LA IGLESIA DEL CARMEN DE TRIGUEROS (HUELVA)

Con información de Sergio Cabaco y Jesús Abades (16/07/2014)


 

 

La actual iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Trigueros es el templo del ex-convento de Nuestra Señora de Consolación, antiguo cenobio de carmelitas calzados fundado en el año 1522, en la ermita rural de la Virgen de Consolación, trasladándose a su emplazamiento actual en 1589. No llegó a abrirse al culto hasta 1596.

La desamortización del año 1835 no impidió que la iglesia quedase abierta al culto, conservando gran parte de su patrimonio histórico pese al expolio francés de 1821, la supresión de la casa por falta de frailes entre los años 1821 y 1823, la propia desamortización, los sucesos del conflicto civil ocurridos en julio de 1936 -que afectaron mayormente a su ajuar litúrgico- y el seísmo de 1969 que provocó el desplome de las bóvedas laterales del crucero y la destrucción del retablo situado en el ala derecha del mismo.

La residencia conventual, de la que destaca el amplio claustro de dos plantas, no corrió la misma suerte: pasó a manos privadas y fue utilizada como vaqueriza y bodega. En 1944 fue reconstruida su abandonada y mutilada fábrica. En 1994, tras ser adquirido el inmueble por el Ayuntamiento, se llevó a cabo la restauración del claustro y la construcción de un auditorio en el patio, reproduciendo las formas de dicho claustro. Todo ello dirigido por el arquitecto José Reyna González del Valle. Fue inaugurado como Centro Cívico-Social y Cultural en 1998.

 

 

 

La única nave del templo, acorde con las iglesias conventuales, se cubre con techumbre mudéjar en forma de artesa con cinco tirantas que apean sobre otros tantos pares de canes situados en la solera. Fue rehecha en 1987. El sotocoro, ubicado a los pies del templo, presenta artesonado con casetones, puntas de sierra y elementos geométricos. Tanto esta cubierta como la anterior reflejan el gusto imperante en la carpintería de finales del quinientos. El antepecho del coro alto está labrado también en madera.

El retablo mayor situado en el presbiterio, tallado en madera de pino de Flandes, en color oscuro sin pintar ni dorar -detalle frecuente en los templos carmelitas- fue contratado en Sevilla, en el año 1775, con el tallista Tomás González Guisado el Joven. Tomás Guisado, nombre con el que se le conocía usualmente, nació en la capital hispalense a principios del siglo XVIII, viviendo la mayor parte de su vida en las localidades de Carmona y Marchena para acabar finalmente su vida en su Sevilla natal, perdiéndose su pista a finales de 1776.

Este retablo es la única obra conocida de la última etapa sevillana de Guisado y posiblemente la última obra ejecutada por el artista, pues 1776 sería probablemente el año de su muerte. Fue concertado cuando debía rondar los 65 años. Debía entregarlo en septiembre de 1775 y cobraría por él un total de 20.000 reales de vellón.

 

 

 

El retablo, necesitado de una adecuada restauración, es de un solo cuerpo en tres calles, situándose en el remate, entre las esculturas de dos santos obispos de la orden, un espléndido altorrelieve de la Virgen del Carmen entregando el escapulario a San Simón Stock.

Esta obra para Trigueros supone el punto culminante en el proceso de barroquización de Guisado. Se trata de un artista que siempre gustó de las decoraciones abigarradas, pero el clásico estípite que colocó, por ejemplo, en el retablo del templo de la Concepción de Carmona se ha convertido ahora en una especie de columna cargada de decoración con angelotes intercalados en el fuste. Asimismo, el arco de medio punto que daba acceso al nicho principal en otros retablos de Guisado se ha convertido ahora en un alabeante arco mixtilíneo.

Los dos ángeles lampareros, tallados en madera, en su color, hacen juego con el retablo rococó con decoración chinesca. Portan sendas arañas de cristal.

 

 

 

El retablo se concluyó en el año 1782, fallecido seguramente Tomás Guisado como hemos señalado en párrafos anteriores. En las repisas laterales, bajo relieves de religiosas carmelitas, se exponen las tallas en madera policromada, dorada y estofada, de San Elías y San Eliseo. Todo el conjunto aparece decorado con rocallas, guirnaldas, pinjantes, veneras, querubines, angelotes, etcétera. Y es que el arte de Guisado, aunque siempre apegado a las formas del barroco estípite implantadas en Andalucía por Jerónimo de Balbás, mostró una lógica evolución hacia el estilo rococó propio del tercer cuarto del siglo XVIII.

 

 

 

En la calle central se venera a la Virgen del Carmen, en una hornacina cuya rica decoración pictórica representa una envolvente guirnalda de flores y ángeles, de significación gozosa. La efigie de la Patrona de Trigueros preside la iglesia de la que es titular. Hablamos de una imagen de candelero para vestir, original de finales del siglo XVI, muy restaurada posteriormente. Aparece vestida con hábito carmelitano y corona con decoración de rocallas, de la segunda mitad del XVIII. El Niño Jesús es imagen de vestir del siglo XIX.

Sobre la hornacina, existe otra más pequeña que alberga a la Virgen de Consolación, titular del convento y de la primitiva ermita situada extramuros de la villa. Se trata de una interesante escultura en madera policromada del primer cuarto del siglo XVI, cuyo atuendo remite a la moda de 1500-1520. Es manifiesta la concepción unitaria, severa y equilibrada de la composición. La obra conjuga el gusto por la línea recta y agudos pliegues con la morbidez de los rostros. Un ligero contraposto confiere una nota de gentileza y elegancia. Mide 97 cm.

 

 

 

Sobre la mesa de altar se disponen las tallas en madera policromada, dorada y estofada de San Juan de la Cruz (145 cm) y Santa Teresa de Jesús (151 cm), ambas obras sevillanas del siglo XVII de marcada raigambre carmelita. Los historiadores onubenses González Gómez y Carrasco Terriza consideran que el santo es de finales del siglo, a cuya época corresponde también el nimbo de plata que luce sobre su cabeza, mientras que la santa, representada como Doctora de la Iglesia, pertenece a las primeras décadas del seiscientos.

 

 

 

González Gómez y Carrasco Terriza hablan del retallado efectuado por Gabriel de Astorga, entre 1869 y 1870, en esta Dolorosa, titular de la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Cristo, al igual que ocurriera con el San Juan Evangelista que se conserva en la iglesia del antiguo Hospital de la Misericordia (ver enlace).

La imagen mariana, fechable a principios del siglo XVII, conserva el arcaísmo propio de la época, visible en su frontalidad, la ancha y alargada nariz, la boca semicerrada, con el interior apenas profundizado, y el cuello robusto y sin anatomizar. Los trabajos de Astorga debieron centrarse en la policromía -aplicando veladuras en los pómulos y los párpados para simular el enrojecimiento provocado por el llanto-, el trazado de unas nuevas cejas y el retoque de los ojos, el cual pudo consistir en el reemplazo de los primitivos de talla por otros de pasta vítrea. Todo ello dirigido a restar hieratismo a la Virgen y humanizar su dolor de cara a los fieles, siguiendo el gusto imperante en el periodo.

 

 

El Cristo Yacente es una obra a tamaño natural (168 cm) fechable en el primer tercio del siglo XVIII. Resulta evidente su filiación roldanesca en la contención emocional de su expresión cadavérica, la factura suelta en los amplios y ondulantes pliegues del sudario, la cabeza de largos mechones que conforman masas compactas de cabellos, la barba acabada en dos voluminosas puntas poco trabajadas y el hermoso rostro de afilado perfil, caracteres todos ellos presididos por un concepto realista plenamente barroco. Al fondo vemos el retablo de Santa Ana, obra del siglo XX realizada por el tallista onubense Miguel Hierro Barreda en madera oscura, siguiendo el concepto estético del retablo mayor.

 

 

 

Dieciochesca es la escultura en madera policromada, dorada y estofada de la Inmaculada Concepción (126 cm) que preside un retablo del crucero situado a la derecha del presbiterio. La policromía es del siglo XIX; al igual que la corona y la media luna de plata, catalogados a principios del siglo.

También en el crucero, al lado de la epístola, se halla el altar dedicado al Cristo Resucitado (123 cm), escultura policromada fechada en el último cuarto del siglo XVI. Muestra los resabios manieristas, aunque con mayor acartonamiento y avance cronológico, impuestos en la escuela sevillana por Jerónimo Hernández.

 

 

 

El templo posee tres retablos modelados en estuco, labrados hacia 1620-1650 y relacionados por el historiador sevillano Alfonso Pleguezuelo con el círculo de Diego López Bueno. Son los de la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Cristo, en el crucero, y los dos de la nave, uno de ellos con lienzo de las Ánimas Benditas y otro presidido por el Cristo de la Misericordia, imagen de tamaño inferior del natural (1 m de altura), de finales del siglo XVI, que muestra una composición clásica del Bajo Renacimiento, pero de cortas proporciones y poca esbeltez. Se mueve más en la línea de la corpulencia que de la apolínea elegancia.

También de estuco es el retablo primitivo del templo, fechado en la primera mitad del siglo XVII, del que se conservan importantes fragmentos, sobre todo de su parte inferior -como el que vemos en la fotografía superior derecha, con pintura mural que representa a Santa Catalina de Alejandría- que, además de recordar vivamente al retablo del Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad, precisan una mejor adecuación y conservación.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús y Juan Miguel GONZÁLEZ GÓMEZ. Catálogo Monumental de la Provincia de Huelva, vol. II, Huelva, 2009, pp. 256-264.

MIRA CABALLOS, Esteban y Fernando DE LA VILLA NOGALES. Carmona en la Edad Moderna: Religiosidad y Arte, Población y Emigración a América, Sevilla, 1999, pp. 93-102.

GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA. Escultura Mariana Onubense, Huelva, 1981, pp. 71, 355-356 y 481.

BERNALES BALLESTEROS, Jorge. Pedro Roldán: Maestro de Escultura (1624-1699), Sevilla, 1973, p. 45.

AA.VV. Guía Artística de Huelva y su Provincia, Huelva, 2006, pp. 473-476.

CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús. La Escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, 2000, pp. 480-481.

 

 

 

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