ANTONIO LUIS TROYA

Jesús Abades y Sergio Cabaco (17/10/2018)


 

"Todo problema que surja en este trabajo tiene arreglo, solo hay que buscar la manera de resolverlo"

 

 

Eres muy joven, vas a cumplir pronto 32 años, pero llevas mucho tiempo trabajando en el campo de la escultura sacra. Si no nos equivocamos, comenzaste tu aprendizaje con tan solo 16 años de edad.

Mi aprendizaje comenzó realmente en el Colegio de Nuestra Señora de la Compasión, en el que la profesora de dibujo, que era también licenciada en Restauración, veía en mí facultades. Como ella sabía sobre escultura y restauración, yo le preguntaba cómo podía hacer algunos trabajos que ejecutaba en mi casa. Una vez terminé 4º de la ESO, me matriculé en dorado y policromía, tenía 16 años, y cursé los dos años hasta terminarlo. Mientras cursaba dorado y policromía, me di cuenta, en clase de modelado, que el dorado no era lo mío, porque era un trabajo muy monótono y a mí me gustaba más usar a la imaginación y crear desde la nada. Tuve la suerte de tener como profesor a José María Gamero en modelado, quien me permitió modelar mi primer busto de Cristo, y una vez policromado, me di cuenta que había encontrado mi oficio. También era muy consciente, desde el principio, que era muy complicado vivir de la imaginería, pero tenía claro que quería intentarlo. Desde ese momento, comencé a tomar contacto con talleres de imaginería, trabajaba por las mañanas en talleres de imagineros y estudiaba por las tardes, pero el esfuerzo merecía la pena. Disfrutaba cada día, aunque era agotador, pero siempre lo afrontaba con la misma intensidad. Una vez que hube terminado dorado, estudié escultura y, fue entonces cuando comencé a tratar con mi maestro Paco Rejano, del que he tenido la suerte de ser alumno, trabajar en su estudio y, a día de hoy, seguimos trabajando en algunos proyectos en común.

Además de tus estudios en la Escuela de Arte, te formaste en talleres de imaginería, pero, como has apuntado, aprendiste técnicas de dorado, así como fundición en bronce, algo que no es muy frecuente.

Los dos últimos años en la escuela fueron decisivos, mi profesor Paco Rejano me propuso irme a trabajar a su estudio de escultura y fundición. Fue una oportunidad única. De Paco no aprendí sobre imaginería, pero sí sobre escultura. Al pasar por su estudio pasaban muchísimas obras de escultores para fundir en bronce, pude empaparme de anatomía modelando texturas, abrir la mente con diferentes estilos y, dejando a un lado el aprendizaje artístico, también pude llevarme de ese taller muchas lecciones de vida: el trato al cliente, la responsabilidad de hacer una obra y, lo más importante, todo problema o dificultad que te surja, tiene arreglo, solo hay que buscar la manera de resolverla.

Tu última obra, un Calvario para Panamá, ha sido expuesta recientemente en el Apeadero del Ayuntamiento de Sevilla. A raíz de ello, nos contaste que estabas abrumado por lo que considerabas un gran privilegio.

Pues sí, la verdad que estaba un poco asustado ya que la responsabilidad de exponer en la Sala Apeadero del Ayuntamiento de Sevilla no es cualquier cosa. Sabía que saldría en prensa, redes sociales y en radio, que me visitarían hermandades, compañeros, cofrades, turistas... y el miedo a la crítica siempre está. Yo soy de la opinión de que es bueno escuchar tus críticas, ya que eso te hace exigirte más, pero lo malo es cuando entramos en esa crítica destructiva de hoy en día. Aunque tengo que decir que, gracias a Dios, no ha sido así en este caso y que todo salió muy bien. Me he sentido un privilegiado por poder hacer esta exposición muy joven y con mi primer crucificado. Es cierto que desde el primer momento despertó mucha expectación, ya que el conjunto escultórico se destina al Obispado de Panamá y era atractivo que unas obras con el sello sevillano se marcharan a Centro-América. Ha sido un lujo poder exponerlo antes de su marcha.

Quiero aprovechar para agradecer al Ayuntamiento de Sevilla el ofrecimiento de la sala, a mi amigo Antonio López Gutiérrez, comisario de la exposición, y a la empresa Plan B por el diseño y montaje de la misma. Ellos han sabido realzar mi obra y encuadrarla en el espacio de la sala, me sorprendieron con un diseño totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados, algo moderno, fresco, novedoso, que se salía de lo habitual y llamaba la atención de los visitantes, pero a la vez, todo tenía un mensaje y todo lo escrito tenía su argumento y su sentido, era un diseño más museístico que cofrade y encajó perfectamente en la sala y con la obra.

¿Qué has pretendido aportar con esta obra que trata de nuevo una iconografía mil veces reinterpretada en el mundo del arte?

Cuando realizo una imagen tengo solo un objetivo claro: debe tener unción divina. La imagen tiene que invitar a rezar, tiene que emocionar y trasmitir. Se puede hacer la imagen más perfecta y bella del mundo, pero si es fría, no tiene sentido. Hoy día vivimos en un mundo en el que la estética lo es todo y ello se lleva a nuestro campo escultórico. En cada obra nueva que sale de mis manos me doy cuenta de que menos es más. Respecto a la morfología de las imágenes, cada autor con el tiempo va creando su estilo propio, sus propias señas, que hacen identificar su obra como propia y única. Yo creo que esas señas y particularidades las acaba descubriendo el público más que el propio autor. Por mi parte, siempre aporto a cada obra una dedicación total, entrega máxima, humildad, trabajo, constancia y respeto a lo que soy capaz de crear.

En el crucificado, cuando se realizó el encargo, las pautas que me dieron a seguir eran que querían un crucificado barroco sevillano, crucificado por tres clavos en la cruz, que se representara con las cinco llagas, ya que es el icono de la iglesia católica, y me hicieron hincapié en que huyera de una muerte demasiado tétrica en su rostro, que fuera una muerte dulce, por ello no represento su rostro totalmente descolgado.

 

 
     
     
Crucificado para Panamá

 

No es el primer trabajo que realizas para Panamá. Hace cuatro años restauraste un Nazareno novohispano del siglo XVII muy popular en el país latinoamericano.

Mi vinculación con el continente americano comenzó en 2013, con motivo de la restauración del Cristo de Atalaya de la Basílica Menor de Atalaya (Panamá). Me encontré con una imagen en muy mal estado por el deterioro natural del paso del tiempo y por una mala intervención ocurrida dos años atrás; una restauración poco favorecedora, por decir algo. Para que os hagáis una idea: algo como el Ecce Homo de Borja. Seguramente la intervención se hizo con la mejor de las intenciones, pero el resultado fue muy desfavorable. Después, una vez concluida la restauración y devuelta la imagen a su estado original, creo que los devotos descansaron, y así me lo hicieron saber, quedaron muy satisfechos con el resultado. Para mí también fue todo un reto, tenía que devolverles a la imagen de Jesús Nazareno de Atalaya que ellos recordaban, con la presión añadida de mi corta experiencia, pues estaba a muchos kilómetros de mi casa y tenía en mis manos a la imagen con más devoción de Panamá. Quizás el buen resultado de la restauración hizo que el obispado contara conmigo en futuros proyectos. En 2015 regresé de nuevo a Atalaya para revisar la imagen del Nazareno y al año siguiente restauré la imagen de San Francisco Javier, patrón de Cañazas, población ubicada en la provincia de Veraguas. Posteriormente, salió este gran proyecto para mí, un crucificado junto a la Virgen.

No has cultivado la restauración más de lo estrictamente necesario. ¿Ha sido por falta de interés o por miedo a caer en intervenciones que acaben dejando tu sello personal en la obra?

Trabajo tanto de imaginero como de restaurador, ambas cosas me aportan mucho, disfruto creando una obra nueva de una pella de barro, pero la restauración también es apasionante, es un trabajo minucioso y delicado que te permite ver el antes y el después, y es muy gratificante. Ambas modalidades están muy ligadas a mi carrera. Gracias a la restauración tomé contacto con el obispado de Panamá y, por ello, llegó el encargo de mi último conjunto escultórico. Sí es verdad que los trabajos de restauración que tomo son menos que de creación de obra nueva, pero, simplemente, porque me gusta seleccionar qué tipo de restauraciones hago. La verdad es que disfruto mucho con las restauraciones que, a priori, parecen imposibles de llevar al estado original, me parecen un reto apasionante.

Sí has realizado muchas copias de tallas muy veneradas, algunas de difícil reproducción como el Cautivo de Málaga o el Cristo de Luis Ortega Brú para la hermandad sevillana de San Gonzalo.

Gran parte de mi formación ha sido gracias a las réplicas de imágenes; de hecho, la mayor parte de mi obra en mis comienzos como imaginero fueron réplicas de imágenes como el Gran Poder de Dos Hermanas a tamaño natural, el busto de San Gonzalo, el Cautivo de Málaga, "La Novia" de Málaga a tamaño natural, el Gran Poder de Sevilla a tamaño natural, el busto del Cristo de los Estudiantes, la Virgen del Rosario de Cádiz... La verdad es que hay muchos y grandes escultores en nuestra historia, y por eso han sido trabajos de mucha responsabilidad porque, cuando haces una copia, siempre está el original para valorar si el trabajo ha sido bueno o no. Pero como siempre digo, me gustan los proyectos difíciles. Es verdad que, hasta hace poco, no se han comenzado a ver imágenes de mi sello propio y, probablemente, haya sido muy tardío, pero esas réplicas me han hecho tener una madurez y una experiencia en el oficio que, a la hora de crear mi obra propia, se transmite. Normalmente hacer réplicas no gusta debido a que a todos nos gusta plasmar nuestro arte, pero yo lo miro por el lado bueno, porque los encargos de réplicas me dieron la oportunidad de comenzar a trabajar, coger oficio y, lo más importante, estudiar una obra antes de comenzarla.

Otra creación tuya de envergadura fue el Cautivo titulado "Jesús de la Humildad", una obra que, finalmente, fue donada al templo carmelita del Santo Ángel de Sevilla, todo un museo de arte sacro contemporáneo.

El Cristo de la Humildad de la Iglesia del Santo Ángel en Sevilla ha sido una oportunidad probablemente única. Tener una obra cristifera en la ciudad más cofrade del mundo es un honor, más aún en un lugar tan especial como es el Santo Ángel, rodeado de magníficas obras de arte de grandísimos autores de antaño y contemporáneos a los cuales admiro tantísimo. Ahora tengo la oportunidad de que una de mis obras comparta templo con imágenes como la del Crucificado de los Desamparados. Eso son palabras mayores. Además, no hay que pasar por alto que en el Premio de La Hornacina de este pasado año fue la tercera obra más votada por los internautas de esta web, todo un privilegio.

Nuestro Padre Jesús de la Humildad fue entregado y bendecido el 27 de noviembre del 2017. Mi cometido en esa obra fue realizar un Cristo cautivo, coronado con espinas. Creé una imagen valiente, con ese paso que da al frente, mientras gira su rostro a los fieles y comienza un diálogo con la mirada. Creo que quien ha tenido la oportunidad de colocarse frente a él entenderá la anterior definición. Además, cada vez que tengo ocasión de pasar a verla, los Carmelitas me dicen que es muy acogida por la feligresía y los visitantes, y eso me enorgullece porque el reto de todo escultor, cuando concibe una imagen, es que cree devoción a su alrededor.

 

 
 
Cristo de la Humildad

 

Numerosas son también tus Dolorosas, siendo quizás la más reconocida una que, con la advocación de Esperanza y Caridad, labraste para Madrid. Siempre te hemos visto una especial intención de innovar en este tema mariano.

María Santísima de la Esperanza y Caridad es, a día de hoy, mi penúltima obra de una Virgen dolorosa. Fue un encargo muy llamativo para mí, era mi primera obra para Madrid, una obra que en sus comienzos estaba muy condicionada por la opinión del cliente. Era lógico, porque le vas a rezar día a día y quieres ser partícipe en su evolución; pero una vez que iba tomando vida en el modelado, el cliente se condicionaba.

Creo que todos los artistas intentan innovar en su primera etapa como autor, porque creo que es muy complejo no intentar imitar algo que ya existe, buscar tu propio estilo; por ello, en cada dolorosa que he tenido la oportunidad de realizar, he intentado dar un aire nuevo; por ejemplo, la que he realizado recientemente para Panamá es totalmente diferente a la Virgen de la Esperanza y Caridad, es de un naturalismo que se aleja del realismo, ni más bella ni menos que la anterior, simplemente diferentes.

Hace ya cinco años que realizaste el Cristo de la Caridad para la ciudad de Jaén, una efigie que forma parte de un grupo que representa el encuentro de Jesús con los niños, todavía inconcluso.

Ya cinco años de su ejecución, cómo pasa el tiempo... El Cristo de la Caridad fue mi primer Cristo propio a tamaño natural. Hasta entonces había realizado réplicas e imágenes de pequeño formato. Fue un encargo que surgió de repente, tenían otra imagen y la querían sustituir. Para ese trabajo contaba con un tiempo muy limitado de ejecución, pero tenía lo más importante: muchas ganas e ilusión. Sabía que, probablemente, esa obra era mi oportunidad para abrirme las puertas y darme a conocer al mundo cofrade. Como he dicho anteriormente, hay que arriesgar para ganar y a mí me gustan los retos, así que afronté el encargo y me costó algunas noches sin dormir, pero la satisfacción de estar creando mi propio Cristo era más alentadora que las horas de sueño. Es una obra en la que, quizás, ya se comienza a notar mi sello propio o, al menos, por donde me quiero inclinar; pero que, lógicamente, es diferente a otras que he realizado posteriormente. La madurez artística se nota en cada obra y de cada una de ellas se aprende. Al año siguiente, se acompañó la imagen del Cristo con dos más: una niña y un niño. Estas tres imágenes conviven en el misterio con otra del anterior autor.

La Virgen de la Asunción para tu localidad natal es para muchos tu primer encargo de importancia. ¿Qué evolución personal y artística aprecias desde entonces?

Fue un proyecto muy bonito; primero, por ser uno de mis primeros trabajos de envergadura, y segundo porque representaba a la Virgen de la Asunción de talla completa, dorada y estofada completamente con motivos ornamentales. Recuerdo que el contrato se formalizó en el año 2008, aunque su entrega fue para el mes de agosto del año siguiente. Fue una imagen con la que disfruté mucho, ya que tenía un plazo muy grande de ejecución y trabajé muy comodamente.

En cuanto a la evolución que encuentro en mi obra, creo que, lógicamente, los años te dan oficio y que la calidad artística va aumentando con el paso del tiempo. El autor se va haciendo cada vez más maduro, por sus conocimientos sobre la escultura, porque va encontrando su estilo, va valorando lo que le gusta y lo que no cuadra en su obra. Probablemente, cada vez veo más de mí en mis obras. Siempre lo comparo con los toreros, porque soy muy taurino: un torero en un muletazo saca de dentro su propia expresión artística; pues creo que a mí me pasa igual, el resultado de mis obras es mi forma de expresar mis sentimientos. Soy una persona muy tímida, sencilla, humilde y me cuesta mucho expresar mis sentimientos; sin embargo, mi trabajo me libera, creando mi obra expreso lo que siento, mi obra es cien por cien yo.

Hablando de tu localidad natal, Dos Hermanas, se advierte que estás muy a gusto en ella. Aunque la distancia sea mínima, ¿no te has planteado alguna vez la posibilidad de trasladarte a la capital?

La verdad que nunca me he planteado seriamente trasladarme a Sevilla centro; primero, porque vivo en Dos Hermanas y me siento un nazareno afortunado, ya que a pesar de no trabajar en la capital me llegan encargos desde todos los rincones del mundo. En mi ciudad me siento muy cómodo y totalmente aislado de todo el círculo mediático que tiene mi oficio y la Semana Santa sevillana, y me encuentro a tan solo minutos del centro de Sevilla para cualquier cosa que me haga falta, como materiales o visitar a algún compañero. Ahora incluso mucho menos, ya que he adquirido mi propio estudio y, en breve, comenzarán las obras para adecuarlo a la forma más cómoda de trabajar. Es otro sueño hecho realidad y para el que llevo mucho trabajando.

Quiero aprovechar para dar las gracias a mis padres y a Rocío, mi mujer, ya que ellos probablemente han hecho el mismo esfuerzo que yo, siempre han estado ahí apoyándome tanto en lo bueno como en lo malo. Rocío siempre ha tenido la confianza para ser crítica con mi trabajo, lo que es de agradecer y te ayuda a crecer, pues no es bueno que no solo te regalen los oídos. Mis padres me educaron para ser exigente al máximo, ser responsable, tener continuidad, que nadie te regala nada y que los logros se consiguen con esfuerzo. Y en ello estamos. Qué mejor lugar para trabajar que en mi ciudad, rodeado de mi gente.

 

 
     
     
Cristo de la Caridad
 
Virgen de la Asunción

 

Tu obra profana es muy escasa. ¿Te resulta difícil establecer una separación entre la escultura civil y la sacra, a la que estás acostumbrado?

Es verdad, mi escultura profana es muy escasa y no porque no me atreva o no me guste, todo lo contrario, es algo que me apasiona. Como he dicho antes, parte de mi formación fue en una fundición de monumentos y trofeos, donde el 80% de las obras eran profanas. Me atrae muchísimo ese tipo de escultura, pero no he tenido aún la ocasión de poder realizar ninguna de gran envergadura. Aunque me he interesado mucho entregando proyectos en concursos públicos para ayuntamientos, solo queda esperar que me llegue el momento.

Además de la madera y la terracota, has trabajado con otros materiales como el marfil, poco habitual y con el que no todos se atreven.

Tengo dos obras en marfil, dos crucificados, uno en Sevilla y otro en México. Es un trabajo muy complejo, al que hay que dedicar muchísimo tiempo y concentración. Además, en el marfil el error no puede existir, hay que ir sobre seguro tanto en su talla como en el lijado, pulido, craquelado y patinado. Es un material muy costoso y difícil de conseguir, ya que requiere de muchísima documentación. Pero bueno, como ya he dicho, me gustan los retos difíciles y hacer cosas nuevas, ya que de ellas siempre aprendes a resolver problemas y ello te hace estar más preparado para futuros trabajos.

También has tratado con frecuencia el belenismo, un tipo de escultura religiosa que, por su atractiva conjunción con la fantasía y lo pagano, ha dado mucho juego a los artistas a la hora de volar su imaginación.

Mi primer belén lo realicé mientras cursaba dorado y policromía y aún lo conservamos en casa de mis padres. Cada puente de la Inmaculada, cumpliendo la tradición, mi hermano pequeño se encarga de su montaje. Más adelante, realicé otro grupo belenístico compuesto de cuatro imágenes: San José, la Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana. Las cuatro tallas representan una escena doméstica y se hallan realizadas en madera de cedro, estando policromadas al óleo las encarnaduras, y las vestiduras doradas y estofadas al temple con motivos ornamentales. Se trata de una composición cerrada, todas las figuras fijan su mirada en la imagen del Niño, que acapara toda la atención del conjunto. Esta pieza se puede adaptar tanto al regazo de la Virgen como a los brazos de San José. Este tipo de conjuntos escultóricos quizás hagan fluir un poco más la imaginación del artista, ya que no hay que ceñirse a un estereotipo como en las imágenes de cristos o vírgenes, podemos jugar con composiciones más arriesgadas y peculiares.

¿Se encuentran entre tus futuros proyectos más obras para Latinoamérica? Háblanos un poco, para finalizar, de lo que tienes actualmente en tu taller.

Pues no hay nada más firmado para Latinoamérica, quién sabe lo que me deparará el futuro. Solo espero que las imágenes gusten en el obispado, porque eso será la llave de futuros encargos. Para México tengo una exposición pendiente que quiere llevar a cabo un empresario mexicano, pero aún hay que concretar algunas cosas.

En estos momentos, estoy trabajando en el modelado de Santa Ángela de la Cruz, una iconografía muy sevillana que hasta la fecha no había tenido la oportunidad de representar. La imagen estará en la Parroquia de Santa María Magdalena de Dos Hermanas. Otra de las imágenes que llevo a cabo es un Cristo Cautivo para Colmenarejo (Madrid), que probablemente esté concluido para la próxima cuaresma. Estos trabajos los compagino con la restauración del misterio de la Oración en el Huerto de Dos Hermanas, que esta próxima Semana Santa saldrá concluido.

Por último, quiero agradeceros la labor que hacéis en divulgar el arte religioso, tan importante en nuestra cultura, y por supuesto, agradeceros personalmente la difusión de mi obra desde mis comienzos hasta hoy día. Y agradeceros esta entrevista porque, para mí, es muy especial. Admiro el trabajo de vuestra web desde hace muchos años y soy un fiel seguidor, os visito cada noche antes de dormir. Muchas gracias.

 

 

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