IMÁGENES MARIANAS DE GLORIA EN LA CAPITAL HISPALENSE (VI)

Jesús Abades


 

 

Virgen de la Alegría (Iglesia de San Bartolomé): Existe cierta polémica sobre la ejecución y cronología de esta venerada imagen, de amable semblante y elegante modelado, pues mientras un sector de la crítica la considera una obra plenamente realizada en el siglo XVIII, otros estudiosos adjudican su hechura al quehacer de un seguidor del escultor hispanoflamenco Roque Balduque (siglo XVI), basándose en las semejanzas que presenta con otras creaciones marianas del autor, siendo objeto en el Setecientos de una profunda reforma en la que se le colocaron postizos y fue mutilada para vestir ricos tejidos naturales. La imagen, titular de una de las más notorias corporaciones gloriosas de la ciudad, preside un original retablo labrado en plata, de estilo neoclásico, situado en la nave izquierda del templo.

 

 

Virgen del Rosario (Parroquia del Sagrario): La Señora aparece en actitud estante, con el Niño sostenido en el brazo izquierdo y portando un cetro y el atributo de su advocación en la mano derecha. Tan interesante ejemplar mariano, al que rinde culto la Cofradía del Cristo de la Corona, es obra de Manuel Pereira, escultor natural de Oporto (Portugal) y afincado en Madrid, quien la esculpió en el año 1650. A pesar de sus evidentes calidades, no deja de ser una creación menor dentro de la impecable trayectoria del autor de obras maestras como el San Bruno de Miraflores o el Crucificado de la Agonía que se venera en la Catedral de Segovia, cuyo modelo continuó en otra pieza similar que también se conserva en el templo sevillano del Sagrario. Además, la policromía actual de la Virgen es dieciochesca y no se corresponde con la original, lo que no impide advertir la brillante corrección formal de un modelado que refleja el clasicismo tan propio de Pereira. En el año 2004 fue intervenida por los profesionales del IAPH, quienes colocaron nuevos sistemas de sujeción de los atributos, consolidaron ensambles, fijaron y limpiaron la policromía, eliminaron repintes y barnices alterados, y reintegraron el estrato de preparación y las lagunas cromáticas.

 

 

Virgen de Montemayor (Iglesia de San Juan de la Palma): La efigie de María, de candelero para vestir, aparece de pie sobre una nube con querubines. El Niño, de carácter deífico, se halla sostenido por su brazo izquierdo, mientras que en la mano derecha porta el cetro, símbolo de su realeza. La Virgen lleva peluca postiza y corona, ráfaga y media luna con dos estrellas como preseas. Se trata de una copia muy fiel, realizada por el carmonense Francisco Buiza Fernández (1956), del famoso icono mariano de Moguer (Huelva), obra de Sebastián Santos Rojas (1937) quien reprodujo a su vez una imagen labrada a finales del siglo XVIII o principios del XIX (1), destruida en los disturbios acaecidos en 1936. Es titular de una hermandad de gloria, filial de la moguereña, y se venera en un altar lateral de la nave de la epístola.

 

 

Virgen del Pilar (Iglesia de San Pedro): Constituye una versión de la mítica patrona de Zaragoza, atribuida a Juan de la Huerta (1435), realizada bajo los cánones marianos impuestos por la escuela sevillana del XVIII. Notablemente más alta que el original aragonés (115 cm), se diferencia también por su condición de talla de candelero para ser vestida con ricos ropajes. La Virgen se alza sobre una columna sostenida por ángeles mancebos y le sirve de escabel una nube orlada con cabezas de querubines. Titular de una populosa cofradía de gloria, se considera obra de mediados del Setecientos y últimamente cobra fuerza la hipótesis de su ejecución por parte de un miembro del círculo de Benito de Hita y Castillo. Recibe culto en un retablo neoclásico de principios del XIX, situado en la nave izquierda del templo.

 

 

Virgen de la Rosa (Iglesia de Santa Ana): Célebre óleo sobre tabla del primer tercio del siglo XVI, pintado por Alejo Fernández, que recibe culto en un retablo dieciochesco del trascoro del templo. Recrea una escena doméstica en la que María, entronizada y ataviada con costosas telas, ofrece amorosamente al Divino Infante, entregado en la lectura de un diminuto libro, la flor de la que toma su advocación. Según el profesor Ollero, la gran calidad del grupo de la Virgen con el Niño, de los dos pasillos laterales del fondo y de los dos ángeles que flanquean el trono, contrasta con la inferior técnica de la pareja angélica superior, hasta el punto de poder llevar a pensar en una segunda mano con menos destreza para su realización (2). Supone una de las escasas creaciones firmadas por el maestro alemán, afincado en Sevilla.

 

 

Virgen del Buen Aire (Capilla del Palacio de San Telmo): Magnífica imagen, reproducida en varias ocasiones, obra del escultor y arquitecto Juan de Oviedo y de la Bandera, quien la realizó en el año 1600. Representa a María, sedente, con el Niño semidesnudo que aferra con el brazo izquierdo. Le sirve de trono una nube de la que emergen numerosas cabezas de querubines y unos ángeles en actitud de sostener las ampulosas vestiduras de la Virgen. En 1724, la talla en madera fue muy reformada por Pedro Duque Cornejo y Roldán, renovándose también la policromía. La última intervención corrió a cargo del IAPH (2005), donde se restañaron las grietas, reintegraron las pérdidas de soporte y policromía, eliminaron repintes y establecieron nuevos sistemas de sujeción de las preseas. La efigie ocupa la presidencia del templo del palacio, antigua Universidad de Mareantes y Colegio de la Marina, bajo espléndido retablo barroco de José Maestre (1723), con trazas proyectadas por el pintor Domingo Martínez, quien también plasmó a la Señora en la bóveda que cubre el presbiterio (3).


BIBLIOGRAFÍA

(1) DÍAZ DOMÍNGUEZ, Manuel. Religiosidad popular en la ciudad de Moguer (1400-1936), Moguer (Huelva), 2005, p. 584.

(2) OLLERO BUTLER, Jacobo. La pintura renacentista en Sevilla en Cuadernos de Arte Español, nº 87, Madrid, 1991, cuadernillo central, III.

(3) AAVV. Sevilla en Guía artística de Sevilla y su provincia, Volumen I, Diputación Provincial de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004, pp. 306-09.

 

Fotografías de Ricardo Calvo León, IAPH,
Miguel Ángel Moreno Rebollo y Jesús Abades

Quinta Entrega en este

 

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