La restauración ha sido practicada en el retablo mayor de la Iglesia de San Pedro Apóstol del municipio pacense de Montijo, una obra de estilo clasicista o romanista catalogada en la primera mitad del siglo XVII. Con la intervención llevada a cabo, se le ha devuelto al retablo todo el esplendor, policromía y detallismo con el que fue concebido.

Los trabajos se han prolongado durante dos años y ha sido ejecutados por la empresa Ábside bajo la dirección del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Extremadura.

La intervención ha consistido en la limpieza e instalación de aislantes en la planta del retablo para evitar humedades y termitas que en el pasado afectaron al retablo. También se han reconstruido las zonas afectadas y se han eliminado elementos no originales, añadidos en anteriores restauraciones.

Si bien no ocupa la totalidad del muro del presbiterio, el retablo tiene unos 13,50 metros de largo y 9,50 de ancho. Además, presenta un sagrario, incorporado en la primera mitad del siglo XVII. Asimismo, cuenta con un programa iconográfico novedoso en la retablística española al representar a todo el apostado en las tablas y desplazando a San Pablo y San Pedro al primer cuerpo, en lugar de flanquear el sagrario, como era costumbre en la época.

Debido a alteraciones importantes que sufrió en la década de 1960, se le aplicó un nuevo dorado y se reestructuró la arquitectura. Además, se repintaron y barnizaron las tablas, lo que propició que su estado de conservación fuera deteriorándose. Además, un ataque de termitas afectó a todo el soporte, a la policromía y a las chapas finas de madera añadidas, lo que provocó un mayor deterioro.

La inversión total para esta restauración ha sido 125.483 euros, de los que la propia parroquia ha aportado 53.705 euros y la Diputación de Badajoz y el Arzobispado 32.287 euros.

Según el historiador Pablo Iglesias Aunión, el retablo mayor es obra nacida con casi toda probabilidad en cuanto a su estructura y montaje de las manos del entallador portugués Francisco Morato, quien pudo realizarlo entre 1611-1628, años en los que estuvo afincado en Mérida. A Morato se le encargó precisamente para ocupar el nicho central de dicho retablo un rico sagrario (por valor de 1.000 reales de vellón, hoy desaparecido), pues el actual es una donación del siglo XIX.