Se trata de una imagen mariana en su iconografía de Virgen Dolorosa. Es de tamaño natural, y está realizada en terracota policromada (rostro y manos) y madera (cuerpo y brazos). Es una obra de creación libre, fuera del, en ocasiones, sometido encargo, en la que el artista ha plasmado sus gustos estéticos más personales.

De belleza idealizada, se nos presenta con el rostro girado hacia la izquierda y la mirada levemente inclinada. Es una imagen que muestra un dolor contenido, sin desgarro, al igual que una serie de espléndidas tallas malagueñas del siglo XVIII atribuidas por Juan Antonio Sánchez López a la familia de escultores Asensio de la Cerda. Es por tanto un dolor dulce, pero sin caer en lo almibarado.

La Dolorosa, expuesta la pasada Semana Santa en un escaparate de Sevilla, presenta una policromía clara. Sus manos, entrelazadas, refuerzan el sentido angustiado y piadoso de una figura intimista, serena, con la que el pintor y escultor residente en la capital hispalense invita al recogimiento, a la contemplación y al rezo.