La consejera de Cultura, Rosa Torres, ha presentado tras doce meses de trabajo y una inversión de 300.307 euros los resultados de la restauración del retablo mayor de la iglesia de San Jorge en el hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Al acto han asistido también la directora de Actividades Culturales de BBVA, Concha Badiola, y el hermano mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, Antonio Domínguez.
La intervención sobre el retablo, que fue construido entre 1670 y 1675 y está considerado una de las obras de arquitectura lignaria más importantes del Barroco europeo, ha sido financiada en un 50% por la Consejería de Cultura (150.153,64 euros), mientras que BBVA ha aportado el 40% (120.122,92 euros) y la Hermandad de la Santa Caridad se hizo cargo del 10% restante (30.030,71 euros).
El templo del hospital de la Santa Caridad acoge uno de los más fastuosos retablos de la arquitectura lignaria española, obra de la acción concertada de tres grandes artistas. Su traza y construcción corresponden al retablista Bernardo Simón de Pineda. En su centro hay un bellísimo grupo escultórico de gran tamaño que representa el Entierro de Cristo con esculturas talladas por Pedro Roldán y policromadas por Juan de Valdés Leal. También de Roldán son las esculturas de san Jorge y san Roque y las virtudes y los ángeles.
En esta obra se sintetiza todo el saber de la retablística y la escultura española del siglo XVII. La gran calidad técnica y constructiva de esta arquitectura de madera ha favorecido su estado de conservación, aunque ha estado expuesta a los procesos naturales de deterioro de sus materiales. El proyecto técnico de restauración ha sido redactado y realizado por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), que ya determinó en su día, tras un estudio detallado, la necesidad de la intervención.
Los daños más importantes del retablo se encontraban en el soporte de la arquitectura lignaria, entre otras causas por la pérdida de funcionalidad de los sistemas de ensamblaje en los puntos de unión que soportan mayores cargas. Además, las exposiciones constantes a cambios climáticos y niveles de humedad relativa, así como la temperatura, han causado con el paso de los años la aparición de focos de descomposición en algunas de las esculturas del retablo. En cuanto a las superficies doradas y policromadas, la gran acumulación de suciedad, junto a un fino estrato de humo procedente de la combustión de velas, formaron una capa de consistencia grasa adherida a las policromías y dorado, oscureciendo y ocultando de esta forma el rico cromatismo de los estofados, los acabados de las carnaciones y el brillo original de las láminas de oro.
La propuesta de tratamiento ha sido de carácter conservativo, con actuaciones ante los factores de deterioro para frenar los procesos de degradación en curso, e interviniendo de forma especial en los problemas de vencimientos detectados en la estructura arquitectónica. La labor principal ha consistido en la eliminación de hongos, la sustitución de pequeñas capas pictóricas y el sellado de grietas.
La fase de restauración comenzó por la limpieza del retablo, en la que se han utilizado técnicas químicas, aplicando con algodón líquidos limpiadores, además de brochas y aspiradoras. La zona más dañada se concentraba en la imagen del Entierro de Cristo, sobre todo en los planos horizontales.
De igual manera ha resultado difícil y laborioso el sellado de las grietas, para lo que se han tenido que utilizar las llamadas chuletas, que son maderas de una antigüedad mínima de 200 o 300 años, con el fin de hacerlas desaparecer. También hay que destacar los trabajos de restauración cromática en aquellas zonas donde se ha perdido la capa de pintura, para lo que se ha utilizado la técnica del rallado. |