardista de Georges Braque, Fernand Léger y Joaquín Torres-García. Tal variedad de soluciones plásticas evidencia que el paisaje, lejos de una simple imitación del entorno natural, es una construcción cultural acorde con los anhelos y creencias de cada época.

La exposición pretende poner de relieve los contactos entre la pintura catalana y las grandes tendencias del arte de su tiempo, y muestra la estrecha relación que siempre han mantenido, desde los primeros viajes de Martí i Alsina a París, en la década de 1850, hasta el éxito internacional de Joan Miró o Antoni Clavé. Con tal fin han sido seleccionados también paisajes de artistas extranjeros, principalmente franceses, que ejercieron una fuerte impronta en el arte catalán.

La pintura de paisaje, tal y como evidencia la muestra Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El Paisaje en la Colección Carmen Thyssen, se convirtió en el principal motor de la renovación artística del siglo XIX. Los paisajistas, libres de la rígida reglamentación de otros géneros, ensayaron nuevos procedimientos en constante diálogo con la naturaleza y con los descubrimientos científicos de la época.

Si los pintores románticos y los realistas de mediados de siglo XIX ejecutaron a menudo bocetos al aire libre, los pintores impresionistas fueron los primeros en concluir sus obras íntegramente fuera del estudio. Pero este método de trabajo pronto dejó claras sus limitaciones al supeditar al artista a las inclemencias del tiempo y al restringir su creatividad imaginativa.

Con el fin del siglo XIX la búsqueda de un orden interno del cuadro se antepuso a la imitación veraz de la naturaleza. La concepción del cuadro como una superficie plana cubierta de colores anticipó los descubrimientos formales del siglo XX. Estos vinieron de la mano de las vanguardias, con las que el paisaje perdió parte de su anterior protagonismo. Pese a todo, los surrealistas dieron un nuevo impulso al género al hacer de sus lienzos verdaderos paisajes del subconsciente. 

 
 
 
 

Gustave Courbet

La Playa de Saint-Aubin-sur-Mer
1867
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 
 

Naturalismo

La pintura de paisaje se convirtió a lo largo del siglo XIX en uno de los principales motores de renovación artística. A principios de siglo todavía era considerada como un género menor, supeditado a la pintura de historia. Sin embargo, su escasa reglamentación y sus amplias posibilidades de desarrollo al margen de otros géneros facilitaron su rápida evolución.

Varios factores contribuyeron a que este cambio tuviese lugar. El primero de ellos fue la crisis del modelo ideal del paisaje italiano y la nueva atención prestada a los rasgos peculiares del paisaje de cada región. Al tiempo que esto ocurría, el llamado "paisaje histórico" o "paisaje heroico" fue progresivamente sustituido por composiciones cuya única protagonista era la naturaleza. Por último, la práctica de la pintura al aire libre -inicialmente concebida como simple ejercicio- fue impregnando con su libertad y frescura las composiciones destinadas a los certámenes oficiales.

En Cataluña esta evolución se gestó de forma algo más tardía que en otras regiones de Europa. Su principal impulsor fue Martí i Alsina, artista que conoció de primera mano la obra de Courbet y de los paisajistas de la Escuela de Barbizon. Durante los años 60 del siglo XIX, Martí i Alsina formó en su taller a una nueva generación de paisajistas entre los que cabe destacar a Joaquim Vayreda, creador de la Escuela de Olot (Girona), también conocida como el "Barbizon Catalán".

 
 
 
 

Santiago Rusiñol

La Cruz de Término
Hacia 1891-1892
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 
 

Del posromanticismo al simbolismo

El naturalismo fue criticado por los propios artistas por restringirse exclusivamente a la realidad observada. El pintor Modest Urgell halló una alternativa en la recuperación del romanticismo de origen germánico, con lo que logró hacer compatibles las novedades plásticas del naturalismo con una concepción espiritual del paisaje. Para los pintores simbolistas, asimismo, el paisaje debía aspirar a un nuevo idealismo, opuesto al materialismo y utilitarismo de la época.

Uno de los motivos predilectos de los pintores citados fue la noche. Los paisajistas de Barbizon ya habían mostrado interés por los cambios de luz a distintas horas del día. Pero ahora, tanto Urgell como los pintores simbolistas dotaron a sus paisajes de un nuevo halo de misterio. Los paisajes crepusculares de Urgell ofrecieron una imagen de Cataluña contrapuesta al mundo bucólico de Vayreda.

No solo el mundo rural atrajo el interés de los pintores: también la ciudad fue objeto de representaciones nocturnas. En ellas, el fragor de muelles y factorías dio paso al silencio y la melancolía. A su vez, las luces artificiales tiñeron calles y edificios con nuevas y sutiles armonías. Al papel precursor de Urgell en el paso del posromanticismo al simbolismo en Cataluña hay que añadir la contribución de Meifrèn y Graner.

 
 
 
 

Claude Monet

La Casa entre las Rosas
1925
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 
 

La mirada impresionista

En el último tercio del siglo XIX se produjo una de las transformaciones más profundas de la historia del paisajismo. Los pintores impresionistas, en lugar de finalizar sus obras en el estudio -tal como venía siendo habitual-, extendieron la práctica de la pintura al aire libre al conjunto de su actividad artística.

Rechazaron la tradicional construcción del paisaje a partir de una escala de medias tintas -del claro al oscuro-, recurriendo a todos los tonos del espectro cromático. Al mismo tiempo que eliminaban el negro de su paleta, también dejaron a la vista amplias pinceladas de color.

Además de desarrollar una técnica novedosa, fueron los primeros en introducir en sus lienzos escenas de la vida moderna. Entre sus paisajes, son abundantes las representaciones de parques públicos y jardines. De hecho, artistas como Monet cultivaron sus propios jardines para que les sirviesen de motivo en sus composiciones.

La influencia del impresionismo francés no tardó en llegar a otros países. En Cataluña se hizo palpable ya desde 1890 en la obra de Casas y Rusiñol, mezclada junto a elementos tomados del naturalismo. También Meifrèn se aproximó al impresionismo en su última etapa, en la que pintó numerosas vistas de jardines mallorquines.

 
 
 
 

Paul Gauguin

Hoguera junto a una Ría
1886
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 
 

Nuevos clasicismos

A principios del siglo XX empezaron a sonar voces a favor del clasicismo, como la del poeta griego afincado en París Jean Moréas, o la de los artistas Puvis de Chavannes y Aristides Maillol. La propia pintura de Cézanne fue interpretada como un retorno a lo estructural tras años de predominio del sensualismo impresionista.

Esta oleada clasicista se vio pronto eclipsada por el nacimiento de las vanguardias. En Cataluña, sin embargo, arraigó con fuerza de la mano del novecentismo de Eugeni d’Ors, movimiento a la par estético y nacionalista. Tras unos inicios vacilantes, el novecentismo halló su expresión distintiva en los paisajes de Sunyer, imágenes de una Cataluña rural estructurada y racional en la que las personas conviven en armonía con la naturaleza.

Cuando el novecentismo empezaba a perder protagonismo en el panorama artístico barcelonés, una nueva oleada clasicista europea afianzó su posición: el retorno al orden. Surgido de la necesidad de recuperar los principios fundacionales de la cultura occidental tras la conmoción de la Primera Guerra Mundial, se opuso al subjetivismo y a la radicalidad plástica de las vanguardias. En Cataluña, uno de sus principales defensores fue Josep de Togores, aunque también influyó en los paisajes tardíos de Sunyer, Rafael Benet e Iu Pascual.

 
 
 
 

Vanguardias

La recepción de las vanguardias constituyó un hecho tardío en Cataluña. El primer eco de los ismos franceses llegó de la mano del galerista Josep Dalmau, quien en 1912 organizó una muestra cubista con fondos procedentes de París. No obstante, no fue hasta la Primera Guerra Mundial -coincidiendo con la llegada a Barcelona de artistas que huían de París- cuando los propios pintores y escultores activos en Cataluña ensayaron nuevos lenguajes plásticos. Entre ellos cabe destacar la figura del uruguayo Joaquín Torres- García, quien, junto a su compatriota Rafael Barradas y a Celso Lagar, pintó paisajes urbanos con un lenguaje sincretista, mezcla del fovismo, del cubismo y del orfismo de Robert y Sonia Delaunay.

Miró también se inició en los lenguajes plásticos modernos a finales de 1910. Apoyado por Dalmau en su proyección a París, Miró dedicó parte importante de su obra al género del paisaje y se convirtió -junto a Dalí- en figura clave del surrealismo, movimiento que arraigó con verdadera fuerza en la Cataluña de los años 30.

La influencia del surrealismo pervivió incluso después de la Guerra Civil a través del grupo Dau al Set. Muchos de los lienzos de Tàpies, Cuixart y Ponç de finales de 1940 son en realidad paisajes del inconsciente. Su negación de la realidad exterior manifiesta el distanciamiento crítico de sus autores respecto al franquismo.

 

Hasta el 5 de enero de 2013 en Caixaforum Girona (Calle Ciutadans, 19)
Horario: lunes a sábado, de 10:00 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 11:00 a 14:00 horas.

 

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