TREASURE OF HEAVEN: SAINTS
RELICS AND DEVOTION IN MEDIEVAL EUROPE

Con información de James Robinson y www.bbc.co.uk


 

En la época medieval, las reliquias de los santos eran veneradas en urnas o relicarios labrados con los más valiosos materiales por los mejores artesanos. Metales nobles, piedras preciosas y esmaltes se unían con una magnificencia destinada a preservar el sagrado contenido a los fieles y exteriorizar la importancia de lo que guardaban.

Más de un centenar de los más populares relicarios del mundo se exhibe ahora en la muestra titulada Treasure of Heaven: Saints, Relics and Devotion in Medieval Europe (Tesoros del Cielo: Santos, Reliquias y Devoción en la Europa Medieval), organizada en Londres por el Museo Británico. Todos ellos ponen de manifiesto el pensamiento religioso de los cristianos medievales, quienes creían firmemente que los restos mortales conservados de los santos constituían un vínculo tangible con lo divino. Algunos cristianos sostienen creencias similares en la actualidad.

 

 
 
El Museo Británico de Londres explora en una nueva exhibición el significado espiritual y artístico de las reliquias cristianas de la Europa medieval. La exposición, que podrá visitarse hasta el 9 de octubre de 2011, analiza la evolución de los relicarios desde simples cajas que contenían desde restos humanos hasta objetos de gran importancia ritual y belleza artística. Aquí vemos uno de ellos, conservado en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York; se trata del busto de una santa desconocida, probablemente una de las compañeras de Santa Úrsula, que fue realizado entre los años 1520 y 1530, aproximadamente. 
 
 
 
 
La exposición se abre con el busto relicario de San Baudimio, conservado en la iglesia de la localidad francesa de Saint-Nectaire, quien viajó como misionero cristiano de Roma a la Galia (actual Francia), por mandato de San Pedro, a comienzos del siglo XII. Es uno de los llamados "relicarios parlantes"; es decir, bustos realistas que representan a santos y que comenzaron a ser populares a partir del siglo XII. La mayoría de los objetos reunidos en el British Museum se catalogan entre los años 200 y 1500.
 
 
 
 
Este relicario con forma de tríptico formó parte de un altar y fue pintado por Lippo Vanni, artista de Siena, entre los años 1350 y 1359. En los agujeros del centro alguna vez hubo reliquias. Las pinturas muestran a Santa Oria y San Juan Bautista junto a la Virgen María y el Niño Jesús. La realización de pequeños paneles devocionales rodeados de pequeñas cámaras de reliquias empezó a florecer en Siena en la segunda mitad del siglo XIV.
 
 
 
 
Las reliquias eran por lo general fragmentos del cuerpo humano u objetos materiales santificados por su contacto con los santos. Las más valiosas eran, por supuesto, las que se creían relacionadas con el mismo Cristo o con la Virgen María: desde la corona de espinas hasta la leche del pecho de la Virgen. La espina de este relicario -escondida tras el cristal- podría proceder de la corona de espinas de Cristo, supuestamente adquirida por el rey Luis IX de Francia en el año 1239 al emperador latino de Constantinopla, Balduino II. El rey separó las espinas de la corona y mandó a hacer muchos relicarios que utilizó como regalos.
 
 
 
 
Este relicario, con su magnífica visión del Juicio Final, se hizo para contener otra espina de la corona de Cristo que fue llevada a París desde Constantinopla (actual Estambul) por Luis IX. El monarca francés construyó la Santa Capilla (Sainte-Chapelle) de París para albergar dicha reliquia. El museo londinense reúne ahora 150 objetos procedentes de su propia colección y de cerca de cuarenta instituciones, que incluyen El Vaticano, algunas catedrales europeas, y varios museos de Europa y Estados Unidos.
 
 
 
 
Este colgante contiene reliquias de San Demetrio de Tesalónica, mártir cristiano que murió a principios del siglo IV. En este caso las reliquias del santo no son sus huesos, sino el óleo o crisma recogidos en su tumba y la tierra empapada de sangre recogida en el sitio de su martirio. Dos de sus reliquias se encuentran en forma de colgantes circulares como este, de oro, plata y esmalte, cuyo propietario lo llevaba alrededor del cuello.
 
 
 
 
Otro “relicario parlante”. Esta figura imita la forma de la parte del cuerpo que contiene, es decir, el hueso cúbito -parte inferior del brazo- de un santo no identificado. Sin embargo, no siempre la forma de un relicario se corresponde su contenido: algunos relicarios con forma de brazo contienen los restos de varios santos. Otros albergan reliquias de diferentes partes del cuerpo de un santo. La popularidad de los relicarios del brazo a partir del siglo XII se debe a su utilidad como accesorios litúrgicos, ya que permitían a los clérigos bendecir, tocar y sanar a los fieles con la propia mano del santo durante celebraciones litúrgicas y procesiones.
 
 
 
 
Entre las famosas reliquias que han viajado al prestigioso museo de Londres está el llamado Mandilión (Mandylion) de Edesa, un rostro sobre tela de lino enmarcado en oro y alhajas, que, según la leyenda, fue un retrato que le encargó a un pintor el rey Abgar de Edesa (actual ciudad de Urfa, en Turquía). Cuenta la leyenda que el artista, enviado a Tierra Santa, no pudo captar la semejanza de Cristo, pero que éste se secó el rostro con un paño, donde quedaron milagrosamente fijadas sus facciones. 
 
 
 
 
En este relicario con forma de sarcófago se representa el martirio, el funeral y la ascensión al cielo de Santo Tomás Becket, el arzobispo de Canterbury asesinado en 1170 dentro de su catedral por enviados del rey Enrique II de Inglaterra. Este pequeño cofre es uno de los más antiguos ejemplos de este tipo de producción artística. La amplia difusión de estos cofrecillos con las reliquias del mártir inglés a lo largo de los principales caminos de peregrinación medieval testimonia la fama alcanzada por el santo en todo el mundo cristiano.
 
 
 
 
Esta insignia medieval está hecha de plomo y representa a San Jorge matando al dragón, visto por la doncella Una, a la que está rescatando. Cientos de insignias peregrinas como esta se han encontrado en el Reino Unido. Ir de peregrinación era una parte importante de la fe cristiana en la Europa medieval. Los peregrinos viajaban, a menudo, cientos e incluso miles de kilómetros para visitar los restos de un santo. Las insignias peregrinas eran producidas en masa en moldes y eran baratas para que todos pudieran tener una. La gente las llevaba en la ropa, el sombrero o alrededor del cuello para mostrar dónde habían estado de peregrinación. La mayoría de ellas han sido halladas en ríos o cerca de ellos, ya que se creía que traía buena suerte echarlas al agua. 

 

Nota de La Hornacina: James Robinson es comisario de la exposición.

 

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