Se trata de una bella imagen sacra que representa a la Virgen María con el Niño Jesús, realizada por el joven escultor hispalense Álvaro Abrines en terracota policromada al óleo. Mide 60 centímetros de altura.

Las dos figuras, labradas en un mismo bloque, aparecen sentadas y con cierto movimiento, ya que la acción a plasmar se centra en el deseo del Niño de bajarse del regazo de la Madre, quien intenta retenerlo. El autor intenta con la Virgen subrayar el auténtico carácter maternal y protector de la misma, dotándola de formas rotundas y potentes; si bien, al poseer todo el conjunto una dulzura pareja al costumbrismo, acaba traspasando su esencia religiosa para mostrar, al modo murillesco, el encanto naturalista de lo cotidiano.

La gama cromática, compuesta por tonos rosas, azules y ocres, es típica de estas piezas marianas. El drapeado de los paños crea una serie de claroscuros con los que se pretende dar más profundidad al modelado.