LAS OBRAS DE ARTE DE "PRELUDIOS DEVOCIONALES" (I)
Javier Martínez Macarro (22/11/2016)
Introducción El 12 de noviembre de 2016 tuvo lugar en Sevilla el estreno de la obra musical Preludios devocionales. El concierto se celebró en la iglesia del convento de Santa Ana y fue ofrecido por la Capilla Musical Nuestra Señora del Carmen Doloroso, formación de la ciudad de Málaga. Preludios devocionales, de la autoría de Francisco Pastor Bueno (Utrera, Sevilla, 1951), es una original obra de carácter camerístico escrita para trío clásico -oboe, clarinete y fagot- y que consta de 18 piezas inspiradas en otras tantas imágenes sevillanas que no procesionan. Pastor recibió el encargo de su composición bajo un requisito: que haciendo la ficción de que el devoto escuchara la música mientras se acerca a una de estas imágenes, la pieza inspirada en la misma favoreciera la oración y el recogimiento. Las tallas a las que se ofrenda esta obra forman parte de una selección completamente subjetiva, sin ninguna intención de diversidad iconográfica ni de exhaustividad artística a la hora de escogerlas. No obstante, suponen una buena compilación del amplio número de imágenes no procesionales que atesora Sevilla, que unidas a otros ejemplos como el Nazareno de la Sacramental de San Pedro, el Cristo de la Buena Muerte de la iglesia de Omnium Sanctorum, la Virgen de los Dolores del convento de Capuchinos o la Virgen de la Soledad en su Esperanza de la parroquia de San Ildefonso, muestran la riqueza de este patrimonio artístico y devocional. |
Cristo de la Clemencia Los nueve primeros tríos ponen música a tallas que reflejan a Cristo en su Pasión, siendo la primera de ellas la que podemos considerar la imagen no procesional por antonomasia de Sevilla: el Cristo de la Clemencia. Fue tallado por Martínez Montañés y policromado por Francisco Pacheco a partir del encargo que el arcediano Mateo Vázquez de Leca hace en 1603 al escultor, en el que se especificaba que el Cristo debía estar vivo y mirando al devoto, como si quisiera hablarle directamente. Así, esta imagen supone una apertura perfecta para esta obra musical por su propio origen además de por su calidad artística. Su trío se titula Cáliz de Clemencia y parece transportarnos en un ensoñador recorrido por toda la catedral sevillana, hasta que los últimos compases nos hacen sentir la paz de sabernos al fin bajo la mirada de este egregio crucificado. |
Cristo del Perdón La segunda imagen es el Cristo del Perdón de la parroquia de San Isidoro. No se sabe demasiado de este crucificado, aunque sí se conoce su autor: Francisco de Villegas, que lo talló en 1614. A pesar de haber estado durante algunos años en el taller de Martínez Montañés, Villegas no fue un artista de primera fila, lo que no impide que el Cristo del Perdón sea una talla devota y de hechura notable, muy propensa además al acercamiento y al diálogo por encontrarse en un altar a baja altura. Su preludio se denomina In croce, título que ha sido utilizado a lo largo de la historia por varios compositores clásicos. La melodía de esta composición es un bello y delicado canto a Jesús crucificado, que nos sitúa al pie de la cruz y nos hace dialogar con esta imagen de Cristo de advocación tan relevante. |
Nazareno de los Afligidos Las dos siguientes imágenes las encontramos en la Iglesia Colegial del Divino Salvador y pertenecen a la Hermandad Sacramental de Pasión. La primera de ellas es el Nazareno de los Afligidos, realizado en 1635 por Gaspar Ginés y policromado por Vicente Perea. Es Gaspar Ginés un escultor aún muy desconocido actualmente, aunque sus (hasta ahora) pocas obras documentadas y el hecho de haber estado en el taller de Martínez Montañés junto a su estrecha relación con Juan de Mesa nos dan una idea de que podemos estar ante un artista muy importante. En este caso nos legó una talla de exquisita factura y expresión piadosa, que bien podría engrosar el nutrido grupo de devotísimas representaciones de Jesús Nazareno que tanto fervor arrastran en muchos puntos de la provincia sevillana. Del alma afligida, la composición que lo refleja, inspira cercanía, como si quisiera mostrarnos a Cristo con la cruz como triunfante más que sufriente y transmitirnos el consuelo y la bondad del rostro de este Nazareno. |
Cristo de la Humildad y Paciencia También se encuentra en el Salvador el Cristo de la Humildad y Paciencia. Su realización está sobradamente documentada y se sabe que fue realizado en 1696, aunque resulta curioso que no se especifique quién lo hizo. La atribución que se le asigna señala a Antonio Cardoso de Quirós como su posible autor, ya que ocupó varios cargos importantes en la hermandad sacramental para la que fue tallada la imagen. Jesús es el mejor ejemplo de lo que es la humildad, ya que se despojó de su divinidad para hacerse humano. Y la belleza de Humilitas, música serena y cálida escrita para esta talla, nos acerca al hecho de que aún hoy Cristo se sigue haciendo hombre cada día cuando acude al lado de cada uno de nosotros para compartir nuestros sufrimientos. |
Varón de Dolores Del Salvador nos vamos al Hospital del Pozo Santo, donde encontramos al Cristo Varón de Dolores. La iconografía de Jesús como varón de dolores asienta su base en los escritos del profeta Isaías, que describe a Cristo como siervo de Dios que, aun siendo inocente, se somete a horribles tormentos para la redención de los pecadores y la eliminación de los sufrimientos del ser humano. Y así encontramos a este Varón de Dolores, con todas las heridas de la pasión y con la calavera de la muerte y la serpiente del pecado vencidas a sus pies. Fechado en torno a 1680, se solía atribuir al taller de Pedro Roldán hasta que Pedro Manzano descartó esta teoría tras restaurarlo en 2004. La música que lo refleja se titula Siervo de Yahveh y de ella emana la profundidad propia del mensaje de esta representación de Cristo, si bien en su parte central también nos transmite la tranquilidad de su pequeña capilla y la afabilidad de las religiosas que la habitan. |
Señor de la Caridad Con el sexto trío desembocamos en uno de los mejores templos del periodo barroco en España: la iglesia de San Jorge, de la Hermandad de la Santa Caridad. Allí encontramos al Señor de la Caridad, una imagen que sobrecoge no sólo por la profusión de heridas y castigos, también y especialmente por su magistral factura y la abrumadora unción que tiene. Siguiendo las indicaciones de Miguel Mañara, hermano mayor de la Santa Caridad, Pedro Roldán lo talló entre los años 1673 y 1674. El Cristo de la Caridad es el fiel reflejo de la dignidad humana: aun arrasado por el martirio y de rodillas, se nos muestra con toda la entereza, ahuyentando la humillación y sacando fuerzas para orar al Padre. Y su trío, Caritas Christi, es una música que transmite la misma firmeza, pudiendo evocarse con ella al ser humano en toda su esencia, con su nobleza innata y también con la mansedumbre de saberse hijo de Dios y buscarlo en sus tormentos. |
Entierro de Cristo Pero la iglesia de San Jorge no circunscribe su riqueza al ámbito artístico, sino que ésta se extiende al mensaje que guarda el programa iconográfico que forman sus grandes obras. Una parte de ese programa nos recuerda las siete obras corporales de misericordia, representándose la del deber de dar sepultura a los muertos en el soberbio entierro de Cristo del altar mayor, realizado entre los años 1670 y 1673 por Pedro Roldán. En esta impresionante escena el enterramiento del Señor es llevado a cabo sólo por hombres, representando así el deber de los hermanos de la Santa Caridad de recoger los cuerpos igual que los Santos Varones hicieron con el de Jesucristo. Para este Cristo Yacente es el séptimo preludio: Mortuus et sepultus. La música, lúgubre y misteriosa, recorre la escena del entierro y nos describe a la perfección el trágico momento, pero a la vez nos acerca al sobrecogedor universo espiritual de la Santa Caridad, un espacio con mística y algo que se escapa a lo tangible. |
Cristo de las Mieles Es la única imagen de los Preludios devocionales que no está en un templo. Fue realizado en bronce por Antonio Susillo entre los años 1893 y 1895, adquiriéndolo el ayuntamiento poco después de la muerte del artista e instalándolo en el cementerio en 1898. Este extraordinario crucificado expirante goza de lograda factura y absoluta belleza en todos sus planos, y presenta además la gran peculiaridad de la disposición de sus pies. Su preludio se titula Contigo en el Paraíso por el doble anhelo propio del lugar. Por un lado, el de los que allí ya descansan, que lo hicieron con la esperanza de encontrar el Paraíso que Cristo reserva a las personas de buen corazón. Y por otro, el nuestro, que albergamos esa misma esperanza para nuestros seres queridos que reposan junto a Él. Esta composición supone un cambio ambiental respecto a las anteriores, siendo una música más suave y que desemboca en unos compases finales que reflejan la llegada al Paraíso. |
Cristo de los Desamparados Los tríos inspirados en la figura de Jesús acaban con el Cristo de los Desamparados, de la iglesia conventual del Santo Ángel. Con policromía de Francisco Pacheco y talla de Juan Martínez Montañés, fue realizado en 1617. Ha participado en diversas exposiciones en los últimos siete años y tiene incluso su propia leyenda, pues se cuenta que los carmelitas del Santo Ángel sacaban cada día a la puerta del convento un gran caldero con sopa para repartirla entre los pobres, y Montañés, que pasaba por allí camino de su taller, se dio por pagado con esta acción. Su preludio es Pie Jesu, título tomado del motete homónimo que forma parte de las misas de réquiem. Esta pieza es casi un canto gregoriano y pretende transmitir la piedad de Dios, reflejada en la obra de aquellos religiosos y plasmada magistralmente en madera en este "Cristo de la sopa de los pobres". |
Fotografías de las obras de Rogelio Rubio Segura
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