El contraste simbólico entre el drama desgarrado y seco de la Pasión y el lenguaje exuberante del arte sacro ornamental es el leitmotiv de la interesantísima propuesta que ha preparado la comisaria Ana María Ruiz Lucas, que por quinto año consecutivo sorprende a los ciezanos al convertir el Museo Siyâsa en un inmenso espejo que devuelve la realidad espléndida del patrimonio artístico de la localidad murciana.

La invitación que sugiere el título de la muestra se torna amarga y difícil en la sala de imaginería, donde el largo camino de la Cruz se manifiesta en una serie cristífera en la que el cáliz de la Pasión se verbaliza en diferentes estilos, desde la elegancia salzillesca de Sánchez Lozano (La Oración del Huerto, la Caída) hasta la recreación del dolor superlativo en la Coronación de Espinas de Romero Zafra, con contrapuntos tan interesantes como el imponente patetismo de las dos efigies de Jesús Nazareno de Ignacio Pinazo y Palma Burgos, la naturalidad castiza de Carrillo Marco (Entrada en Jerusalén) o las dos propuestas de González Moreno, que aparecen como alfa y omega de su arte, en la sufrida estampa de su Flagelado y en el Ecce-Homo, que domina la sala con su majestuosidad irresistible.

La serie imaginera se completa con el Cristo que protagoniza una de las obras maestras de Hernández Navarro, el Encuentro en la Calle de la Amargura, cuya exposición exenta toma el calibre de convincente apología de la talla completa, y con un huésped de excepción: el conocido Despojado que tallara para Cehegín el imaginero ciezano Yuste Navarro, que vuelve a la tierra que lo alumbró para cautivar a tantos vecinos que aún no sabían de los muchos hallazgos iconográficos y compositivos de esta muestra, poderosa y sugestiva, de las gratas sorpresas que aún puede depararnos el arte imaginero.

El espectador que abandone esta sala presidida por el signo cierto de la tragedia se sorprenderá por la saturación sensorial que lo aborda al irrumpir en la sala de artes ornamentales, con la explosión de motivos florales de la magnífica muestra de bordados y la riqueza suntuosa de la orfebrería que particulares y cofradías han cedido para su exposición, en muchos casos por vez primera. Será difícil evitar que la regia frondosidad de mantos, galas y estandartes distraiga de pequeñas joyas como el primer sudario que se confeccionó para el Cristo del Consuelo en el siglo XVII o la narrativa simbólica de los faroles realizados por Angulo Ramírez para la Cofradía de la Oración en el Huerto.

Ya dejados llevar por la seducción áurea del ornamento textil, es imposible no referirse al espléndido manto de la Virgen del Dolor y, sobre todo, a la obra de la inolvidable bordadora cartagenera Consuelo Escámez, que dejó para Cieza cuatro estandartes que son orgullo de las Cofradías de San Juan, La Verónica, La Samaritana y Santa María Magdalena, que también conserva el manto esperanza de su titular.

Y recordando la finalidad de tanto lujo artesanal, que no deja de ser el culto sagrado, preside la muestra Ven, Sígueme: Tesoros del Arte Sacro Ciezano el túmulo funerario donde los cuatro faroles sevillanos de Los Seises velan al antiguo Señor del Sepulcro de Carrillo Marco.

Hasta el próximo 18 de marzo de 2012 tienen los murcianos para zambullirse en este sugestivo recorrido por el arte ciezano, cada vez menos desconocido gracias a la labor seria, rigurosa e incansable de Ana María Ruiz Lucas, con quien los ciezanos tienen ya contraída una histórica deuda de gratitud.

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