10 OBRAS IMPRESCINDIBLES DE MURILLO

31/08/2017


 

Con esta encuesta no hemos buscado las mejores obras del maestro sevillano, sino las más populares entre el público, las que toda la gente reconoce. Las más difundidas a lo largo del mundo, bien por entroncar con una espiritualidad amable y cercana a los fieles, en el caso de las escenas religiosas, o por el tono alegre, desenfadado y lúdico de sus temas profanos, especialmente los cuadros de género infantil.

 

1
 
 
 

Inmaculada Concepción (La Colosal)


Aunque este tema, quizás el más popular de Murillo y uno de los que más cultivó a lo largo de su trayectoria, depende del modelo creado por José de Ribera, el pintor sevillano estableció un nuevo prototipo iconográfico para esta representación mariana, vistiendo a la Virgen con túnica blanca y manto azul en composiciones de gran dinamismo, caracterizadas por un resplandeciente fondo dorado y el acompañamiento de una gloria de ángeles revoloteando. Recibe el nombre de "La Colosal" por sus grandes proporciones ya que se realizó para ser colocada sobre el arco de la capilla mayor del desaparecido convento sevillano de San Francisco, a gran altura y distancia del espectador.

 
 
2
 
 
 

Sagrada Familia del Pajarito


Las pinturas con las que Murillo se sentía más a gusto le daban ocasión para demostrar sus habilidades narrativas, eran magníficamente acogidas por gran parte de la clientela local y se adaptaban plenamente a su carácter: se trata de escenas religiosas de carácter tierno, interpretadas por personajes en los que se mezcla, de forma muy característica, la idealización con las referencias realistas, y en las que lo devoto o lo sobrenatural se inscribe en un contexto de encantadora cotidianeidad. Estas características quedan patentes en esta obra, una de sus más conocidas, que tiene como tema un episodio de la infancia de Jesús, que le permite describir una escena de encantador gozo doméstico.

 
 
3
 
 
 

Joven mendigo (Niño espulgándose)


La pintura de género infantil había sido muy poco frecuente en la escuela española hasta la llegada de Murillo. Aunque existía algún precedente aislado con Ribera, el maestro sevillano elabora un fecundo estilo personalísimo, que entronca con el gusto popular de su época y con la sensibilidad dieciochesca europea. El cuadro es la primera descripción conocida de un pilluelo callejero en la obra de Murillo. La pintura se inspiró sin duda en la miseria desenfrenada que había en las calles de Sevilla durante la Edad de Oro. Influenciado por Caravaggio, Murillo presta atención a los detalles sórdidos y utiliza los contrastes de luz y sombra. Sin embargo, el muchacho también tiene la gracia propia de Murillo.

 
 
4
 
 
 

Santas Justa y Rufina


Santas Justa y Rufina, prototipos de la belleza popular sevillana, son las protagonistas de una de las pinturas más famosas del pintor. Las santas aparecen representadas con las palmas de los mártires y las vasijas de barro alusivas a su condición de vendedoras de cerámica. En sus manos sostienen la torre de la Catedral de Sevilla, la popular Giralda, pues según la tradición evitaron su desplome en el terremoto de 1504.

 
 
5
 
 
 

Dolorosa


De nuevo en esta imagen, Murillo demuestra ser el pintor español que mejor expresa el sentir católico del momento. Es de suponer que quien realiza temas amables con soltura no debe tener predilección por representar asuntos relativos a la Pasión de Jesucristo, pero cuando lo hace, como en este caso y en el de su pareja, un Ecce Homo -con el que comparte medidas, procedencia y cierta dependencia con los modelos de Tiziano-, no es menos devoto, aunque procure dulcificar el dramatismo con un lenguajes más blando y suave, propio, sin duda, de su madurez. El rostro de María corresponde al modelo femenino habitual en el artista sevillano.

 
 
6
 
 
 

San Antonio de Padua con el Niño


San Antonio, con hábito franciscano y ramo de azucenas símbolo de virginidad en su mano derecha, abraza al Niño Jesús sentado sobre un libro que le sirve de pedestal. La zona superior la ocupa un rompimiento de gloria con grupos de ángeles y un torrente de luz que sirve de fondo a la figura del Niño. La atmósfera de comunicación afectiva vuelve a ser el eje de toda la composición, como vehículo para acceder al camino de la salvación. Al igual que la Inmaculada, este lienzo fue pintado para ser visto a gran altura. Su composición, en diagonal, es típicamente barroca.

 
 
7
 
 
 

Niños comiendo de una tartera


Si los niños harapientos del primer periodo de Murillo eran espléndidos modelos de pintura naturalista, alegres pero con notas de melancolía, los de sus últimos años están más idealizados, pintados con mucha más gracia, muestran mayor optimismo infantil y, como expresa soberbiamente esta popular pintura, convierten todas sus acciones en un juego. Además, la pincelada es ahora más colorista, de iluminación más cálida y pincelada suelta que desdibuja los contornos.

 
 
8
 
 
 

Virgen de la Servilleta


Esta popular representación es conocida como "Virgen de la Servilleta" por una tradición originada a comienzos del siglo XIX según la cual Murillo pintó en una servilleta la popular imagen para el hermano lego encargado del refectorio del convento capuchino de Sevilla. La fortuna de esta deliciosa composición se debe a la habilidad de Murillo para mover a la piedad por lo cotidiano, por ese afecto que vincula a la Madre con su Hijo, que lleno de curiosidad infantil parece querer salirse del cuadro. Ambos conectan sus miradas con las del espectador transmitiendo una ternura e intimismo que fueron claves del éxito de la pintura religiosa de Murillo.

 
 
9
 
 
 

El Buen Pastor


En este tipo de obras, muchas destinadas al culto privado, Murillo es un verdadero maestro a la hora de conjugar un estilo sabio y delicado con un contenido amable y dulce. Sin embargo, dueño como era de un poderoso sentido de la composición, las dota de notable monumentalidad y equilibrio. Las ruinas de arquitectura que aparecen al fondo, tienen un doble sentido: por una parte se enmarcan dentro de una tradición virgiliana que se manifiesta en literatura y artes plásticas y que gusta mucho de la imagen del pastor entre los restos caídos de un pasado esplendoroso; por otra, la iconografía cristiana utilizó frecuentemente la referencia a ruinas clásicas como símbolo del paganismo vencido.

 
 
10
 
 
 

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen


Murillo prodiga los detalles que dan fe de su maestría como artista y de su conocimiento perfecto de los guiños estéticos e iconográficos que podían ganarle el entusiasmo de los espectadores. Es el caso de la cesta con la costura que aparece en primer término, y que constituye un magnífico fragmento de naturaleza muerta, o la delicada guirnalda de flores que transportan los ángeles, que debe su origen a tradiciones flamencas interpretadas de una manera muy personal.

 

FUENTES

Con información del Museo de Bellas Artes de Sevilla, del Museo Nacional del Prado de Madrid y del Museo del Louvre de París.

CORDERO, Miguel. "Las obras maestras", en Murillo, Milán, 2003, pp. 86, 118 y 154.

 

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