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Primera Comunión
Recién llegado a Barcelona, un joven Picasso de tan solo 15 años de edad presentó con éxito esta pintura, la primera de gran formato del artista, en la III Exposición General de Bellas Artes de Barcelona (1896). Una obra que marcó "el principio del fin" de un itinerario curricular cuidadosamente tutelado por su padre, el también pintor José Ruiz Blasco, quien guio sus primeros pasos en la selección de modelos y temáticas, eligiendo de manera principal los asuntos de pintura religiosa y social. Los trabajos de investigación realizados por el Museu Picasso de Barcelona
durante su restauración pusieron al descubierto detalles del proceso creativo que
ayudan a entender las dificultades que Picasso tuvo que superar para
concluirlas. Los estudios radiográficos pusieron al descubierto una técnica cuidada y académica y sin dibujo preparatorio, que confluyen en una de las creaciones más ambiciosas de esta etapa inicial. Picasso realizó varios esbozos relacionados con este cuadro, a modo de apuntes del natural de la primera comunión de su propia hermana.
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Monaguillo dando óleo a una vieja
También en el Museu Picasso de Barcelona se conserva esta pequeña pintura de suelta pincelada y contornos casi esbozados en algunas zonas. Picasso realizó un boceto previo, así como dos versiones a dibujo; en una de ellas, el monaguillo da el óleo a una niña, mientras que en la otra, que lleva por título "La Virgen me perdone", aparece una mujer adulta de espaldas al espectador.
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Cristo Yacente
Esta tablilla al óleo de tan solo 10 x 15,5 cm pertenece también al periodo adolescente de Picasso. Representa los segundos previos al instante en que Cristo, muerto en el sepulcro, resucita por la gracia de Dios padre. Otra excelente versión, en tinta sobre papel, añade ángeles y cabezas aladas de querubines en torno al halo celestial con forma de cruz de la que emergen los divinos rayos. Las dos se conservan en el Museu Picasso de Barcelona.
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Cristo en la cruz
De entre sus representaciones de Jesús crucificado, destacamos esta, muy poco conocida, que se conserva en el Musée Picasso de París. Fue dibujada a lápiz en 1902, cuando el pintor estaba en Barcelona, en plena época azul. Un frágil y conmovedor desnudo de Cristo que parece enmarcarse en un silencio recogido.
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Madonna con guirnalda
En abril de 1904, el artista de 23 años, que ya había realizado tres visitas a París, abandonó Barcelona y se instaló de nuevo en la capital francesa, esta vez definitivamente. Alquiló un estudio en el número 13 de la rue Ravignan, en un ruinoso edificio de artistas apodado Bateau-Lavoir por su parecido con una desvencijada barcaza de lavandería. Decidido a que su estancia en París fuera un éxito, Picasso encontró nuevos amigos fuera de su círculo habitual de inmigrantes catalanes, especialmente los poetas Max Jacob, Guillaume Apollinaire y André Salmon, relaciones que le llevaron a ampliar sus intereses intelectuales y sirvieron para profundizar su compromiso con la cosmopolita cultura francesa en la que había elegido vivir y trabajar. Aunque Picasso siguió siendo el típico artista bohemio sin un centavo, tenía motivos para sentirse esperanzado y, poco a poco, durante el verano y el otoño de 1904, la luz azul que durante mucho tiempo había impregnado su obra comenzó a perder su frialdad. En la presente pintura, el luminoso y dorado grupo de la madre y el hijo destaca sobre el atmosférico fondo índigo, y la guirnalda que le da título lo envuelve como si mantuviera a raya a la oscuridad. Desde su primera visita a la prisión de mujeres de Saint-Lazare en el otoño de 1901, Picasso había pintado repetidamente a madres jóvenes indigentes y alienadas con sus desafortunados bebés dormidos en brazos. Aquí, por el contrario, capturó las alegrías más que las luchas de la maternidad. Las figuras están unificadas por su mirada compartida y los gestos entrelazados, creando una visión íntima y profundamente humana del amor maternal que evoca el tratamiento dado por Rafael a sus composiciones de la Virgen con el Niño.
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Crucifixión
A pesar de su pequeño tamaño (51 x 65 cm), es la obra más compleja de las dedicadas por Picasso a la Pasión de Cristo. Aunque se reconocen elementos de la historia bíblica y la iconografía religiosa (María y la Magdalena desgarradas por el dolor, los cuerpos descoyuntados de los ladrones, los soldados jugándose a los dados la ropa de Jesús, el soldado a caballo clavándole la lanza en el costado, un sayón que, subido a una escalera, clava su mano a la cruz), otros elementos permanecen en el misterio y este cuadro del periodo cubista, pintado en 1930, trasciende el significado religioso para expresar lo monstruoso de la tortura y la violencia, un dolor y una angustia universales.
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Cristo de Torrijos
Una de las versiones que Picasso realizó del Cristo de Torrijos, exvoto anónimo del siglo XVIII existente por un tiempo en el pueblo de Torrijos (Toledo), en el que Cristo, desde la cruz, salva de una muerte segura a un picador. Tras una serie de obras surrealistas realizadas en la década de 1930 sobre el crucificado, Picasso retomó la iconografía a finales de la década de 1950 mezclándola con otro de sus temas favoritos: la tauromaquia. De hecho, dedicó un cuaderno entero de dibujos al referido icono toledano.
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Virgen Dolorosa
En la Casa Natal de Picasso se expone un busto que, en origen, se trataba del vaciado en yeso de un busto clásico griego, que el padre del pintor transformó en la típica Dolorosa andaluza pintándolo de nuevo, colocándole lágrimas y pestañas, envolviéndolo con un paño encolado y colocándolo finalmente sobre una mesita del siglo XVIII. En este dibujo, relacionado con la serie anterior de Torrijos, Picasso parece interpretar dicho busto, así como las vírgenes que veía procesionar de niño en la Semana Santa malagueña, cuyo recuerdo permaneció imborrable en su memoria.
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Cristo portando la cruz
Esta obra realizada con pluma, tinta negra y aguada (1924-1925), cuyo título completo es "Cristo cargando la cruz según el retablo de Santo Tomás del maestro Francke", se conserva también en el Musée Picasso de París. El propio pintor escribió en el papel que estaba inspirado en una tabla del retablo de Santo Tomás de Canterbury (1436) del pintor y monje dominico Francke, actualmente en el Hamburger Kunsthalle.
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Responso por la muerte de Conchita
Fundamental entre sus temas sacros resulta esta tablilla, recientemente identificada con el velatorio del cuerpo de su hermana Conchita en la capilla del cementerio coruñés de San Amaro. Su importancia radica en la creencia de que el pintor, que vivió en La Coruña entre los 9 y los 13 años de edad,
se encomendó a Dios para la salvación de su hermana enferma: "Si salvas a Conchita, dejo de pintar". Pero Conchita murió, y el Picasso niño creyó que Dios había elegido su talento por encima de la vida de su hermanita de 7 años. Dicen que a raíz de la tragedia Picasso perdió su fe cristiana, y que toda su amargura la plasmó en esta pequeña pieza, realizada como la más negra de las pinturas de Goya.
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