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Ángel de la Dolorosa del Museo Salzillo
Foto: M. Saura
Los cuatro ángeles de la Dolorosa de la ermita de Jesús en Murcia, pagados en 1755, están entre lo mejor de su producción. Contribuyen a reforzar la emotividad de la escena. Eran tiempos de plenitud, con numerosos encargos. La vida familiar y el inmenso sufrimiento tras el fallecimiento de sus hijos determinarían su quehacer al trabajar figuras infantiles. Sus obras requieren de una comprensión que rebasa la lectura artística. Esta circunstancia se acentúa cuando crea los ángeles dolientes, que dispone llorando y ligándose emocionalmente al sufrimiento de María en el momento próximo a la muerte de su hijo. Con ellos habla de su pena y la de su esposa.
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Ángel alumbrador del templo parroquial de San Miguel (Murcia)
Foto: M. Saura
Salzillo confiere animación y gracia a estos seres celestiales
y construye, con el primor que de su arte destacaron sus contemporáneos,
cuerpos livianos que revolotean, gravitan por doquier o se posan con movimientos inestables, como los ángeles alumbradores de la parroquia murciana de San
Miguel, que efectuó entre 1751 y 1752.
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San Roque del templo parroquial de San Andrés (Murcia)
Foto: M. Saura
En esta obra de la parroquia murciana de San Andrés, encargada a Francisco Salzillo en
el año 1757, el ángel niño se dirige al espectador mientras eleva
las prendas de la pierna derecha del santo y señala las llagas
que delatan el contagio que sufrió al ayudar a los infectados
por la peste.
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San Agustín de la iglesia
de las agustinas del Corpus Christi (Murcia)
Foto: M. Saura
En el grupo de San Agustín venciendo a los herejes que preside el retablo mayor del templo murciano del Corpus Christi, Francisco Salzillo aprovecha el retablo para colgar un ángel que
revolotea y sostiene la mitra del santo, mientras otro ángel niño a los pies de San Agustín lleva su
báculo.
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Angustias de la parroquia de San Bartolomé (Murcia)
Foto: M. Saura
También destacan los ángeles niños en las Angustias que
hizo para Murcia, Yecla, Lorca y varias localidades alicantinas
desde finales de la década de 1730. El sonrosado de los
rostros angélicos difiere de la palidez de las Dolorosas y del
livor mortis del cuerpo desnudo de Cristo en las Angustias. En la sociedad de
su tiempo, la elevada mortalidad de niños pequeños formaba
parte del acontecer común y muchos hogares vivieron
el desconsuelo de tales fallecimientos. En consecuencia, los
devotos conectarían emocionalmente con el relato, al evocar
situaciones propias, y percibirían con mayor cercanía
las imágenes de estos ángeles.
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Ángel de las Angustias del templo parroquial de Nuestra Señora de los Dolores (Dolores, Alicante)
Foto: M. Saura
Francisco cuida
el gesto, la acción y la policromía, aunque en sus obras
tempranas hay una mayor candidez en las
expresiones y las actitudes son más forzadas. Procura respetar
las exigencias del decoro y ajustarse a lo dispuesto
por la Inquisición sobre las efigies sacras. Sabe dónde y en
qué pone la censura el punto de mira -particularmente en
el desnudo- y llega hasta los límites de la ortodoxia, más
laxa al tratarse de cuerpos infantiles que no conocen el pecado.
Los niños se disponen con telas que vuelan y honestan
lo justo y, a veces, resuelve el decoro mediante el recurso
de la postura u otros elementos que ocultan, como ocurre
en el grupo de este tema para Dolores (Alicante).
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Ángeles del Cristo crucificado de la catedral de Murcia
Foto: Joaquín Zamora
Ojos húmedos, párpados
inflamados y cejas elevadas hacia el entrecejo contribuyen
a manifestar la tristeza, según disponen las teorías fisiognómicas,
con gestos de adulto más que de niño. Alguno
restriega los ojos lagrimosos con los puños, como
también lo hace con sus alas uno de los serafines que escoltan
al Crucificado del Museo de
la Catedral de Murcia, que se cree procede del Tribunal de
la Inquisición.
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Inmaculada Concepción de la iglesia de San Francisco de Murcia
Foto: Archivo del Museo Salzillo
Especial importancia tienen las Inmaculadas de los franciscanos
de Murcia y Hellín, destruidas pero conocidas por
fotografías. La Virgen como Reina de los Ángeles se presenta
en gloria con serafines y niños con atributos marianos
alusivos a las letanías. Un ángel eleva un dardo para clavarlo
sobre el dragón situado a los pies de María, a semejanza
de la mujer apocalíptica; otro lleva una torre; un
tercero eleva sus brazos bajo el manto de la Inmaculada -evocando
al niño de la Virgen del Socorro de la catedral de Murcia- y un cuarto porta una filacteria y cruza por delante de la esfera,
dispuesta bajo la imagen mariana.
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Ángel del templo parroquial de San Miguel (Murcia)
Foto: M. Saura
Los ángeles atlantes del retablo colateral del Evangelio de la iglesia murciana de San Miguel -contratada en 1745 la talla de su arquitectura con el ensamblador José Ganga- muestran una
adecuación a la fábrica a la que se subordinan
y adquieren todo su esplendor y comunicación
persuasiva, más allá de sus valores formales.
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Santa Lucía (detalle del ángel) de la iglesia parroquial de San Bartolomé (Murcia)
Foto: www.salzillo.com
Esculpir ángeles niños era algo que Francisco Salzillo dominaba, al
tiempo que la obra empatizaba y era bien recibida por unas
gentes, cuya cotidianeidad se articulaba alrededor de las
prácticas religiosas. Con su función de mensajeros de Dios y
de guardianes de los hombres, los ángeles suscitaban devoción
en el católico y, más los niños, por su pureza e inocencia. En la imagen de Santa Lucía de hacia 1730 -o quizá
algo después-, un ángel niño sujeta una bandeja de plata
que lleva motivos decorativos repujados, entre los que destacan
dos ojos almendrados a los que señala con la mano
derecha, en referencia al martirio de la santa.
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