NUEVA OBRA DE ANTONIO BERNAL REDONDO PARA CÓRDOBA

07/04/2009


 

Galería de Fotos

 

La cofradía cordobesa de Jesús de la Sangre, popularmente conocida en la capital andaluza como la Cofradía del Císter, presenta hoy en su cortejo procesional la nueva imagen del Santísimo Cristo de la Conversión, una espléndida pieza de tamaño inferior del natural (85 cm, aproximadamente) que ha sido labrada en madera de cedro, policromada al óleo, por el afamado escultor e imaginero cordobés Antonio Bernal Redondo.

Resultan evidentes los paralelismos entre este pequeño Crucificado y la magistral talla sevillana del mismo título, obra del también cordobés Juan de Mesa y Velasco, no sólo por el momento que ambas representan -la Segunda Palabra de Jesús en la Cruz, dirigida a San Dimas, el Buen Ladrón, como divino premio a su arrepentimiento-, sino también por la inspiración del contemporáneo de Córdoba en el majestuoso modelo mesino.

No obstante, al igual que hiciera Luis Ortega Bru con el sevillano Cristo de la Salud o Rafael Barbero Medina con el Cristo de la Misericordia de Málaga, hoy en día en la localidad onubense de Moguer, Antonio Bernal lleva a cabo una versión muy personal del prototipo, ofreciéndonos un Cristo vivo, que a pesar de su agonía en el arbóreo leño, reúne el ánimo suficiente para entablar, de viva voz, el conmovedor diálogo con el santo.

Es un Varón de semblante muy hermoso, dentro del dolor que padece, con la cabeza coronada de espinas y girada levemente hacia el lado derecho. Los misericordiosos ojos se elevan a las alturas y, al igual que los labios, quedan muy abiertos, con el fin de transmitir su respuesta al Buen Ladrón -"Él le respondió: "De verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23, 43)- mientras implora al Padre fuerzas para resistir con dignidad al suplicio.

La imagen presenta un afanoso realismo anatómico, tanto en el cabello y la barba, partidos al centro y tallados a base de ondas, como en sus poderosas proporciones, lo que unido a los brazos, bastante alineados al travesaño y con las palmas de las manos abiertas, y al adelantamiento del henchido tórax para evitar, en la medida de lo posible, la asfixia de la Crucifixión, dan la sensación de monumentalidad pese a sus reducidas dimensiones.

Aceitunadas son sus carnaciones y moderados los caudales de sangre, concentrados mayormente en la frente, rostro, torso y rodillas, así como en las llagas causadas por los tres clavos con los que se halla fijado a la cruz. Las heridas aparecen sobre todo en los hombros, desollados por la carga del madero, y en la espalda, como consecuencia de los azotes recibidos. El sudario se ciñe con soga y forma un gran nudo en el costado derecho.

Si pulsan en la imagen, podrán ver una galería de una pieza, excelentemente inmortalizada por el fotógrafo cordobés Manolo Gómez, que viene a rememorar un antiguo titular de la corporación, si bien su advocación real era la de Cristo de las Ánimas. El Crucificado lleva potencias cinceladas por el cordobés Emilio León y, durante la procesión, dispondrá a sus pies de un basamento realizado en los talleres sevillanos de Orfebrería Villarreal.

 

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