EDVARD MUNCH. ARQUETIPOS
19/09/2015
Introducción El Museo Thyssen-Bornemisza presenta en sus salas Edvard Munch. Arquetipos, la primera exposición del pintor noruego en Madrid desde el año 1984. Organizada con la generosa colaboración del Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de ochenta obras del artista, hoy considerado uno de los padres del arte moderno junto a Cézanne, Van Gogh y Gauguin. Las últimas publicaciones y las más recientes exposiciones han logrado liberar a Munch de muchos de los estereotipos a los que se ha visto sometido, para mostrarle no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno sino, sobre todo, como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística contemporánea. Comisariada por Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch. Arquetipos se propone seguir esa senda, centrando la atención en los aspectos más desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre contemporáneo. Si bien Munch (en la imagen superior, Autorretrato conservado en el Museo Munch de Oslo, 1926) nunca abandonó la figuración, sí rompió con el mundo visible y exploró la dimensión espiritual oculta de la realidad para, a través de un innovador lenguaje plástico que evolucionó desde el simbolismo al expresionismo, inmortalizar plásticamente los temas más universales sobre la vida, el amor y la muerte. |
A contrapelo del estilo moderno Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época, Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. El arte de Munch surge de una peculiar mezcla de tradiciones artísticas, corrientes literarias progresistas y especulaciones esotéricas -sin olvidar los mitos de las tierras del norte-, para crear toda una mitología de los tiempos modernos y con una firme actitud de experimentación, "a contrapelo del estilo moderno", como solía decir. Valiéndose de arquetipos, imágenes primigenias de comportamientos humanos, Munch logra establecer múltiples relaciones entre los signos externos del mundo físico y la dimensión espiritual más oculta. Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad o la muerte, así como estados de ánimo como la melancolía (en la imagen superior, la obra del mismo título del año 1892, conservada en el Museo Nacional de Oslo), la soledad o la sumisión, se muestran en la obra de Munch a través de la actitud corporal de los personajes del cuadro, paralizados en una especie de tensión estática en el momento preciso en que su gesto expresa el sentimiento que deben representar, y determinan también la escenografía y el tratamiento espacial de la composición de la obra. Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales del grabado, fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico. Con esas imágenes directas, dramáticas e intensas, que atraen y mantienen la atención, el pintor busca interpelar al espectador. Las formas y los medios del lenguaje artístico deben de estar subordinados a su capacidad de comunicar y, de ese anhelo por llegar al mayor número de personas, es de donde surge otro de los aspectos esenciales de su obra: la repetición obsesiva de secuencias temáticas; un perpetuo reciclado de imágenes que reelabora en medios diferentes, llevando al límite las técnicas tradicionales de forma poco ortodoxa, y experimentando con ellas para dar lugar a nuevos significados. La repetición es, de hecho, uno de los elementos fundamentales del concepto de arquetipo. |
Una larga y prolífica carrera La exposición Edvard Munch. Arquetipos reúne un total de ochenta obras (en la imagen superior, la obra Agonía conservada en el Museo Munch de Oslo, 1915), muchas de ellas nunca antes expuestas en España, que abarcan toda la larga y prolífica carrera del artista noruego. La mitad de los préstamos proceden del Museo Munch de Oslo y el resto pertenecen a otras prestigiosas instituciones de todo el mundo, como la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de Nueva York o la National Gallery de Washington, y a algunas colecciones internacionales, incluyendo la del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España con obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. La distribución en salas se articula en torno a ese amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte) y a los distintos escenarios en los que están representados (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando en todo el recorrido obras tempranas con versiones tardías, obra gráfica y pinturas, para subrayar así la circularidad temática y existencial de su obra. |
Melancolía Contagiado del impresionismo y sobre todo del simbolismo de algunos artistas del cambio de siglo, Munch se aleja pronto de las tendencias naturalistas en las que se había formado y rompe con todas las convenciones artísticas y sociales de su época. Junto a algún paisaje temprano pintado al aire libre, este espacio reúne obras clave para comprender la futura evolución del pintor, como Atardecer (1888), en la que su hermana Laura, que luego sufrirá una enfermedad mental, aparece sola y ensimismada. A partir de ahí, se produce una reducción formal del paisaje y los rostros de los personajes van perdiendo sus facciones. Atardecer (imagen superior, Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid) y sus sucesivas versiones, o Madre e Hija y Los Solitarios, de diferentes etapas, son ejemplo del nuevo lenguaje artístico, simbólico y poético que acrecienta la intensidad emocional. La factura impresionista, aún evidente en el retrato de Laura, va siendo paulatinamente sustituida por un lenguaje sintético de pinceladas ondulantes, mientras que los colores disonantes y la acusada bidimensionalidad le alejan ya de las impresiones objetivas del arte anterior y comunican conceptos subjetivos. |
Muerte "Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna", dijo Edvard Munch que, a pesar de ello, veía en ellas una alegoría de la creatividad. El pintor consideraba el desmoronamiento físico y mental como un estado en que la imaginación estética podía superar las limitaciones de la razón y dar lugar a la experimentación. "Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en esta pintura". La Niña Enferma (imagen superior, Tate de Londres, 1888) y sus múltiples variaciones, tanto en pintura como en grabado, son la personificación del sentimiento existencial de miedo a la muerte, y muestran ese proceso creativo abierto en el que cada versión "añade a su modo algo al sentimiento de la primera impresión". Muerte en la Habitación de la Enferma (1896), con su teatral puesta en escena cargada de drama y dolor, o Agonía, en la que, con su técnica abocetada de grandes y expresivas manchas de color, está representada la experiencia física de la muerte, son algunas de las emblemáticas obras reunidas en este espacio. |
Pánico En paralelo a las innovaciones científicas y tecnológicas de la segunda mitad del siglo XIX, el nuevo ambiente urbano, abarrotado por las masas, transformó el modo en que el hombre moderno percibía su relación con el mundo. La angustia, la ansiedad y la incertidumbre sustituyeron súbitamente a los viejos ideales y convicciones. Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática, como un lugar de estrés y agitación donde el hombre se veía sometido a múltiples experiencias negativas. La versión litográfica de El Grito (imagen superior, Metropolitan Museum de Nueva York, 1895) presente en la exposición Edvard Munch. Arquetipos contiene todos los elementos de angustia existencial de la obra original: un bello lugar de esparcimiento se transforma en escenario de la desintegración y destrucción de un orden racional, y la siniestra figura con cabeza en forma de calavera y su mueca de terror busca desesperadamente nuestra mirada, mientras se tapa los oídos para no escuchar el grito estridente que le rodea. Otros grabados y xilografías de Edvard Munch reunidas en esta exposición, como Ansiedad, Pánico o Pánico en Oslo, representan auténticos dramas visuales cuyos aterrados protagonistas son arrastrados por el pulular anónimo y angustiado de las muchedumbres en las calles de la ciudad. |
Mujer Munch convirtió a la mujer en el centro de su universo pictórico. En Mujer (1925) están representadas tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina: la "femme fragile", la "femme fatale" y la mujer madura. Una síntesis de su concepción de la mujer en torno a esos dos arquetipos contrapuestos que se repetirán a lo largo de toda su obra: la mujer idealizada ("femme fragile") y demonizada ("femme fatale"). La primera, la mujer ideal, casta y delicada, la encontramos en Pubertad (imagen superior, 1914-1916, Museo Munch de Oslo) o Noche de Verano. La Voz (1894), unas obras con las que Edvard Munch logró establecer como nadie el despertar de la sexualidad en la mujer, creando un modelo que imitarán más tarde artistas como Egon Schiele, Ernst Ludwig Kirchner o Pablo Picasso; la otra mujer, la seductora, amenazadora y dominadora, aparece en obras como Mujer Pelirroja con Ojos Verdes. El Pecado (1902). |
Melodrama El teatro de Ibsen y de Strindberg influyó en la composición de algunas pinturas del artista noruego, como queda patente en la serie La Habitación Verde. Los personajes parecen estar en un pequeño escenario, convertidos en actores que se mueven frente a nosotros con expresiones distorsionadas de ansiedad y dolor o en actitud introspectiva. El espacio es asfixiante, mostrando un interior recargado, decorado con papel pintado y muebles demasiado grandes, incrementando la sensación de claustrofobia. Celos (imagen superior, Städel Museum de Frankfurt, 1913), en sus diversas versiones pictóricas o litográficas, enfrenta de manera directa las figuras del hombre y la mujer con el espectador, volviendo a mostrar en esta serie la sintonía con su amigo August Strindberg, que trató también el tema en sus escritos y en alguna pintura; para ambos, la experiencia del amor estimula sentimientos de celos, angustia, incertidumbre o desesperación. |
Amor En la mayor parte de las representaciones del amor en la obra de Munch hay un cierto deleite en ese lado oscuro del sentimiento. Es el caso de su famosa creación El Beso (imagen superior, versión xilográfica de 1902 conservada en el Sterling and Francine Clark Art Institute de Williamstown, Massachusetts), del que se reúnen varias versiones en esta sala y cuyos personajes entrelazados van perdiendo progresivamente su identidad, desde las composiciones más tempranas en las que aparecen las dos figuras besándose con pasión junto a una ventana, hasta la total simbiosis de los amantes en una forma abstracta de las versiones gráficas. En las versiones de Mujer Vampiro aparece la sensualidad perversa, con esa figura desnuda abrazando a su víctima, un hombre en posición sumisa y envuelto por su larga melena pelirroja al que absorbe toda la energía vital; y el beso se convierte en mordisco y en símbolo de posesión, física y psicológica. |
Nocturnos Partiendo del paisaje como reflejo de la tensión emocional, las escenas nocturnas de Munch acentúan más aún su contenido psíquico gracias a todo un repertorio de signos, como sombras, árboles o rocas, que se interponen entre la visión y la percepción sensorial, entre el mundo exterior e interior. La simplificación de las formas y el intenso juego de contraluces hacen que fijemos nuestra atención en la superficie pictórica. En Bajo las Estrellas (imagen superior, 1900-1905, Museo Munch de Oslo), los amantes se abrazan en una oscura noche estrellada en la que flotan las sombras; y en Noche de Invierno (1900-1901) o en La Casa Roja en la Nieve (1925-1926), los árboles que conforman el paisaje parecen surgir del inconsciente y las sombras producen una sensación de inquietud y desasosiego. |
Vitalismo Edvard Munch, autor de Tormenta (imagen superior, 1893, Museum of Modern Art de Nueva York) regresa a Noruega en 1909 tras un largo exilio voluntario en Francia y Alemania. Un sentimiento nacionalista y de armonía, y una voluntad de replanteamiento artístico, dieron lugar a una nueva etapa que llevó al pintor a centrarse en motivos plásticos más terrenales y a realizar obras más heroicas y vitalistas, con un estilo colorista y monumental y nuevos motivos, como el trabajo de la tierra, las escenas rurales o las estaciones del año. Obras como El Manzano (1921), Adán y Eva (1909) o Las Niñas en el Puente (1933-1935) son buena muestra de esta nueva faceta creadora. En muchas de estas composiciones aparece la imagen del árbol, robustos ejemplares que se convierten en expresión de fuerza vital y símbolo de la cadena metabólica de la vida; una fusión perfecta entre el papel del árbol en la mitología nórdica, considerado por los vikingos el centro del universo, y la tradición cristiana, en la que representa tanto el mundo antes de la caída como la tentación. |
Desnudos Convertidos sus personajes en la personificación de pasiones y sentimientos, Munch utiliza el cuerpo humano para formular esas emociones, por lo que muchas de las figuras desnudas que aparecen en sus cuadros poco tienen que ver con el problema pictórico de la representación del desnudo. Sin embargo, en las obras con figuras aisladas, pintadas a menudo a partir de modelos de estudio, Munch juega con las dos cualidades corporales óptica y táctil propias del desnudo, priorizando la belleza sensual y convulsa del cuerpo frente a las emociones; lo vemos en Desnudo Femenino llorando (imagen superior, 1919, Sarah Campbell Blaffer Foundation de Houston) o en Desnudo Femenino de rodillas. Por otro lado, en las décadas finales de su carrera se interesó también por el tema clásico del artista y la modelo, que pinta en su estudio de Ekerly, donde se instala en 1916 (año en el que empieza a pintar Mujer Vampiro en el Bosque, imagen inferior, 1916-1918, Museo Munch de Oslo) tras su deambular por ciudades diversas y que convierte en esos últimos años en espacio de experimentación y reflexión sobre las aspiraciones de su arte. Es una etapa de madurez artística y personal en la que Munch pinta con más libertad y energía que nunca. |
Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016 en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid
(Paseo del Prado 8, Madrid) Horario: lunes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas; sábados, de 10:00 a 21:00 horas.
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