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La última cena
Tras entregar esta obra al convento veneciano de San Giorgio Maggiore, el pintor murió en 1594. Es quizás la versión más interesante de las seis que se conocen sobre el tema. Tintoretto reinterpreta la escena por completo, ambientándola en una oscura taberna de Venecia e introduciendo elementos y personajes ajenos.
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El lavatorio
A diferencia de la anterior, es una obra de juventud de un artista que está experimentando su capacidad para realizar obras innovadoras y rompedoras. El pintor esboza al fondo del cuadro su primera interpretación de La Cena, de ahí que este lienzo se haya puesto en relación con las famosas Meninas de Velázquez.
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Susana y los viejos
Tintoretto optó por no representar el dramático momento de Susana ante los dos viejos jueces, sino el aún sereno de la protagonista que se admira ante el espejo en el interior de un idílico jardín, cuya composición está sesgada por un curioso seto en perspectiva que sirve de escondite a los dos ancianos que espían a la joven. |
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La adoración de los pastores
Otro tema que conoce con Tintoretto una renovación radical de los cánones compositivos. El pintor ubica a la Sagrada Familia en el piso superior de un granero abandonado, bajo un cielo rojo que se ve a través de las vigas. La paja del pesebre parece de oro. El claroscuro, intenso y dramático, anticipa el arte de Caravaggio.
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La adoración de los magos
La atmósfera íntima y humilde de la obra anterior se diluye para dar paso a la pompa de los reyes, a un paisaje formado por un grupo de vigorosos caballos y a una gloria que surge del techo y de la que descienden ángeles y la estrella de Belén que guió a los reyes. Pese a ello, los pastores no abandonan del todo la escena.
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La tentación de Cristo
El artista crea una iconografía audaz donde la figura tentadora más parece de naturaleza angélica que satánica. Detalles como el rojo fuego de las alas, el paño o las mejillas parecen revelar su origen infernal. Dirige sus brazos hacia Cristo que, sobre un acantilado y refugiado en una desvencijada estructura, lo recibe con calma.
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Retrato de Alvise Cornaro
La sobria vida del noble retratado, mecenas de científicos y escritores, hizo que Tintoretto enfatizara su aspecto más humano, optando por el fondo y la ropa oscura para resaltar el rostro, cuya mirada se pierde fuera del lienzo, y las manos, llevando la derecha el único signo de nobleza: un anillo con piedra en el dedo anular.
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Moisés haciendo brotar agua de la roca
Magnífico ejemplo del énfasis narrativo que el pintor ponía a sus obras. Moisés, de rojo intenso, identificado por algunos expertos como el propio Tintoretto, deja que el agua fluya de una roca. Las figuras en primer plano recrean al extenuado pueblo de Israel. El cuadro es también una alegoría de Cristo como fuente viviente.
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Cristo y la adúltera
La escena está ambientada en una arquitectura renacentista. Las filas de columnas y las losetas del suelo, en el que se pueden ver los signos indescifrables escritos por Jesús, convergen hacia el punto de fuga ubicado en la zona derecha del fondo, creando así un efecto de considerable profundidad espacial.
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Venus, Vulcano y Marte
Aquí Tintoretto lleva un episodio mitológico al típico escenario burgués de su época, limitando lo sobrenatural a la figura de Cupido durmiente, supuestamente ajeno al momento en que Vulcano comprueba el sexo desnudo de su esposa mientras Marte, escondido bajo la cama, intenta huir tras ser delatado por el perro que ladra.
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