La imagen, realizada en consonancia con mi producción escultórica, trata también de adaptarse a la sobriedad del entorno donde va a recibir culto: el templo de San Sebastián, patrón de la ciudad de Huelva, construido en los años 50 del pasado siglo XX. Por ello se ha querido realizar una obra clásica, que bebe de los cánones renacentistas italianos, aunque posea un tratamiento algo más barroco en las ondulaciones del manto.

María está representada de manera serena, joven, ensimismada y orante. Los rasgos clásicos del rostro y el estilizado cuello están enmarcados por una ondulada cabellera. El escote de la túnica combina las formas geométricas básicas propias del arte renacentista, el cuadrado y el círculo, símbolo de la perfección de la Madre de Dios. El alto talle, ceñido por un fajín, simboliza su pureza. En el manto se combinan el azul y el color jacinto, tonos utilizados en los simulacros antiguos de la Inmaculada Concepción, que son complementados con el blanco de la túnica, color que también constituye un símbolo de pureza.

La escultura se asienta sobre un cúmulo de nubes mientras pisa la cabeza a la serpiente, que porta en su boca la manzana, en clara alusión al pasaje evangélico del Génesis y al pecado original.

Esta nueva efigie se ha realizado en un periodo de dos años, si bien he tenido que simultanearla con otros trabajos. Ha sido una labor ardua, pues se ha realizado, en primer lugar, un boceto en papel y acuarela, modelando posteriormente un boceto tridimensional en barro de 40 cm. De ahí se ha ejecutado un modelo de 90 cm en resina de poliéster que ha sido ampliado hasta los actuales 180 cm que posee la imagen realizada en cedro. La cabeza y las manos de la talla han sido modeladas separadamente en barro, a tamaño natural, y luego pasadas a cedro. Todo el conjunto ha sido policromado y patinado al óleo, siguiendo técnicas tradicionales.