SÍMBOLO Y REINO

26/07/2021


 

 
 

Divina Pastora

Miguel Cabrera
Hacia 1760
Óleo sobre tela
MUNAL

La representación simbólica de María como Divina Pastora encuentra sus orígenes en la Sevilla del siglo XVIII como metáfora de la redención, subraya el experto Jaime Cuadriello. Con rostro dulcísimo e inquebrantable serenidad, la Virgen se acompaña de un par de angelillos volanderos que sujetan una corona de doce estrellas para exaltar a María como la Madre que guía a la humanidad. Al tiempo, San Miguel Arcángel, en segundo plano, mantiene a salvo a su rebaño. Fray Isidoro de Sevilla, en "La pastora coronada", escribió: "Alrededor de este milagroso simulacro, hay muchas ovejitas, cada una con una rosa en la boca, y su majestad las toma con su" [...] "mano; símbolo de las Ave Marías, que le cantan en su devotísima corona, que son místicas rosas que le ofrecen, y que su Majestad cariñosa las recibe".

 

Introducción

La palabra "símbolo" es definida por la Real Academia de la Lengua Española como "forma expresiva que introduce en las artes figuraciones representativas de valores y conceptos". Es precisamente esta cualidad la que se destaca en las sesenta obras novohispanas reunidas en la exposición Símbolo y reino. Tres grandes colecciones novohispanas que suma la curaduría, coordinación y gestiones de tres emblemáticos museos -uno privado y dos públicos- con sede en la Ciudad de México: el Museo Soumaya (Fundación Carlos Slim), el Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec, INAH) y el Museo Nacional de Arte de México (MUNAL), sede principal de una muestra que podrá visitarse hasta el 28 de noviembre de 2021.

 

 
 

Asunción de María acompañada de los santos Agustín y Bartolomé

Juan Francisco de Aguilera
Hacia 1720-1730
Óleo y oro sobre lámina de cobre
Museo Soumaya

Los medallones o escudos de monja se difundieron en el Nuevo Mundo a partir de la tercera década del siglo XVII y fueron característicos de la vida conventual. Las religiosas solían portarlos en su profesión de fe y durante las ceremonias más importantes. Antes adornados con materiales preciosos, tras la reforma encabezada por el arzobispo Francisco Manso en 1635, se convirtieron en un objeto más simple y decoroso. El escudo servía de protección contra las tentaciones de la vida mundana y, como apuntó Elizabeth Perry, era una exhibición pública de la mejor y más avanzada pintura en Nueva España. La coronación de la Virgen, símbolo de su elevación al trono por el Señor como Reina del Cielo, guiaba a las hermanas al destacar la virtud de pureza.

 

Simbología

El mundo virreinal, heredero de la fusión de múltiples cosmovisiones, se expresó mediante un rico lenguaje simbólico que en todo momento echó mano de la plástica y las letras. Arquitectura, pintura, escultura y artes decorativas se revistieron, tanto en la tradición civil como en la religiosa, de nutridas narraciones, descripciones y alegorías. Bajo las líneas didácticas y evangélicas del Barroco, que más que un estilo artístico fue una auténtica forma de vida, los símbolos definieron el universo cotidiano de los siglos virreinales.

 

 
 

Retrato de sor María Ignacia de la Sangre de Cristo

José de Alcíbar
Hacia 1777
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec, INAH)

Los retratos de monjas coronadas -como éste de María Ignacia Felipa Josefa Águeda de Uribe Valcárcel, bisnieta del conde de Santiago de Calimaya y nieta del conde Valcárcel- eran comisionados por las familias para retener la memoria de las hijas que dejaban el siglo para hacer los votos perpetuos de la vida conventual. Durante la ceremonia de profesión, como esposas de Cristo, tomaban el velo negro y se engalanaban con una corona metálica cubierta de flores, símbolo de victoria y honor que sólo volverían a usar en momentos muy importantes o al ser retratadas como modelos de virtud tras su fallecimiento. El ajuar también solía incluir manto, medallón de pecho o escudo, imágenes devocionales, palma, anillo, perlas y joyas, vela encendida y labores de bordado, cuyo conjunto daba cuenta del estatus de la familia y del propio convento.

 

Artistas

Las colecciones de tres museos se unen para exponer algunos de los elementos simbólicos que articularon el pensamiento y la devoción en Nueva España. Con el MUNAL como primera sede, esta muestra ha sido diseñada para llegar a otros públicos a lo largo de la República Mexicana. Grandes pinceles de la talla de Andrés de la Concha, Baltasar de Echave Orio, Luis Juárez, Antonio Rodríguez, Juan Rodríguez Juárez, Diego de Borgraf, Cristóbal de Villalpando, José de Ibarra y Miguel Cabrera, entre muchos otros, orquestan las voces y sensibilidades que acudieron al símbolo como expresión y categoría estética.

 

 
 

Alegoría del Infierno

Atribuido a Miguel Jerónimo Zendejas
Mediados del siglo XVIII
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec, INAH)

La cultura barroca es gestual. El gesto complementaba la comunicación visual con gestos de oralidad, de modo que las pinturas "hablaban". La siguiente información trata de reconstruir la cultura gestual quirológica y quironómica a partir de los tratados y de las frecuencias gestuales en la pintura colonial. Por ejemplo, en el caso de esta obra atribuida a Zendejas, pintor novohispano originario de Puebla, la avaricia está representada en la alforja, el juego en los naipes y la gula en los hombres que se devoran entre ellos.

 

Imaginario colectivo

Apunta el filósofo murciano Francisco Martínez Albarracín que "un arte es tanto más verdadero cuanto más habla de lo Real. En él, utilidad y belleza, idoneidad y significación se juntan, pues el artista produce algo útil, algo para ser usado, un medio para una finalidad". Es en este binomio, función y belleza, donde artistas, motivos y temas novohispanos encontraron profundos significados que, al leerlos detenidamente, acaso sigan formando parte de nuestro imaginario colectivo.

 

 
 

Los Cinco Señores

Cristóbal de Villalpando
Hacia 1705-1714
Óleo sobre tela
Museo Soumaya

La investigadora Juana Gutiérrez Haces sostuvo que las posiciones de los personajes en esta obra describen varias elipses en torno al Niño. Así, Villalpando sitúa simbólicamente a Jesús como centro del cosmos. La presencia de los santos Joaquín y Ana, padres de María, denotan el linaje judío de Jesús. El principal atributo iconográfico de San José es la vara florida, generalmente de azucena, símbolo de castidad. Al igual que la esfera, la rosa es símbolo de perfección y es atributo de María.

 

Glosario de símbolos en este

 

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