PUENTES DE ESPAÑA EN ÉPOCA MODERNA. VALORES SIMBÓLICOS E ICONOGRÁFICOS
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Puente de la Virgen o Califal (Pinos Puente-Granada)
Foto: http://valentinv.com
Ejemplo particularmente singular de puente con estructura arquitectónica compleja, el puente de la Virgen de Pinos Puente (Granada), también llamado puente Califal es de origen confuso, oscilando su datación entre la fecha visigoda hasta la califal de donde recibe su otro nombre. La estructura original de este puente quedaría profundamente dañada en 1561 durante la rebelión de las Alpujarras, cuando fue bombardeada por las tropas de Don Juan de Austria. Sus ruinas se reaprovecharon y se reconstruyó en el siglo XVII con una capilla dedicada a la Virgen de las Angustias. Dicha estructura se encuentra a medio camino entre capilla de planta cuadrada construida sobre el gran tajamar aguas abajo y arco de triunfo mariano. Es interesante además su uso cultual ya que, a diferencia de otros casos, no es una réplica de la patrona de Pinos Puente la colocada, sino la misma imagen la que se venera -una talla en madera policromada del siglo XVIII atribuida a Torcuato Ruiz del Peral-, ya que el espacio creado en la capilla es lo suficientemente amplio para facilitar su culto.
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Puente de Toledo (Madrid)
Muy singular por calidad y originalidad, entre otros detalles, es el madrileño puente de Toledo. Su ejecución fue larga y jalonada de contratiempos. La primera idea de construir un puente de fábrica para sustituir el tradicional puente de madera hay que buscarla en 1670, si bien sus materiales fueron de tan poca calidad que quedó arruinado diez años más tarde con una enfurecida crecida del río Manzanares. Dos años más tarde se inicia un nuevo puente bajo trazas de José de Olmo, cuyas obras quedan abandonadas e inconclusas por desviarse el dinero adelantado de su construcción. No será hasta 1715, con la llegada a Madrid del marqués de Vadillo como corregidor de la ciudad, cuando las obras sean impulsadas de forma definitiva, aunque no serán reanudadas hasta 1718 bajo la dirección de Teodoro Ardemans, arquitecto mayor de la Villa, quien sería supervisado por el ingeniero mayor Jorge Prospero Verboom. No obstante, sería el arquitecto Pedro de Ribera, por entonces alarife de la Villa, y a quien el marqués había depositado toda su confianza, el encargado de su construcción a pie de obra. Tras un parón causado por motivos económicos, el rey Felipe II da en 1720 la orden de reanudar las obras, que no se concluirían hasta 1727. Fue Pedro de Ribera quien le añadió su riquísimo y personalísimo repertorio decorativo barroco, con fuentes, gárgoles, jarrones y templetes, entre otros elementos. Dichos templetes, terminados en 1723, albergan esculturas de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza que fueron encargadas al artista asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron.
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Puente del Mar (Valencia)
Foto:
Giacomo Callaioli
En Valencia, sobre los puentes que salvaban el cauce del Turia, se va a dar una estructura de templete característica, llamada casalicio, con planta triangular condicionada por la forma de los tajamares de los puentes, basamento con una inscripción y estructura de tres columnas con cubierta a tres aguas, que cobija la imagen sagrada. Es un reflejo de la secular tradición de marcar los caminos con estos elementos, que albergan las imágenes de los santos patronos de la ciudad como protectores de las súbitas y destructivas crecidas del Turia. Un ejemplo lo encontramos en el puente del Mar, cuya construcción terminó en 1596 tras ser destruido el anterior por una de esas fuertes crecidas. El nuevo puente incorporó un casalicio con un Crucificado, obra de Francisco de Figuerola. Además, y también del mismo Figuerola, se incorporaron las hechuras de San Juan Bautista, San Vicente Mártir -patrono de la ciudad- y San Vicente Ferrer -patrono del Reino de Valencia- como remate de las columnas del templete. En 1677 se construyó frente a este casalicio otro dedicado a San Pascual Bailón, cuya devoción estaba muy extendida en Valencia, donde había vivido en el convento franciscano próximo al puente. En 1709 el casalicio del Cristo crucificado fue dañado por un rayo, desapareciendo sus imágenes. Fue entonces cuando mutó la titularidad de la edícula a Nuestra Señora de los Desamparados, patrona de la ciudad de Valencia, en una imagen labrada en piedra por Francisco Vergara, terminada y colocada en 1720. La fuerte venida del agua de 1776 dejó arruinada buena parte de la fábrica del puente, concluyendo su reconstrucción en 1782. La imagen de San Pascual Bailón se recolocó tras ser restaurada por Francisco Sanchís, no así la de la Virgen de los Desamparados de Vergara, muy deteriorada tras ser arrastrada por las aguas, siendo reemplazada por otra del citado Sanchís. En 1933 dicha imagen mariana fue decapitada en un acto vandálico, siendo rehecha
desinteresadamente por Alfredo Just Gimeno. Sin
embargo, en la Guerra Civil ambas quedaron tan destrozadas que, finalizado el conflicto, de
decidió su sustitución por unas nuevas. Para tal fin el
consistorio municipal decidió hacer en 1943 un concurso público entre los escultores valencianos para elegir las nuevas imágenes -que debían ajustarse a las
desaparecidas- de San Pascual Bailón y la Virgen de los Desamparados, además de las
también perdidas de San Vicente Ferrer y San Vicente Mártir que figuraban en el puente Real de Valencia. Tras el concurso, José Ortells fue el encargado de labrar la nueva imagen
de San Pascual Bailón, que quedó colocada en 1946. Al quedar desierto en el caso de la Virgen,
se encargó una en 1944 de forma directa al escultor Vicente Navarro, colocándose en el
casalicio también en 1946. |
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Puente de Santa Teresa (Elche-Alicante)
Foto: http://jorgemoyol.blogspot.com
En 1751, una riada del río Vinalopó se llevó por delante parte del
puente de santa Teresa en Elche que se había concluido en 1715, imponiéndose la
reconstrucción del mismo, según proyecto del arquitecto Pedro Fernández, a cargo del
cantero Pedro Irlés. Seguramente la cercanía, pero sobre todo
la popularidad del puente viejo de Murcia, con sus dos destacadas hornacinas,
debieron influir en la decisión de su inclusión en el puente ilicitano, cuya traza fue encomendada al tallista Ignacio Castell, quien presentó en 1756 un exquisito dibujo rococó.
Las imágenes de la Virgen de la Asunción y San Agatangelo, patronos de la
ciudad, fueron encargadas al
escultor Ignacio Esteban, con el que Castell tenía formada una sociedad
artística desde tiempo atrás. No obstante, y tras la
aparición del escultor Francisco Mira, rebajando sustancialmente la obra, Ignacio Esteban, aunque
siguió trabajando en las mismas, vio recudidos sus honorarios a 159 libras, lo que explicaría la
mediocre calidad de las mismas, máxime si también se incorporaron a esos honorarios las
peanas y los escudos que remataban las hornacinas de la Asunción y el santo patrono Agatangelo, con el monograma de la Virgen María y el escudo de la ciudad de Elche, respectivamente. La Virgen de la Asunción
seguía el modelo de la talla de la patrona, frontal, orante y vestida, que se veneraba en la
basílica de santa María de Elche, mientras San Agatangelo emulaba la escultura de Nicolás de Bussy en la portada
lateral de la iglesia de santa María. Tanto imágenes y hornacina quedaron
muy dañadas tras la Guerra Civil, teniendo que ser desmontadas. Las actuales son del escultor alicantino José Gutiérrez Carbonell (1956).
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Puente Romano (Córdoba)
Foto: Jesús Gómez-Portillo
A diferencia de Europa, donde su geografía está jalonada de puentes con importantes
y complejos programas iconográficos escultóricos, en España se trata de una
realidad poco cultivada. Es una constante en los puentes europeos, como el de Carlos en Praga o el de Sant'Angelo en Roma, que los programas
escultóricos sean de época barroca, siendo posteriores a la construcción del puente. Además,
una inmensa mayoría, estaban conformados por programas religiosos. En el caso español, son escasos
los puentes donde la escultura exenta sea la protagonista, y cuando la encontramos es apenas
una o dos piezas; eso sí, con un alto contenido simbólico.
Ya desde el siglo XVI existió una hornacina sobre el puente Romano de Córdoba, de sencilla estructura sobre el pretil del puente que contenía las imágenes de los santos patronos de la ciudad, Acisclo y Vitoria. Tras ser desmontada en la década de los treinta del siglo XX, cuando se emprendieron sucesivas obras para adecuar el puente al tráfico rodado, volvió a rehacerse en el año 2008, a la par que se colocaba una lápida en el suelo, recordando su antiguo emplazamiento. La presencia de los santos patronos en el centro del puente ya marcaba una protección de los mismos sobre su fábrica, además de llevar a cabo una sacralización del espacio urbano. Una vez consolidado el culto a San Rafael Arcángel como santo custodio de la ciudad, se añadió al puente en 1651. Se ha considerado este monumento, que se encuentra frente a la hornacina de los santos mártires cordobeses, como el primero de los muchos triunfos que erigió la ciudad a su ángel custodio. El monumento, de sencilla estructura, muestra la imagen angélica, obra del escultor Bernabé Gómez del Río, sobre un reducido pedestal con inscripción, que ha servido, como soporte de las ofendas del pueblo
cordobés a la imagen, la cual trascendería de un simple simulacro, constituyendo una de las
grandes imágenes devociones del arcángel en Córdoba, singularidad que lo destaca
entre otras esculturas.
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